La Escuela Popular de Salud Comunitaria junto a la Universidad de Avellaneda (UNDAV) lanzaron este año una propuesta académica destinada a promotoras y vecinos de la villa más grande de la Ciudad de Buenos Aires. “Es una diplomatura como la que vienen dando otras universidades, pero adaptada para que la gente pueda cultivar en los barrios”, explica a THC Juan Larramendi, médico traumatólogo, especialista en abordaje con cannabis para la salud y coordinador de la Escuela.
La Diplomatura en Cannabis Medicinal sintetiza dos ediciones anteriores de cursos en el mismo barrio, que con el acompañamiento de la UNDAV -que aprobará la Diplomatura en los próximos días en su Consejo Consultivo- adquiere un carácter académico y más formal.
Los cursos previos estuvieron destinados a promotores de salud del barrio, pero por primera vez se abre el juego para que vecinos y vecinas puedan participar de la formación. Según Larramendi, “con las promotoras de salud suele pasar que los cursos duran dos o tres meses, o que quizás los arma alguna organización (y está muy bien), pero al momento de buscar o encontrar trabajo, tienen más posibilidades cuando tienen una universidad que los respalda”.
Antes de lanzar la propuesta, desde la Escuela -perteneciente al espacio social y político El Hormiguero- se propusieron relevar si el tema interesaba y convocaba a los y las vecinas de la Villa 21-24. Y hubo éxito.
Salud y cannabis en la villa, una propuesta para autogestionar la salud
“En la escuela tenemos esa lógica de consultar y ver qué tema surge, qué tema resulta interesante o sobre qué queremos profundizar. Hicimos relevamientos para ver si era necesario o no traer una cursada de este tipo, más en el contexto de un asentamiento, de una villa” explica Larramendi.
“Las condiciones adversas para cultivar, la presencia de la Policía y las fuerzas de seguridad -que de seguridad no tienen nada-, componen un entramado complejísimo para que la gente cultive. La presencia de los narcos también, son distintos actores todos entrelazados que forman un panorama muy muy complejo, y ahí es donde nosotros empezamos a habitar esta formación”, continua.
Según Larramendi, los procesos para desarrollar la diplomatura empezaron “con mucho cuidado y mucha cautela, con mucho respeto, porque conocemos casos de pibes que han tenido que escapar del país por lo presos que estaban de los tranzas del barrio que tenían amenazada a su familia”.
La falta de casas amplias o patios para cultivar y el riesgo eléctrico que implica el solo hecho de habitar una villa donde las empresas de energía eléctrica no llegan (lo que imposibilita por completo la confección de cultivos interiores) son algunas de las cosas que debieron tener en cuenta a la hora de planificar la parte práctica de la Diplomatura, que aborda el cultivo de cannabis desde cero.
“Es una diplomatura como la que vienen dando otras universidades, pero adaptada a que la gente pueda cultivar en los barrios. ¿Para qué? primero para que la gente se pueda autogestionar la salud de una manera económica, eficaz y sustentable; y por otro lado para habitar un poco la discusión sobre la guerra contra las drogas. El sujeto principal que tenemos que ir a cuidar son los usuarios, los cultivadores y en este caso en particular, a los pibes que son rehenes de los narcos y de la Policía”, precisa el médico.
También para divulgar información certera y con bases científicas. Muchas de las promotoras de salud que habían cursado años anteriores llegaban con dudas y prejuicio, pero al final del curso “decían que les había cambiado la cabeza completamente, que abordaban el tema de manera distinta”.
De hecho, cuenta Larramendi, un grupo de promotoras que ya trabajaban en un Centro de Salud y Acción Comunitaria (CESAC) y tenían identificados a varios pacientes postrados con cuidados paliativos, pudieron poner en práctica su aprendizaje y lograr preparados para esas personas, siempre en el marco de un acompañamiento consultado.
“La diplomatura la brinda un equipo interdisciplinario, cultivadores, médicos, diseñadora industrial, enfermeros, kinesiólogos, etc; así que trabajamos de esa manera, con un enfoque de políticas de reducción de daños, protegiendo a los cultivadores y a los usuarios y tratando también, por qué no, de algún día generar empleo, de formas asociativas, cooperativas, para que puedan tener una salida laboral”.
El contenido de la Diplomatura
Tiene 102 horas de cursada, 33 clases y seis módulos que se darán de forma sincrónica y presencial en la Escuela de Salud. A la par de los contenidos teóricos se avanza sobre el aprendizaje práctico en el cultivo.
En el primer módulo se aborda una introducción al cannabis sativa, sus orígenes, la historia del movimiento cannábico en el mundo y las características botánicas de la planta. En el segundo se trabaja sobre el marco regulatorio y las políticas de drogas en general.
En el tercero ya se abocan a estudiar el sistema de salud en Argentina aplicado a la planta. A esa altura los estudiantes ya tienen el Reprocann hecho, un marco legal que los sostiene para continuar y profundizar sus cultivos.
El módulo cuatro aborda la farmacología: cómo se usa el cannabis y sus vías de administración. El módulo cinco es clínico, y los alumnos tendrán charlas con distintos profesionales de salud como ginecólogas, veterinarios y profesionales de salud de otras especialidades.
Por último el módulo seis abarca talleres, casos clínicos y decisiones sobre cómo tratar casos o pacientes específicos. Los insumos los cubren a pulmón, con sustratos y semillas aportadas por cultivadores o clubes cannábicos.
Otro de los ejes importantes de la diplomatura es “correr a los médicos de la situación de la autoridad competente para prescribir cannabis. Creo que la figura de promotora de salud, con un acompañamiento cannábico y el margen de seguridad que tiene el tratamiento terapéutico, o cualquier trabajador de salud puede hacerlo sin necesidad de ser médico”, precisa el referente de la Escuela Popular de Salud Comunitaria.
La organización El Hormiguero, de la que forma parte, tiene una lógica de trabajar institucionalizando para que los espacios permanezcan en el tiempo. Explica que “hay distintos territorios o villas de la Ciudad de Buenos Aires y cada uno tiene su institución: hay escuelas de arte, bachilleratos populares, un profesorado, espacios culturales, y en la villa 21 está la Escuela de Salud”.
En el establecimiento, ubicado en Zavaleta 1269-1299, manzana 11, casa 40, brindan otras cuatro diplomaturas: en Salud Ambiental, en Formación Sociocomunitaria, en Lactancia y Puericultura y en Cuidado de personas mayores, “todas orientadas -sobre todo la última- en que pueden conseguir trabajo”.
También trabajan en un observatorio de salud para analizar cómo funciona la salud en CABA, y qué denuncias u observaciones tienen los vecinos para hacer. “Estamos convencidos de que la salud puede ser muchísimo mejor en la ciudad más rica del país, la realidad es que al nivel primario de atención es muy escaso el presupuesto que se le asigna”, asegura el especialista.
En síntesis, la Diplomatura pretende que se genere un grupo de referencia territorial en el tema de cannabis, en el que participen familiares de chicos que usan cannabis, personas que estén con problemáticas de abuso de sustancias y pacientes que aborden algún problema de salud a través de una terapia cannábica: un dispositivo que pueda contener y dar respuestas a todo lo que tenga que ver con cannabis y salud.
El sábado 6 fue la clase inaugural de todas las diplomaturas, y esta en particular se comenzó a cursar el lunes 8 en la Villa 21-24. Los organizadores esperan que, con el acompañamiento de la UNDAV, pueda replicarse varios años más, y no descartan expandirse a nuevos territorios.