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La historia de Silk Road, el infinito bazar de drogas on line

El comercio ilegal de drogas, impulsado por la prohibición, genera desde hace años un verdadero fenómeno digital.

Si la tecnología forma parte hasta de la más mínima rutina, quién pensaba que las sustancias psicoactivas iban a quedar estancadas en el universo analógico.

Esta es la historia de Silk Road, el bazar de drogas on line más emblemático de la historia.

Una cebolla virtual

El anonimato en Internet es un tema central en todo el mundo. Las leyes antipiratería y las persecuciones legales a usuarios y páginas de intercambio de archivos (servicios p2p) fueron el marco perfecto para la explosión de las herramientas de “anonymization” que permiten navegar sin dejar rastros que faciliten la identificación personal. 

Preocupados por el espionaje, los encargados de los sistemas de comunicación militar crearon el sistema Tor o “The Onion Router”. Onion, cebolla en inglés, es una metáfora que explica la complejidad del modelo: a través de un sistema de capas, la red encripta las locaciones del emisor y el receptor, haciéndolas invisibles. 

El logo de Silk Road, un homenaje a los viejos comerciantes asiáticos para darle identidad a lo que fue un gigantesco mercado on line de drogas ilegales

La red utiliza las computadoras conectadas para “puentear” aleatoriamente la conexión desde el punto de origen hasta un “nodo de salida”, donde finalmente se accede al receptor final. La comunicación está ahí, pero no se puede saber de dónde salió ni hacia dónde fue.

Al mismo tiempo existe la posibilidad de crear una dirección web o dominio (.onion) cuya dirección no aparece en ningún buscador y a la cual sólo se puede ingresar utilizando navegadores como el Tor. 

Al rincón más oscuro de internet se lo conoce como “deep web” (web profunda). Es el lugar ideal para evitar la censura y también para intercambios ilegales de todo tipo

A ese rincón oscuro de internet se lo conoce en todo el mundo como “deep web” (web profunda). Y es el lugar ideal para evitar la censura en países como Irán o China, para que los paranoicos no sientan que los están monitoreando o simplemente para compartir contenidos cuya asociación con datos personales podría implicar algún tipo de estigma social (grupos de autoayuda para víctimas de violación o pacientes de enfermedades) o, directamente, persecución penal.

Si la persona es lo suficientemente cauta y responsable con el uso, puede navegar por internet sin dejar absolutamente ningún rastro. 

El juego del bitcoin

En 2009, un tal Sakoshi Nakamoto (no está claro si es el alias de un grupo o un usuario) creó y difundió un protocolo similar al p2p pero para hacer transacciones económicas electrónicas.

El proyecto se llamó Bitcoin y con él nació la primera moneda internacional que no está sujeta a ningún tipo de ley ni entidad financiera tradicional. 

A diferencia de cualquier transferencia o giro bancario, es posible encriptar y anonimizar las Bitcoins para producir transacciones virtualmente indetectables. Dinero virtual y seguro, casi perfecto. 

Entre los incontables sitios surgidos en torno a estos nuevos criterios, un sitio llamado Silk Road abrió sus puertas allá por 2011.

El concepto de Silk Road era sencillo: un bazar online donde podía venderse de forma anónima y segura cualquier tipo de material, producto o servicio, legal o ilegal.

Silk road nació como cualquier página de compra-venta: allí  se podía publicar o comprar todo tipo de psicoactivo prohibido

El éxito de la propuesta fue que basó su funcionamiento en la obligatoriedad de utilizar Bitcoins. Con esos ingredientes, la mesa estaba servida. 

El mercado perfecto

Rápidamente las drogas legales e ilegales coparon Silk Road. Si los otros sitios de compra-venta basan sus estrategias de mercado en la comodidad o la disponibilidad horaria sin límites, Silk Road forjó su reputación y éxito en el anonimato garantizado. 

El sistema no se diferenciaba demasiado de cualquier página de compra-venta: con una cuenta de usuario se podían publicar o comprar productos categorizados en listas (cannabinoides, enteógenos naturales y sintéticos, químicos en fase de investigación, estimulantes, etc.).

Así se vendía y compraba en Silk Road. Desde cogollos hasta todo tipo de psicoactivos sintéticos

Al mismo tiempo era posible chequear la reputación del vendedor y las experiencias de otros compradores antes de efectuar la transacción. 

Una vez seleccionado el producto, y haberse alcanzado un acuerdo entre comprador y vendedor, el usuario depositaba el importe (que ingresaba a Silk Road) y coordinaba el envío del producto.

Con la llegada del paquete al domicilio indicado, el comprador daba por finalizada la operación y los administradores liberaban el pago al vendedor.

Este sistema protegía al usuario de estafas, ya que, en caso de que no recibir el pedido, éste podía interponer un reclamo y frenar el pago.

Por su parte, los administradores del sitio podían calcular perfectamente las comisiones a cobrar y mediar en las disputas entre cliente y vendedor. 

En las guías y normas de uso del sitio se listaba una serie de reglas: no postear nada relacionado a pedofilia, objetos robados, información personal y asesinatos.

Respecto a municiones y armas, estuvieron permitidas hasta marzo de 2012.

La transformación

En apenas unos meses, Silk Road se convirtió en una plataforma ideal de compra-venta de sustancias psicoactivas ilegales, con usuarios satisfechos, vendedores seguros y miles de transacciones por mes. 

Pero lo verderamente singular del fenómeno Silk Road es que marcó el inicio de un nuevo sistema de venta online de sustancias. Fue la reconfiguración del mercado de psicoactivos ilegales tradicional a partir de un cambio profundo en el canal por el que se hacen los intercambios. 

Silk Road demostró que el intercambio ilegal puede prescindir de grandes estructuras mafiosas y usar como red de distribución una alterantiva legal: el correo.

Alrededor del mundo, los circuitos de distribución de drogas ilegales son administrados por mafias y carteles, que en necesaria connivencia con fuerzas de seguridad y poder político, se ocupan de satisfacer la demanda y monopolizar las ganancias. 

En ese sentido, lo que Silk Road demostró es que el intercambio ilegal puede prescindir de estas estructuras mafiosas y acercar la sustancia directo al usuario por medio de un canal legal: el correo.

En la venta online, el transporte (en el cuerpo de quienes por un poco de dinero se exponen a la muerte o la cárcel, o el que se realiza con una logística sólo invisible por decisión de las autoridades de control), los carteles y los dealers fueron reemplazados por el sistema postal. 

Además, la posibilidad de resguardar la identidad contribuyó sustancialmente a hacer desaparecer todo tipo de intermediarios.

Así, un vínculo directo y anónimo entre vendedor y comprador, sumado a los canales legales de distribución, establecieron una dinámica que creó enormes y profundas consecuencias en el mercado ilegal tradicional. 

Un nuevo mundo

Silk Road generó también un sistema de intercambios internacional. Eso reconfiguró las fuentes tradicionales de aprovisionamiento de psicoactivos y descentralizó su producción de algunos de ellos. 

La marihuana, cocaína y derivados del opio siguieron en manos de quienes pueden asegurarse grandes espacios de territorio para cultivarlos y la logística suficiente para trasladarlos.

Pero ni siquiera eso evitó que en Silk Road hubiera una amplia oferta de cogollos, heroína o extractos de coca elaborados “artesanalmente”. 

Otra es la situación de las sustancias sintéticas: no precisan grandes superficies de producción y el mayor requerimiento para su elaboración es tener conocimientos químicos específicos.

La aparición de un sistema como Silk Road permitió que la producción de drogas sintéticas, sin ningún tipo de control, encontrase un herramienta de comercialización internacional

Tradicionalmente, quien supiera y tuviera a su alcance los materiales para producir sustancias sintéticas, debía tener contacto con una red de distribución para poner su producto al alcance del usuario que deseara adquirirlo.

Ross Ulbritch, el cerebro detrás de Silk Road, se cree que un 5% de los Bitcoins que exisen son suyos

Pero la aparición de un sistema como Silk Road permitió que muchos especialistas produjesen, incluso en propios domicilios, cantidades considerables de drogas sintéticas y semisintéticas.

En envíos perfectamente camuflados, miles de paquetes atravesaron fronteras internacionales y viajaron en aviones para llegar a destino sin sufrir ningún tipo de detección. Tampoco, como todo producto ilegal, ninguna garantía para la Salud Pública.

De esa manera, en un mundo que aún pone en duda la importancia de regular los psicoactivos, Silk Road abrió un nuevo paradigma.

miles de paquetes atravesaron fronteras internacionales y viajaron en aviones. No fueron detectados. Tampoco, como todo producto ilegal, generaban ninguna garantía para la Salud Pública.

Salvo los grandes carteles, quienes se dediquen al mercado ilegal de drogas, ¿seguirán arriesgando la vida propia y ajena, construyendo una red delictiva armada, gastando millones en sobornos e infraestructura en diferentes territorios, o simplemente harán sus envíos por correo y de manera anónima?

Un policial digital

Para fines de julio de 2013, el FBI había dado con, por lo menos, uno de los servers que hosteaban Silk Road, localizado en algún país europeo que el FBI no aclaró.

Las IP (número de identificación de una computadora en una red con ese protocolo) listadas en la acusación provienen de Islandia, Letonia y Rumania. 

No se sabe exactamente cómo el FBI logró infiltrar finalmente Silk Road, pero se cree que fue a través de la vigilancia que ya tenían sobre Ross Ulbricht, en teoría Dread Pirate Roberts, un personaje ficticio administrador del sitio. 

Luego de interveni el server el FBI sólo tenía que afinar la puntería para cazar a Ulbricht. Rastrearon sus mensajes en foros, perfiles en redes sociales y comunicaciones entre amigos.

Finalmente encontraron una restricción en el código de la página de Silk Road que habilitaba a un solo usuario a loguearse como administrador. 

Con el número de identificación de este usuario, el FBI cerró el cerco en la ciudad de San Francisco, a pocas cuadras de donde vivía un amigo de Ulbricht y a donde habían ido tres meses antes durante la investigación por unos documentos falsos que venían de Canadá.

Esos documentos coincidían con un pedido hecho por DPR (según constaba en los mails intervenidos) y tenían la foto de Ulbricht, lo que confirmaría que se trata de la misma persona. Cartón lleno. 

A esto le sumaron la intervención de sus cuentas de Gmail y un dato particular: una pieza del código con el que se haría el sitio web Silk Road estaba posteado en una página, solicitando ayuda para su construcción.

 unos 80 millones de dólares siguen ocultos tras un password que sólo Ulbricht conoce. Son unos 600 mil Bitcoins, según algunos, el 5% de la moneda virtual en circulación.

Ese post, una pequeña aguja en un gigantesco pajar, estaba escrito por un usuario llamado Frosty y daba una un mail falso, pero había sido editado: la dirección de mail originalmente posteada era “[email protected]”. 

En la mañana del primer día de Octubre de 2013, Ross Ulbricht se despertó y fue a la biblioteca pública de Glen Park, en San Francisco, para usar la conexión de internet.

Se presume que desde allí y desde un café cercano, Ulbricht realizaba todas sus conexiones relacionadas con Silk Road.

Una vez que se logueó, los agentes irrumpieron en el lugar, detuvieron al acusado y, con la laptop, se llevaron información clave sin tener que crackear los passwords. Ése fue el fin de Silk Road

Regular o reventar 

El FBI logró ponerle una cara y un nombre real a Dread Pirate Roberts: Ross Ulbricht. Lograron incluso que termine en prisión. Hoy en día cumple dos condenas a reclusión perpetua, sin posibilidad de libertad condicional, mas 40 años de una tercera condena. Tenía 29 años cuando fue condenado a morir en vida dentro de algún establecimiento de máxima seguridad en Estados Unidos.

Su familia armó un website, FreeRoss.org y armaron una petición a través del sitio Change.org que ya alcanzó casi 400.000 adhesiones de una meta de medio millón. En el link del sitio se revela el primer título que tuvo la petición, con toda la crudeza de la realidad: “Clemencia para Ross Ulbricht, condenado a morir en prisión por un sitio web”.

Ulbritch (abajo a la izquierda) junto a otros hombres que cumplen candenas perpetuas por delitos no violentos vinculados al tráfico de drogas ilegales

Mientras tanto, las nuevas alternativas a Silk Road empezaron a germinar en la oscuridad, demostrando que si hay algo que venció para siempre la arcaica terquedad de la prohibición, es la tecnología.

La reconfiguración del mercado negro de sustancias pareciera apuntar a eliminar la violencia en torno a la distribución e incluso dejaría atrás la tradicional práctica narco: si la competencia es virtual, la única agresión posible a un competidor es un mail amenazador escrito en mayúsculas; si la distinción es el servicio, hay que ofrecer lo que la demanda exige. 

el mercado online de drogas ilegales deja en manos de los Estados la responsabilidad de regular de manera racional y humana la circulación de psicoactivos

No sólo se trata de una nueva relación entre proveedores y compradores, sino también de la imposibilidad de ejercer un control represivo sobre el canal donde se realiza ese intercambio.

Silk Road y el mercado online de drogas, en cierta medida, dejan en manos de los Estados la responsabilidad de regular de manera racional y humana el mercado ilegal de drogas.

El escenario digital demanda un paradigma cultural y normativo que sólo puede desarrollarse superando los límites analógicos de la prohibición. 

Es eso o seguir profundizando viejas lógicas criminalizadoras, jugando a perseguir piratas en un océano demasiado enorme e incontrolable. 


Texto: Hueso van Hemp

Podés leer la nota completa en la Revista THC 66.