Poner música para estimular el bienestar de las plantas es una práctica común y repetida en todo el mundo. ¿Qué dice la ciencia al respecto?
A pesar de las afirmaciones de millones de jardineros y cultivadores que afirman que las plantas responden favorablemente a la música e incluso a la voz humana, no existen evidencias concluyentes sobre este tema, mucho menos si pueden distinguir entre Nathy Peluso o Motörhead.
Sin embargo, sí existe evidencia que pueden interpretar sonidos, o mejor dicho vibraciones, para adaptarse o para disparar procesos metabólicos que les permiten sobrevivir incidentes como tormentas o ataques de depredadores.
Un estudio realizado en la Universidad de Missouri en 2014 detectó que las plantas del género Arabidopsis son capaces de responder a las vibraciones que producen las mordeduras de predadores en su tejido, disparando la producción de sustancias químicas que funcionan como defensa.
Nativas de Europa, Asia y África, las pequeñas plantas conocidas como Arabidopsis thaliana son objeto de estudio desde hace al menos un siglo, gracias a su breve ciclo vital y la escasa cantidad de cromosomas que poseen (2n:10, 5 cromosomas).
Las plantas del género Arabidopsis son capaces de responder a las vibraciones que producen las mordeduras de predadores en su tejido, disparando la producción de sustancias químicas de defensa.
Mientras que existen evidencias sobre la influencia o el tacto en una variedad de especies vegetales, se conoce poco sobre la influencia de las ondas acústicas en el metabolismo de las plantas y las pocas investigaciones realizadas fueron desarrolladas en contextos de laboratorio en lugar de espacios naturales.
Para la investigación los científicos expusieron las plantas a distintas frecuencias correspondientes a la actividad de insectos, como masticación de hojas o cantos para comunicación o reproducción. Estos “sonidos” poseen frecuencias muy específicas y se ha sugerido muchas veces que pueden impulsar en las plantas procesos defensivos metabólicos.
Los investigadores descubrieron que los ejemplares de Arabidopsis expuestos a la vibración que produce en las hojas la masticación de las orugas Pieris rapae produjeron mayor cantidad de glucosinolatos y antocianinas, sustancias químicas que funcionan como un sistema de defensa químico ante estímulos del ambiente.
Para mayor sorpresa, las plantas pudieron distinguir entre las frecuencias emitidas por la masticación y aquellas provocadas por el viento o el canto de los insectos.
En 2020, también en la universidad de Missouri, identificaron un mecanismo en las membranas vegetales que les permite interpretar la tensión mecánica y traducirla en una señal biológica, disparando procesos metabólicos. El canal mecanosensible MSL10, como fue bautizado, responde a los estímulos mecánicos del viento, por ejemplo en la tensión superficial de las células que conforman el tallo, comprobando que las plantas pueden “sentir” las vibraciones del viento.
Que dice la ciencia: ¿las plantas pueden escuchar?
La intriga sobre si las plantas pueden tener nuestros mismos gustos musicales es quizás tan antigua como la agricultura. Existen cientos de evidencias científicas sobre la interacción entre géneros musicales y producción de cosechas, por ejemplo.
En 1962 en la India expusieron plantas del género Balsaminaceae a música clásica europea y ragas hindúes. De acuerdo a los resultados, las plantas expuestas a música registraron un aumento del 20% en la velocidad de crecimiento y de un 72% en la producción de materia vegetal. La música folclórica india, según los investigadores, fue más eficiente: las cosechas comerciales que fueron sonorizadas con altoparlantes rindieron entre el 25% y 60% más que el promedio nacional de rendimiento.
Es posible que las vibraciones producidas por las frecuencias acústicas influyan en el crecimiento y desarrollo de las especies vegetales, aunque para afirmar que prefieren determinado género musical falta una extensísima investigación.
Un experimento parecido ofreció resultados similares y fue realizado en la misma década en Canadá. Utilizando plantas de maíz sembradas en invernaderos, el investigador concluyó que las plantas expuestas a la música arrojaron una cosecha un 40% más abundante.
Es posible que las vibraciones producidas por las frecuencias acústicas influyan en el crecimiento y desarrollo de las especies vegetales, aunque para afirmar que prefieren determinado género musical falta una extensísima investigación.
Existen también limitaciones inherentes a la música: se trata de frecuencias que nosotros, los humanos, no sólo podemos apreciar debido a las especificidades de nuestro aparato receptor de sonidos sino que además nos parecen agradables de acuerdo a nuestro contexto cultural. Algo que, claramente, las plantas no poseen.