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Estudio: el cannabis no produce daño cognitivo

Durante décadas se repitió hasta el cansancio una frase que terminó por ser aceptada sin evidencia: “la marihuana te quema la cabeza”. Sin embargo, una reciente investigación científica realizada en Dinamarca pone en duda esa creencia popular y propone revisar con mirada crítica los argumentos que sostienen las políticas prohibicionistas.

El estudio, realizado por investigadores de la Universidad de Copenhague, en Dinamarca, analizó a más de cinco mil hombres a lo largo de varias décadas y concluyó que el uso de cannabis no acelera el deterioro cognitivo con el paso del tiempo. Así, uno de los prejuicios más instalados en torno al uso de esta planta empieza a desmoronarse con datos concretos.

La investigación incluyó a 5.162 hombres nacidos entre 1949 y 1961, quienes fueron evaluados durante su juventud y luego reexaminados muchos años después. A través de pruebas estandarizadas, los científicos compararon los resultados de quienes habían usado cannabis con los de aquellos que nunca lo habían hecho.

Lejos de confirmar un deterioro, los resultados mostraron algo sorprendente: los usuarios de cannabis obtuvieron, en promedio, un puntaje ligeramente superior en las pruebas cognitivas. Específicamente, registraron 1,3 puntos más en el coeficiente intelectual en comparación con los no usuarios.

Aunque los autores del estudio señalan que esta diferencia no es estadísticamente significativa, sí resulta reveladora. No hay evidencia de un daño cognitivo asociado al consumo, lo que tira por tierra una de las principales banderas de las campañas antidrogas que proliferaron en el siglo XX, en especial durante la llamada «Guerra contra las Drogas» impulsada por Estados Unidos.

La evidencia científica: ¿Uso de cannabis y daño cognitivo?

Este hallazgo no está solo. En años recientes, distintas investigaciones realizadas en otros países también llegaron a conclusiones similares. En Australia y Estados Unidos, estudios con metodologías rigurosas no encontraron pruebas contundentes de que el uso de marihuana provoque un deterioro cognitivo acelerado con el tiempo.

Lo que antes parecía una verdad irrefutable hoy empieza a ser discutido desde la evidencia. La ciencia, cuando se aleja de los prejuicios y se apoya en datos, puede ser una herramienta clave para desarmar narrativas que se construyeron más desde el miedo que desde el conocimiento.

Una limitación del estudio danés es que solo se evaluó a hombres. Esto se debe a que los datos utilizados provienen de exámenes realizados a reclutas militares, donde el universo de participantes era exclusivamente masculino. Por eso, los investigadores aclaran que será necesario avanzar en estudios más amplios que incluyan también a mujeres y otros grupos poblacionales.

Sin embargo, eso no le quita peso al resultado. Por el contrario, este trabajo marca un punto de partida para repensar muchas de las creencias instaladas sobre los efectos a largo plazo del cannabis.

El rol del sesgo en la ciencia

Uno de los aportes más valiosos del estudio es su capacidad para visibilizar los sesgos que existieron (y aún existen) en la producción científica sobre el cannabis. Durante décadas, muchos estudios que asociaban su consumo con problemas mentales fueron financiados por laboratorios, fundaciones conservadoras o actores políticos interesados en reforzar políticas represivas.

Estos intereses influyeron no solo en el enfoque de las investigaciones, sino también en la forma en que sus resultados fueron comunicados. Se instaló una narrativa de daño irreparable, sin matices, que justificaba el castigo y la criminalización, especialmente hacia jóvenes y sectores vulnerables.

Hoy, bajo un nuevo paradigma científico que exige mayor transparencia y rigor metodológico, empiezan a emerger estudios más equilibrados. Investigaciones que no buscan confirmar prejuicios, sino entender realmente cómo impacta el cannabis en la salud humana, sin dogmas ni estigmas.

Aunque el estudio danés no pretende ser la palabra final sobre el tema, sí representa un avance significativo en la discusión sobre el uso del cannabis. Sus resultados invitan a revisar críticamente las políticas públicas que, durante décadas, se construyeron sobre mitos.

En lugar de centrarse en la penalización, tal vez sea momento de enfocar los esfuerzos en la educación, la reducción de daños y el acceso a información veraz. Si la marihuana no “fríe el cerebro”, como se insistió por tanto tiempo, entonces ¿por qué seguir basando leyes y campañas en esa idea?

El prejuicio como obstáculo a la ciencia

La historia del cannabis está atravesada por el estigma. Desde su demonización mediática hasta su asociación con la delincuencia, la planta fue convertida en un enemigo público por razones más políticas que médicas. El miedo al “peligro” del porro sirvió para justificar detenciones, allanamientos y campañas moralistas que poco tenían que ver con la salud pública.

Desmontar el mito del daño cognitivo es un paso fundamental para cambiar esa mirada. La evidencia científica no solo desmiente el prejuicio, sino que también señala los riesgos de seguir construyendo políticas sobre cimientos falsos.

Los tiempos están cambiando. Cada vez más países avanzan hacia marcos regulatorios que reconocen el uso adulto y medicinal del cannabis. En ese contexto, contar con estudios como el danés es clave para dar debates informados y escaparle al sensacionalismo.

Por supuesto, esto no significa negar que el cannabis puede tener efectos adversos en ciertos contextos o poblaciones. Como cualquier sustancia, su uso debe ser informado, responsable y acompañado por políticas públicas basadas en evidencia.

Pero sí implica dejar atrás los discursos alarmistas que, lejos de proteger, estigmatizan. Y entender que, en muchos casos, el verdadero daño no lo produce la planta, sino el prejuicio.