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Terence McKenna investigadorNicolás Rosenfeld (@rosenfeldtown)

Los hongos mágicos como pieza clave en la evolución humana

Hongos, plantas, cactus. Los enteógenos son quizás uno de los últimos misterios del mundo moderno.  Llevamos milenios usándolos, cientos de años investigándolos y todavía no tenemos ideas claras sobre su función e influencia en la cultura y la evolución humana. En el cumpleaños de Terence McKenna, uno de sus mayores investigadores, recordamos sus teorías más importantes.

Terence McKenna (1946-2000) fue un investigador, etnobotánico, escritor y fundamentalmente psiconauta. Es considerado una de las mentes más revolucionarias en la materia y también, a la luz de la prohibición, un personaje polémico.

Entre sus méritos se encuentra la publicación junto a su hermano Dennis de uno de los primeros manuales de autocultivo de hongos Psilocybe.

Dennis fue, además, el responsable de la primera publicación del arte ayahuasquero de Pablo Amaringo.

Muchas de las ideas de Mc Kenna continúan siendo de vanguardia y permiten volver a pensar muchos aspectos de la relación entre nuestra especie y los misterios de la naturaleza

Terence fue defensor del uso de sustancias psicoactivas para el esparcimiento, crecimiento personal, espiritual y cultural.

A más de dos décadas de su muerte, muchas de sus ideas continúan siendo de vanguardia y permiten volver a pensar muchos aspectos de la relación entre nuestra especie y los misterios de la naturaleza.

Terence McKenna En la región colombiana de las selvas del río Amazonas en 1971.
En la región colombiana de las selvas del río Amazonas en 1971.

Los monos psiconautas

Una de las teorías más populares de McKenna es la hipótesis del “mono drogado” y sugiere que el paso fundamental de la evolución humana de Australopithecus a los primeros géneros Homo fue catalizado por los hongos psilocybe.

En la teoría de McKenna, los antepasados del género humano vagaban por las sabanas africanas siguiendo las manadas de mamíferos herbívoros ungulados (que poseen pezuñas) cazando los individuos débiles o viejos y aprovechando los cadáveres o restos como placentas.

En esos movimientos en conjunto, los humanos primitivos habrían encontrado y probado los hongos del género Psilocybe que prosperan en la bosta de este tipo de animales.

Una de sus teorías más populares es la del “mono drogado”: sugiere que el paso fundamental de la evolución humana de Australopithecus a los primeros géneros Homo fue catalizado por los hongos psilocybe

La teoría sugiere tres cambios fundamentales basados puntualmente en los efectos que provoca la psilocibina en distintas dosis: a dosis bajas se genera una mejora en la agudeza visual especialmente en la detección de bordes y contrastes, algo fundamental para un homínido cuya supervivencia dependía de la caza y la recolección.

Dosis ligeramente más altas incrementan la líbido y generan un estado de bienestar, combinando dos factores que conducen directamente a la propagación y supervivencia de una especie: mejores fuentes de alimentación y mayor actividad sexual.

En dosis medianas a altas se generan dos efectos que sostienen la diferencia entre los humanos y el resto de los primates: la psilocibina estimula la vocalización y puede predisponer episodios de sonidos que simulan un lenguaje.

La sinestesia, la difuminación de las barreras entre los sentidos que permite percibir un olor como una imagen o un sonido como un color, también característica de la psilocibina, habría ayudado a consolidar la creación de un lenguaje abstracto.

Por último, los monos que tenían mejor comida, más sexo y un rudimentario lenguaje, habrían tenido una experiencia divina.

De hecho, mediante la ingestión de dosis altas de psilocibina y las experiencias trascendentales grupales, el humano se inició en las experiencias religiosas, un elemento que unió y conectó las primeras sociedades humanas más allá de la consanguinidad.

El plan Planta Planeta

Como muchos otros investigadores de los enteógenos, McKenna fue también un firme defensor de la ecología.

Su propuesta iba más allá del puro conservacionismo práctico de proteger los hábitats de los enteógenos vegetales y las culturas que los usaban. McKenna sostuvo dos patrones posibles de comportamiento para las civilizaciones humanas.

La cultura de dominación respondería a una concepción animalista o primate, el poder del más fuerte que resulta en los modelos opresivos económicos, de género, raciales y culturales.

Económicamente, depreda los recursos y avanza, conquistando nuevos espacios sin un equilibrio que regenere los espacios agotados y conduce al estado actual tanto del modelo económico como ecológico.

En el polo opuesto se encontraría una aproximación vegetalista, en sus palabras “una feminización de la cultura”.

Para McKenna la verdadera diferencia entre masculinidad y feminidad no corresponde a un paradigma estereotipado de hombre-mujer sino animal-planta.

Terence McKenna foto
En el uso y obtención de recursos, las plantas muestran una adaptación superior a los animales, ya que pueden perdurar indefinidamente en el mismo hábitat, reciclando en simbiosis con otras especies y generando un ciclo que permite el equilibrio en el resto del ecosistema.

Trasladándolo a las civilizaciones humanas, el uso de tecnologías sustentables y la energía fotovoltaica es la clave para un futuro menos oscuro.

Para McKenna la verdadera diferencia entre masculinidad y feminidad no corresponde a un paradigma estereotipado de hombre-mujer sino animal-planta

“El Feminismo es una fuerza tremendamente subestimada, vista en el contexto actual como un interés de las mujeres. El concepto de que el avance de la mujer es un programa conectado de manera vital con la supervivencia de la especie humana todavía no atravesó la sociedad”, escribió McKenna.

“La razón de esto es simplemente que las instituciones que nos manejan y más nos amenazan en el siglo XX son instituciones deshumanizadas. Si las mujeres tuvieran más espacio en la creación y ejecución de políticas por parte de estas instituciones, tendrían un carácter más benigno y ecológicamente sensible”, sostuvo.

La conexión entre conciencias

Una parte fundamental del trabajo de McKenna tiene que ver con los estados de conciencia alcanzados mediante enteógenos y una característica repetida de las triptaminas como la psilocibina, la dimetiltriptamina (DMT) o el LSD que consiste en la experimentación de un contacto con inteligencias incorpóreas.

Extraterrestres, antepasados, mentes de otras dimensiones, llamados por McKenna como “duendes mecánicos” compuestos de fractales, las inteligencias contactadas mediante enteógenos o rituales son una constante de la civilización humana.

Para McKenna, el DMT abre la puerta hacia una conexión con seres que habitan otras dimensiones, paralelas o alternativas, conexión que permite acceder a la mente universal y la sabiduría contenida en ella.

Se trata de un fenómeno también reportado por el científico Rick Strassman, que capturó las experiencias de miles de personas en su libro “DMT: La molécula del alma”.

Para McKenna, el DMT abre la puerta hacia una conexión con seres que habitan otras dimensiones lo que permite acceder a la mente universal y la sabiduría contenida en ella

Hasta llegó a proponer que los hongos Psilocybe podían provenir del espacio exterior, ya que la fortaleza de sus esporas es capaz de sobrevivir incluso la radiación.

Una especie de drones con la capacidad de comunicarse con otras especies, emitir y recibir información, quizás diseñados por una inteligencia fuera de este sistema solar.

Existe además una evidencia química que sugiere un origen fuera de este planeta. La psilocibina es 4-fosforiloxi-N,N-dimetiltriptamina. Tiene un grupo fosforilo en la posición 4 de la molécula y se trata del único indol 4-fosforilado que existe naturalmente en todo el planeta. Una sugestiva casualidad.

Por suerte, existen cientos de registros de sus conferencias y charlas para escuchar en su propia voz sus ideas y teorías.