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hongos

Los hongos mágicos aumentan la cantidad de neuronas en el cerebro

Redescubiertos por la ciencia en la década de 1950 y prohibidos en los años 70, los hongos del género Psilocybe, comúnmente llamados “hongos mágicos” son uno de los enteógenos más usados en todo el mundo y al mismo tiempo, de los menos estudiados.

Sin embargo durante los últimos 20 años distintos estudios e investigaciones mostraron la efectividad de la psilocibina, el principio activo presente en los hongos, para tratar condiciones psiquiátricas y psicológicas como también orgánicas: tiene 4 veces el potencial terapéutico de los antidepresivos conocidos, además de ser efectiva para el tratamiento de la cefalea en racimos.

El estudio comprobó que una sola dosis de psilocibina puede aumentar hasta un 10% el tamaño y la densidad de las neuronas de la corteza prefrontal del cerebro, un cambio que se genera dentro de las 24 horas de la ingestión y que persiste por al menos un mes.

Un efecto particular que desvela a la ciencia es la capacidad de producir efectos positivos en la conducta prolongados en el tiempo (en algunos casos hasta más de un año) a pesar de ser una sustancia cuya duración en el organismo una vez ingerida es menor a seis horas.

Por esa razón científicos de la Universidad estadounidense de Yale desarrollaron una investigación para comprobar si la psilocibina puede producir cambios estructurales en el cerebro.

Utilizando ratones, los investigadores comprobaron que una sola dosis administrada puede aumentar hasta un 10% el tamaño y la densidad de las neuronas ubicadas en el corteza prefrontal del cerebro, un cambio que se genera dentro de las 24 horas de la ingestión y que persiste por al menos un mes.

Al mismo tiempo los investigadores detectaron una mayor actividad en la transmisión de información entre las neuronas y una disminución del impacto del estrés en la conducta.

El descubrimiento no solo confirma las conclusiones de otros estudios sobre un potencial terapéutico de la psilocibina sino que además muestra una cara hasta ahora desconocida de un enteógeno milenario: la capacidad de ayudarnos a reconstruir nuestro cerebro para sanar trastornos psicológicos, psiquiátricos, cognitivos y emocionales.