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La revolución del LSD: guía para escuchar “Enciéndete, sintonízate, entrégate” de Timothy Leary

En 1966, el gurú psicodélico norteamericano Timothy Leary editó el disco “Turn on, tune in, drop in”, traducible como “Enciéndete, sintonízate, entrégate”. A través del hipnotismo de su palabra, el psicólogo contracultural propagaba su  mensaje para los jóvenes de su era: usar de manera consciente sustancias psicoactivas era la llave para acceder a una real evolución de la sociedad  humana.

En enero de 1967, un portal interdimensional parecía estar abriéndose en San Francisco, estado norteamericano de California, cuando miles de jóvenes escuchaban en el festival contracultural “Human Be In” las palabras encendidas del doctor en Psicología Timothy Leary, militante activísimo del uso de sustancias como el LSD para la expansión de la conciencia. “Enciéndanse, sintonícense y entréguense”, repetía como mantra, a sus casi 50 años, con flores en su pelo encanecido y collares en su cuello, quien por entonces ya se había convertido en un verdadero gurú psicodélico.

Esas mismas palabras, que en su original en inglés eran “Turn on, tune in, drop in”, habían sido el título de un disco grabado por Leary el año anterior. 1966 había sido clave para que las ideas del psicólogo se esparcieran en las nuevas generaciones. Su libro de 1964 “The Psychedelic Experience” inspiró la letra del hipnótico tema “Tomorrow never knows” con que los Beatles cerraron su gran disco “Revolver”. 

Y su interés en experimentar con muchas formas de penetrar en las juventudes tuvo entonces en grabar su propio disco un hito fundamental. El propio lema había nacido de una charla con el mítico estudioso de los medios de comunicación masivos Marshall Mc Luhan, creador del slogan “El medio es el mensaje”, quien le sugirió que buscase un leimotiv que resumiese sus ideas. Días después, las seis palabras le vinieron a la mente mientras tomaba una ducha. 

“Estoy grabando esta cinta en el tercer piso de la Fundación Castalia, en Millbrook, Nueva York, un centro de experimentación en el uso de drogas psicodélicas o abridoras de la mente”, dice Leary en los primeros minutos, luego de aclarar que su mensaje se dirigía a las mentes de los jóvenes, quienes “están mucho más involucrados en divertirse, ser curiosos, explorar su equipamiento sensual, realizar exploraciones aventureras, hacer el amor, tratar de aprender de qué se trata todo”. 

A través del hipnotismo de su palabra, el psicólogo contracultural propagaba su mensaje para los jóvenes de su era: usar de manera consciente sustancias psicoactivas era la llave para acceder a una real evolución de la sociedad humana.

Con voz calma y firme, in música de fondo, Leary va instalando un mensaje que no sólo está en lo que dice, sino en cómo lo hace. Con tono de inductor de estados meditativos, se toma unos minutos para transportarnos al entorno natural de la fundación, hasta que llega a posarse sobre un símbolo pintado dentro de la casa: los triángulos entrelazados del sello de Salomón. “Durante miles de años hombres que han estudiado la expansión de la conciencia y el significado de la vida interior, han utilizado este símbolo para indicar la fusión de los opuestos para crear lo nuevo. La fusión del hombre y la mujer, de la oscuridad y la luz, del electrón y el protón, del invierno y el verano”, aclara casi al llegar a los siete minutos. 

Poco después cuenta al oyente lo que recibiría al unirse a sus enseñanzas: “Te enseñaría cómo cómo usar símbolos consciente y estéticamente, cómo potenciar e intensificar tus sentidos, cómo contactar con la antigua sabiduría de tus células y cómo alcanzar esas llamativas energías que existen dentro de tu cuerpo, que los hombres durante miles de años hemos llamado luz interior”.

A partir de los 11 minutos, relata su propia formación en programas de transformación personal que vivió entre 1962 y 1963 junto a estudiantes y graduados de Harvard, en un pequeño pueblo de pescadores de México, donde el LSD fue la sustancia clave para desarrollar viajes que terminaron generando informes y artículos científicos. Claro que también llamó la atención de las autoridades mexicanas, que dieron cierre al lugar donde desarrollaban estas investigaciones. 

Para explicarse el por qué era tan dificultoso no tener problemas legales para instalar este tipo de espacios de exploración, Leary llega a una respuesta apenas pasados los 20 minutos: “El sistema nervioso del ser humano adulto está tan configurado que experimenta un intenso dolor neurológico cuando se enfrenta a una idea o un método que libera al hombre de su adicción al actual sistema de símbolos tribales”. 

Explica que los mamíferos desarrollamos desde bien temprano concepciones sobre lo correcto, real y verdadero que nace del contacto con nuestra madre. “Casi todo el mundo tiene un miedo doloroso de disgustar a la madre, se sorprende dolorosamente al enfrentarse a una idea o método que puede liberar la conciencia del tablero de ajedrez original impreso”, dice el psicólogo. Y revela que desde su primera sesión psicodélica, seis años antes, se había dado cuenta que tenía la posibilidad de seleccionar qué juegos quería jugar en la vida o incluso hasta elegir excluirse de todos los juegos humanos. Pero el juego que eligió fue “expandir y elevar la conciencia de toda la raza humana”. 

“Si puedes seleccionar cualquier juego, ¿por qué no elegir el más emocionante y desafiante que existe?”, agrega. Y asegura que en los últimos seis años había sido testigo de una elevación de la conciencia humana en Estados Unidos. También confiesa que fue testigo de una reacción de pánico y angustia contra esa revolución psicodélica que le parecía predecible.

La portada original del disco, editado en 1966.

El parámetro que fue descubriendo en sus investigaciones en Harvard  fue que las personas se entregaban realmente a la expansión psicodélica cuanto más jóvenes eran. “Los sistemas de símbolos impresos de la generación anterior no pueden tolerar (y de hecho aúllan de dolor neurológico) cualquier idea o método que prometa cambiar el juego”, detalla el investigador y aclara que como no quería generar dolor, es que había elegido deliberadamente transmitir el mensaje a la generación más joven. 

Saberes del cuerpo

“En el futuro, el hombre educado será aquel que pueda mover su conciencia de manera deliberada, planificada y precisa, de un nivel a otro con propósitos específicos y armoniosos”, dice a los 37 minutos. Y luego profetiza que la religión del futuro se basaría en los saberes del cuerpo como templo lleno de espacios santos, dotados de un poder de producir experiencias de éxtasis. Para esa religión, indica en 38.34, “los psicoquímicos son los instrumentos del nuevo conocimiento y los sacramentos de la nueva religión”. 

Al encenderse para tomar contacto con la sabiduría del cuerpo, Leary da cuenta del inicio de un proceso de transformación donde la persona toma conciencia del intercambio de energía con el entorno. Y al descubrir la belleza interna, inevitablemente se buscará expresar ese sentimiento en los lugares que habitamos, tanto como en las relaciones que tenemos: “Te encontrarás saliendo de rutinas estereotipadas, saliendo de ciudades, alejándote de secuencias repetitivas impuestas tribalmente”. 

“Si puedes seleccionar cualquier juego, ¿por qué no elegir el más emocionante y desafiante que existe?”, opinaba Leary. Y el juego que eligió fue “expandir y elevar la conciencia de toda la raza humana”. 

Esto dice poco antes de los 50 minutos, donde explica que al abandonarse, el psiconauta percibirá pronto que pertenece a una “especie nueva y mutacional”,  a la que le pide “separarse de la locura de la sociedad”.  La épica es rural y la gestión la siente como artesanal, basada en un regreso sensorial a disfrutar de lo que se genera por fuera de los sistemas de producción masivos.  

En 55:15 el gurú psicodélico, promediando la despedida del disco, critica al sistema educativo como cadena de montaje de producción de robots. Aboga por una sociedad que permita que las personas encuentren su propia divinidad. Y aconseja una actitud de amabilidad para contagiar a las propias familias el descubrimiento psicodélico. 

Eso sí, no les aconseja darles LSD en el terrón de azucar, sino hacer que su encenderse sea mediante la sensorialidad más natural.  “Por muy adicta a los símbolos que pueda ser una madre, es básicamente un organismo vivo con miles de millones de cámaras neuronales sintonizadas con energía externa. No uses símbolos para asustarla. No alteres su sistema de símbolos. Ve a visitarla y deleita su olfato con una flor. Deleita su sentido del gusto con una comida nueva. Deleita su sentido del sonido con el ritmo y la armonía de tu voz”.  El disco entero bien podría entenderse bajo este consejo.