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@Diego RoaNicolás Rosenfeld (@rosenfeldtown)

Pablo Amaringo, el pintor de la ayahuasca

No sólo fue un artista extraordinario, sino también un verdadero chamán que encontró en la pintura una manera de comunicar y preservar el mundo visionario. La maravilla de su vida, su obra y su legado.

Colores que se mezclan y pierden sus límites. Animales transformándose en personas. Personas en animales. El escenario: la profundidad de la selva. Ese es el mundo al que no llevan las maravillosas pinturas visionarias de Pablo Amaringo.

Amaringo nació en el Amazonas. Precisamente en Puerto Libertad, Perú, en 1943. Fue el hijo número 13 de un matrimonio pobre. Desde adolescente debió ayudar a mantener a su familia, pero a los 17 años, una enfermedad lo dejó convaleciente.

Durante ese período que duró dos años, Pablo descubrió su talento para la pintura, utilizando lápiz y hollín de las lámparas sobre cajas de cartón.

La calidad de sus dibujos, junto a las pocas salidas laborales para un joven pobre, lo llevó a falsificar cheques: delito por el que pasó 10 meses en la cárcel.

Otro problema de salud lo llevó a tener su primer contacto con la bebida visionaria. La experiencia de ayahuasca vino a través de la curación de una enfermedad cardíaca. Amaringo tenía apenas 29 años.

Las obras de Amaringo, de gran complejidad de detalles, contienen cientos de referencias a la cultura amazónica.

Al final de la sesión le “colocaron” una gorra blanca para protección. Pero aun curado, seguía creyendo que su abuelo y sus tíos maternos, chamanes ayahuasqueros, eran mentirosos que engañaban a la gente. Pablo, aquella vez, no vio nada.

“En mi experiencia de chamán he logrado ver los idiomas”, contó una vez. “En el mundo esotérico uno conversa solamente con mirarse. Todo es un idioma. Hay idiomas en los colores, en los sonidos, en las formas y motivos”.

Unos años más tarde, su hermana enfermó de una hepatitis fulminante. Llevaba tres días sin comer, dormir o hablar.

Mientras Amaringo arreglaba la casa para un velorio seguro, una pareja se apareció diciendo que sabían que vivía un enfermo y que iban a curarlo.

Cuando la mujer, después de ingerir un preparado de tabaco, alcanfor, ruda, perfume, jugo de limón, cebolla y arsénico, le preguntó a Pablo si conocía la ayahuasca, él dijo que no. Amaringo aclaró que sólo había tomado para que lo curen del corazón.

Cuando la chamana le dijo que él mismo iba a ayudar a curar a su propia hermana, Amaringo entendió sin duda alguna que su destino era ser chamán. Su hermana se recuperó por completo sólo dos horas después de la sesión.

El entrenamiento del alma

Durante 10 años Pablo se entrenó y dedicó por completo a aprender y ejercer el chamanismo. A través de esta práctica intentó transmitir el lenguaje y la sabiduría de la naturaleza.

Ingirió ayahuasca casi todas las noches y se dedicó a curar y remover maleficios provocados por otros chamanes. En sus años de curandero, Amaringo atendió todos los días, de 8 de la mañana a 4 de la tarde.

El resto del tiempo lo utilizó en perfeccionar su aprendizaje junto a los maestros vegetales.

“En mi experiencia de chamán he logrado ver los idiomas”, contó una vez. “En el mundo esotérico uno conversa solamente con mirarse. Todo es un idioma. Hay idiomas en los colores, en los sonidos, en las formas y motivos”.

Así aprendió que los incas habían enseñado a mezclar la ayahuasca con chacruna a los amahuacas de Perú, y luego estos a los shipibo, los conibos y los piros.

También que existen distintos niveles de existencia, donde se separan los humanos de los duendes, los gnomos, los serafines, los antineutrinos y al final de todo, cuatro tronos ocupados por los maestros ancianos. Y que más allá de ellos, a través de un túnel a otro universo, se encuentra el Creador y sólo los elegidos pueden llegar a él.

Pero como en todos los rubros que involucran al género humano, en el chamanismo también existe la competencia violenta. “Hay personas que se hacen hechiceras para hacer daño o matar a otras personas. Entonces cuando uno cura un mal provocado, ese hechicero ya no va contra su víctima, sino que va contra el chamán”, contó en una entrevista.

“Cuando me ha salvado otro chamán, me ha dicho que mate a mis enemigos para salvarme. Yo he dicho que no, no voy a quitar la vida a otra persona. Mejor me retiro”, contó.

“Los grados del curandero” Pablo Amaringo.

Los gringos de las plantas

A mediados de los 80, el científico Dennis McKenna (hermano de Terence) se encontraba en Sudamérica, viajando por el Amazonas investigando sobre la ayahuasca.

En Pucallpa, Perú, se une a Eduardo Luna, un antropólogo que llevaba varios años trabajando sobre el uso de esta bebida enteogénica en las tribus peruanas.

Fue el 26 de julio de 1985 cuando ambos conocieron a Amaringo y empezó la segunda etapa de su vida donde las visiones formarían un eje central en sus días.

Amaringo sobrevivía en la pobreza, de enseñar inglés a jóvenes vecinos o vender pinturas a los turistas que pasaban. Aunque estaba retirado del chamanismo aún conservaba en su memoria las imágenes y visiones adquiridas durante sus años como curandero.

En sus pinturas se encontraron representaciones de la biología, la flora, la astronomía y varias lenguas escondidas. Con ellas se editó un clásico: “Visiones de la Ayahuasca: La iconografía religiosa de un chaman peruano”.

Apenado por no poder ayudarlos en su búsqueda sobre plantas mágicas, Amaringo regaló dos cuadros a los investigadores. McKenna quedó fascinado

El material fue llevado por el investigador a Estados Unidos, donde analizaron minuciosamente las obras en la Biblioteca del Congreso, en Wáshington. Encontraron representaciones de la biología, la flora y la astronomía, además de varias lenguas escondidas dentro de las pinturas.

Así, luego de una extensa recopilación de obras, nació el libro Visiones de la ayahuasca: La iconografía religiosa de un chamán peruano.

No se trata sólo de un catálogo sobre el trabajo de Amaringo, sino que también en los textos que acompañan las obras se describen las imágenes representadas y las costumbres y cosmología del Amazonas peruano.

Gracias al aporte de Luna y las gestiones de McKenna, Amaringo fue difundido y estudiado por el mundo entero.

Las imágenes religiosas y la naturaleza en otra de sus obras.

Arreglar el mundo

Después del reconocimiento internacional por su obra y un cambio sustancial en su economía, Amaringo decide abrir una escuela de pintura para ayudar a los jóvenes que vivían su juventud de la misma manera que la vivió él: sin recursos, sin oportunidades, sin futuro.

Usko Ayar, fundada en el año 1988, nace de las ganas de enseñarle a la juventud otra mirada sobre el mundo, basada en la naturaleza y la sabiduría de los espíritus

Los alumnos eran educados como en la tradición chamánica, siguiendo preceptos y principios espirituales, donde el ejercicio de la bondad y la percepción son valores centrales de lo que Amaringo consideraba “El Buen Vivir”.

Amaringo creó una escuela de arte bajo los preceptos del chamanismo. Todo el material producido se transformaría en el archivo de cultura cn su propia idea de lo divino y del respeto por la naturaleza

El fin de la escuela, además de sacar chicos de la calle y darles oportunidades que no tenían, era generar una especie de biblioteca chamánica artística: la documentación gráfica del entorno (la selva) y la cultura amazónica; los usos de las plantas y los saberes chamánicos quedaban registrados en los trabajos de los alumnos.

Pablo Amaringo junto a uno de sus enormes trabajos visionarios

Además, el material quedaría a disponibilidad de cualquier publicación informativa o cultural que quisiera usarlo. La difusión de estas obras evitaría que mucha información desapareciera una vez que las tribus dejasen de existir.

En 1992 recibió el premio Global 500 de la ONU, en reconocimiento a su trabajo difundiendo un mensaje de ecología y respeto por el medio ambiente. Sus obras se expusieron desde China a Brasil, Corea, Francia o Rusia. Eso cambió muy poco su estilo de vida.

En 2009, con 70 años, 10 de chamán y más de 20 sin ingerir plantas, murió víctima de una insuficiencia respiratoria en su pueblo natal. 

Usko Ayar es la escuela de arte amazónico fundada por Amaringo.

“La ayahuasca te hace comprender cómo debes vivir. No se trata solamente de pasar el tiempo. Debes ayudar al otro, y construirte a ti mismo. Si alguna vez se aparta de este mundo uno se va contento. Por lo menos se va a un lugar del que debe volver”, aseguraba Amaringo. 

“Este mundo está tan deteriorado que hay que volver y arreglarlo. Yo voy a volver”. 


Este artículo fue publicado en Revista THC 45.