En la historia del cine, el cannabis aparece demonizada en el género policial, como en Humo de Marihuana (1968); ridicularizada en el stonned, como Pineapple express (2008); o como un actor secundario en comedias livianas como El gran Lebowsky (1998).
Pero rara vez se encuentra una película de ficción en la que la planta sea tratada sin que la historia involucre vidas destruidas o narcos super villanos. Una de ellas es Una casa con diez pinos.
La película fue estrenada el año pasado y volvió a ser proyectada nuevamente en el Festival Internacional de Cine Cannábico del Río de La Plata.
La historia transcurre en Villa Mercedes, provincia de San Luis, donde un jubilado llamado Vicente (interpretado por Néstor Rosso) cultiva para producir aceite de cannabis y repartirlo gratuitamente a diferentes personas que padecen distintas patologías, un tanto por su solidaridad y otro poco para apaciguar el karma por una irremediable pérdida familiar.
La historia de Una Casa con Diez Pinos transcurre en Villa Mercedes, San Luis. Ahí un jubilado hace aceite medicinal para repartirlos gratis a quienes lo necesitan
Una casa con diez pinos es la obra prima del director y guionista argentino Martín Ochoa. El rodaje transcurrió en un tiempo récord de trece días y sin ningún tipo de financiamiento.
“Lo hice de forma gestionada porque necesitaba contar esta historia. Hacía tiempo venía escuchando a las familias que usan el cannabis medicinal”, cuenta Ochoa en diálogo exclusivo con THC sobre su activismo en la Asociación Libre Acción Puntana (ALAPU), la red de cultivadores de cannabis de San Luis.
La película, que fue premiada por Argentores y estuvo presente en diferentes festivales de Uruguay y México, volvió a la pantalla grande en la Casa Nacional del Bicentenario.
¿Cuál es la importancia de contar esta historia?
Como formo parte de ALAPU, hace tiempo escucho los testimonios de los familiares que usan el cannabis con fines medicinales. Eso me disparó a escribir el guión. Sentía la necesidad imperiosa de contar esta historia: es una película urgente porque el tema está muy instalado en nuestro país. Se necesita visibilizar, que la gente tome consciencia y deje de demonizar desde la ignorancia. Dentro de la ficción, existen películas policiales y del stonned. Pero ninguna que hable del cannabis desde el ángulo sanador, terapéutico y como la justicia encarcela a personas que tienen las mejores intenciones al cultivar la planta.
“Sentía la necesidad imperiosa de contar esta historia. Se necesita visibilizar, que la gente tome consciencia y deje de demonizar desde la ignorancia”
La película fue rodada en 2017, cuando se trataba la Ley de Cannabis Medicinal. En ese momento, muchos decían que era un debate urbano, ¿porqué decidieron contar la historia desde una perspectiva rural?
Primero, soy un hombre de cine. Me gusta el road movie, que un tipo recorra un camino con una moto y el espectador viaje con el personaje. Me gusta darle ese color con los paisajes y atardeceres, además que el personaje rockero de Vicente me lo permitía. Pero también tiene un sentido narrativo, porque me he dado cuenta que hay muchos y muchas ‘Vicente’ en nuestro país, que hacen exactamente lo mismo que en la película: generan aceite por autocultivo y no lo venden; se lo regalan a la gente que vive en zonas alejadas. Es fantástico.
¿Los actores y actrices en la vida real son usuarios del cannabis medicinal?
Así es. Desde que empecé con la película, hablé con muchos papás y me surgió la necesidad que los niños y niñas tenían que estar presentes en la película. Hay chicos con autismo, asperger y leucemia. Quería mostrar a las personas reales y la verdad que el rodaje fue puro amor. Fue maravillosa la experiencia, porque todos los integrantes del equipo estamos a favor del autocultivo, desde los actores hasta los técnicos. Más allá que no contamos con dinero, lo principal que nos motivó a hacer esta película fue el cariño por el contenido, la trama y lo que queríamos contar.
“Desde que empecé con la película, hablé con muchos papás y me surgió la necesidad que los niños y niñas tenían que estar presentes en la película. El rodaje fue puro amor”
Entre los materiales de Una Casa de Diez Pinos, hay plantas de marihuana muy grandes y se muestra el proceso completo de la elaboración de aceite de cannabis, ¿cómo se manejaron para evitar problemas con la ley?
-El rodaje tuvo su costado clandestino. Era un tema pasar por controles policiales con las cosas que iban todas camufladas y escondidas. Pero yo soy de la idea que si voy a hacer una película, hay que hacer una revolución: todos tienen que saber que estás filmando y, sobre todo, la temática. De esa manera, se arma una coraza. A la policía le decís que sos de la película y pasás. Las plantas fueron reales y la utilería también. Incluso, los policías -excepto el personaje de Roldán- eran oficiales reales. Sabían de lo que hablabamos y colaboraron todos.
“Las plantas que usamos son reales. Incluso, los policías -excepto el personaje de Roldán- eran oficiales reales”
En los créditos, la película es dedicada al recuerdo de Matías Vigna, ¿quién era Matías?
Matías es un gran amigo, de esos que van al final con uno. Murió en un accidente, antes de terminar la edición de la película. Lamentablemente, no pudo verla. Él no solo que fue el productor, sino que además me acompañó en todo momento: me dio sus ahorros para el proyecto. Desbordaba de pasión; tenía 26 años y un corazón enorme. Yo lo extraño muchísimo. Junto a él, fuimos a hablar con los lugareños, intendentes y consiguió que grabemos dentro de la penitenciaria provincial. Hizo un excelente trabajo de producción.