Bienvenidos al irredento universo creado por la pluma satírica de Gilbert Shelton.
Agradezcamos la primera edición de la revista Mad, en los años 50, con su propuesta de historietas “calculadas para volverte demente”.
Por qué no también, alabada sea la ciudad de San Francisco, que fue la cuna de la sociedad alternativa entre ese creador excepcional que es Gilbert Shelton y su obra cumbre, Los fabulosos Freak Brothers.
En el mundo de Shelton podemos ser partícipes de una odisea mexicana en la que estos tres drogones escapan de la cárcel ayudados por un chamán llamado Don Juan. También podemos encontrarnos una secuencia donde una familia es capaz de reciclar todos los muebles de la casa hasta convertirlos en material fumable.
Lo mejor de la tradición
Si viajamos por un momento hacia el mito que gestó la historia de estos tres hippies encantadores que son los Freak Brothers, vamos a comprobar parte de esa inspiración viene del humor cinematográfico, más precisamente en la reutilización del gag y slapsticks. Shelton hace de esos recursos una versión mutante y trastornada.
Si no, métanse de lleno en los periplos burlescos de Fat Freddy por conseguir marihuana y van a ver que el efecto humorístico evoca al humor físico de la más refinada tradición del cine cómico mudo.
“Los Freak Brothers nacieron en el invierno 67/68. Yo había ido a ver una doble función de cine en Austin, Texas, donde una de las películas era de Los Hermanos Marx y otra de Los Tres Chiflados. Me fui de la sala pensando que podía hacer algo de ese estilo”, recordaba Shelton.
Así −con la ayuda de un amigo que era estudiante de cine en la Universidad de Texas− produjo un corto de cinco minutos llamado Los hippies de Texas marchan al Capitolio.
Para difundirlo, Shelton hizo un flyer donde había una tira cómica que mostraba a los Freak Brothers y su semilla mágica de marihuana.
“A todo el mundo le gustó más la tira cómica que la película; fue entonces cuando abandoné mi carrera como director de cine y me dediqué a hacer caricaturas. Esta primera tira de los Freaks fue publicada junto con otras en la primavera del 68”, contó.
Con el tiempo, el derrotero a través de los medios se ampliaría y la tira se publicaría en míticas revistas under como Help! y Zap Comix, hasta llegar −más adelante− a publicarse incluso en medios de gran tirada, como Playboy.
“Para difundir un corto hice un flyer donde había una tira cómica que mostraba a los Freak Brothers y su semilla mágica de marihuana. A todo el mundo le gustó más la tira cómica que la película.”
Pero volvamos a las viñetas y hagamos una radiografía de la composición familiar de los Freaks.
El trío se compone de una revoltosa sinfonía de caracteres sociales: a Pinheas −el peludo intelectual− lo equilibra el perfil de Fat Freddy, ese gordo atorrantón que empeñó sus neuronas a cambio de delicias psicotrópicas de lo más variopintas. El tercero es el pseudocowboy Franklin, que ostenta ser el tipo que más ha gastado suela de botas caminando las calles de la gran ciudad.
Pero a no engañarse pensando que ese mundillo termina solamente con la figuración de los tres hermanos. Otras historias pueblan como nota al pie las viñetas centrales de los Freaks.
El Gato de Fat Freddy y un imperio militar de cucarachas cobran protagonismo conformando una comunidad relativamente armónica y estableciendo una relación casi de hermandad con los tres hippies.
Los Freak Brothers son un trío: un peludo intelectual, un gordo amante de los psicoactivos y un neo cowboy con espírtu aventurero. Pero además los acampaña un gato y un imperio de cucarachas
Dentro de la totalidad de ese grupo, el Gato de Fat Freddy merece un capítulo aparte: es casi la contracara socarrona y rea de ese gato gordo y anaranjado que vive en la casa de una respetuosa familia de la buena burguesía llamado Garfield.
La impronta del Gato de Fat Freddy ha dejado una marca tan indeleble que con el tiempo ganó una compilación propia de sus historias gráficas a fuerza de hacerle triquiñuelas a su dueño obeso y haragán con tal de conseguir comida y un buen lugar donde dormir.
Pegándole al Tío Sam
Hasta el año 1992, Shelton elabora nuevas historias para los Freaks acompañado −a veces− por el guión de Dave Sheridan, también un eximio artista del under. La remisión y la nostalgia por los felices 60 fueron clave desde el comienzo de la tira hasta su apogeo, pero no es allí donde se agotan sus motivos temáticos.
No es en el simple regodeo pagano del Flower Power donde estos personajes encuentran su máxima potencia, sino en su manera de evidenciar las debilidades y enfermedades sociales de la civilización humana haciendo caso omiso de los más elementales hábitos de la higiene y el pudor.
Es cierto que −considerados freaks por sus contemporáneos− ese trío de hippies único que Shelton ha sido capaz de crear se define por sostener cierto pánico por la inserción al universo un poco aterrador que implica un trabajo estable y rutinario.
Ése es el establishment real al que se enfrentan los hermanos, el de ser devorados por conductas morales y normas que pongan entre paréntesis el objetivo principal de sus vidas: cualquier vía alucinatoria que conduzca a hacer un culto al hedonismo.
Sin embargo, ese genuino manifiesto por un ocio interminable se ve temporalmente asediado por un personaje llamado Norbert The Nark, un torpe policía de narcóticos que se la pasa elucubrando trampas para mandar en cana a estos tres chiflados.
el establishment al que se enfrentan los hermanos es ser devorados por conductas morales y normas que interrumpan el objetivo principal de sus vidas: el disfrute psicodélico
En ese contexto persecutorio, a uno le dan ganas de solidarizarse con los hermanos y se pregunta por qué perseguir a unos tipos simpáticos y divertidos como los Freak Brothers, cuando el timing de su vida cotidiana está simplemente marcado por un estado de supervivencia primario: conseguir alimentos y drogas (entre estas últimas erigen a la marihuana como la estrella de la casa).
Tal vez ésa sea la gema máxima del gesto contracultural de los 70, una especie de anarquía blanda donde lo que está en juego es la apuesta por un modo de experiencia del mundo demasiado antagónica respecto de la de esos funcionarios públicos que son Superman, Flash o el Capitán América.
Texto: Eduardo D. Benitez / Este artículo fue publicado en Revista THC 31.