Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

Países Bajos: comienza la venta en coffeshops de cannabis legal producido en el país

Durante décadas, los Países Bajos fueron considerados un símbolo de apertura hacia el uso de cannabis, principalmente gracias a sus conocidos coffeeshops, donde se puede comprar y usar marihuana sin demasiados problemas, tanto para residentes del país como para extranjeros. Sin embargo, había una gran contradicción en ese modelo: si bien la venta al por menor estaba tolerada, el cultivo seguía siendo ilegal. Eso está empezando a cambiar.

Este mes, el gobierno holandés amplió un programa piloto que permite la venta de cannabis producido de manera legal en el país por empresas autorizadas. El objetivo es claro: regular toda la cadena de producción, desde el cultivo hasta el punto de venta, y terminar con una situación que legalmente era absurda.

De la tolerancia a la regulación

Desde los años ‘70, los Países Bajos tienen una política de “tolerancia” respecto al cannabis. Esto significa que, aunque técnicamente es ilegal, el Estado no persigue a quienes compran o venden pequeñas cantidades en los coffeeshops. Esto convirtió al país, y especialmente a ciudades como Ámsterdam, en un destino atractivo para turistas que buscaban un porro legal.

Pero esa tolerancia tenía una gran laguna: si bien los locales podían vender marihuana, no había un marco legal para su producción. Es decir, los coffeeshops vendían un producto que no podían adquirir legalmente, lo cual obligaba a recurrir a canales informales o directamente ilegales para abastecerse.

Este hueco en las leyes generó que a lo largo de los años se multiplicaran los cultivos clandestinos a gran escala, manejados por organizaciones criminales, para abastecer un mercado regulado.

Diez ciudades, ochenta coffeeshops, y un nuevo modelo

El plan piloto incluye a 10 municipios: Almere, Arnhem, Breda, Groningen, Heerlen, Hellevoetsluis, Maastricht, Nijmegen, Tilburg y Zaanstad. En total, son unos 80 coffeeshops los que participan del experimento, que permite vender cannabis proveniente de 10 productores que cuentan con licencia oficial del Estado.

Una de estas empresas es Hollandse Hoogtes, ubicada en la ciudad de Bemmel, cerca de la frontera con Alemania. Según explicaron sus responsables a los medios holandeses, el funcionamiento del lugar es similar al de cualquier otro invernadero agrícola, como los que cultivan tomates o pimientos. Pero allí se producen alrededor de 200 kilos de marihuana por semana, en condiciones estrictamente controladas.

Producción responsable y sostenible

La calidad del cannabis producido legalmente es uno de los pilares del programa. Benjamin Selma, jefe de cultivo de Hollandse Hoogtes y con una larga trayectoria cultivando en el mercado regulado de California, Estados Unidos, explicó que cada lote se somete a análisis rigurosos: se miden niveles de cannabinoides, terpenos, presencia de hongos, bacterias, metales pesados, entre otros parámetros.

Además, el enfoque ambiental es una prioridad. La empresa utiliza energía solar para alimentar sus instalaciones, emplea técnicas libres de pesticidas y presenta sus productos en envases biodegradables.

El objetivo no es solo garantizar un producto seguro para el consumidor, sino también demostrar que se puede desarrollar una industria cannábica responsable, moderna y respetuosa con el medioambiente.

Una política fruto del consenso

Este experimento regulatorio fue el resultado de un acuerdo político alcanzado en 2017 entre partidos cristianos, más conservadores, y sectores progresistas que promovían la legalización total. Ante la falta de consenso para aprobar una ley que regulara por completo el cultivo, se optó por este modelo intermedio.

Como parte del compromiso, se estableció que el programa sería evaluado durante cuatro años por un equipo de investigación independiente. El análisis se centrará en el impacto que tiene una cadena de suministro legal de cannabis sobre la seguridad, la salud pública y el crimen organizado.

El intendente del municipio de Breda, Paul Depla, lo resumió así: “Esta es una gran oportunidad para ver cómo funciona la cooperación entre productores legales, coffeeshops y las autoridades involucradas”.

Paradójicamente, la ciudad más famosa por su cultura cannábica quedó fuera del programa. En los últimos años, Ámsterdam adoptó una política más restrictiva: cerró varios coffeeshops y prohibió fumar en algunas calles del centro histórico.

Esto responde, en parte, a la presión del turismo masivo y a las quejas de vecinos que sienten que su ciudad fue transformada en un parque temático del cannabis. Sin embargo, el gobierno nacional parece decidido a demostrar que se puede tener una industria regulada, sin necesidad de caer en el caos o en la criminalización.

Una señal para el mundo

Lo que sucede en los Países Bajos es seguido de cerca por otros países que evalúan sus propias políticas sobre cannabis. La experiencia neerlandesa muestra que no alcanza con permitir la venta minorista si no se regula el origen del producto. La falta de una cadena legal de suministro crea vacíos que pueden ser aprovechados por el mercado ilegal, con todos los riesgos que eso implica.

Con este programa, los Países Bajos intentan volver a ser referentes en el debate internacional sobre políticas de drogas. Pero esta vez, apostando a la legalidad plena, la profesionalización del sector y la protección tanto del consumidor como de los trabajadores.

¿Un modelo posible para Argentina?

En nuestro país, el cannabis medicinal está regulado desde hace algunos años, y existe un marco legal que permite el autocultivo para fines terapéuticos. Además, la Agencia Regulatoria del Cannabis (ARICCAME) fue creada para supervisar el desarrollo de la cadena productiva nacional.

Sin embargo, todavía estamos lejos de un escenario como el neerlandés. La venta y uso de cannabis sin fines medicinales sigue siendo ilegal, y el cultivo a gran escala con fines comerciales se encuentra en una etapa incipiente, con foco principalmente en el uso medicinal e industrial.

Aun así, experiencias como la de los Países Bajos sirven como espejo para pensar cómo podría funcionar una industria del cannabis en la Argentina: con controles de calidad, foco en la sostenibilidad, respeto por los derechos laborales y una mirada integral que supere los estigmas del pasado.

La legalización del cultivo para abastecer coffeeshops no solo representa un avance en términos legales. También es un paso más hacia la normalización del cannabis como parte de la vida cotidiana, sacándolo del rincón de lo marginal o lo criminal y reconociéndolo como lo que es para millones de personas: una planta con múltiples usos, que merece ser regulada con seriedad y sin prejuicios.

El camino recién empieza, pero todo indica que los Países Bajos están listos para dar ese salto.