Parte fundamental de la cosmovisión andina, el cactus Echinopsis pachanoi crece desde Ecuador y el norte de Perú hasta el norte de Argentina y Chile. Su uso visionario y medicinal se extiende por milenios y contiene el mismo principio activo que otro cactus venerado en el norte del continente: el peyote (Lophophora williamsii)
Los Andes siempre han sido beneficiados en tener medicina. Toda esa columna vertebral que va del sur de Colombia hasta provincias argentinas como San Juan y Catamarca, ha sido agraciada por la Pachamama”, dice el ceremoniante andino Rumi Kuchuna. Entre otras cosas, habla sobre la Wachuma, la ancestral bebida ritual proveniente del cactus conocido popularmente como San Pedro.
“Es una medicina por la cual uno entra en la madre naturaleza, podemos ver el viento, el arcoíris en las gotas del rocío o cómo los colores del sol pasan del amarillo al naranja y rojo hasta llegar al violeta. Podemos tomar contacto con los árboles o ver el sexo de las plantas”, cuenta Rumi Kuchuna, en cuya sangre conversan ancestros de las comunidades Kolla-Qheshwa y Diaguita Kalchaky.
Y agrega: “Cuando estamos en ese estado, los animales se acercan porque vibramos al son del latido de la Madre Tierra. Esta es una medicina muy amorosa, que aclara los pensamientos, ablanda el corazón y hace que seamos uno con el universo”.
El caso de Rumi Kuchuna es singular. Nació en Buenos Aires como Gustavo Abel Sardinas. Su nombre ceremonial lo recibió en un ritual de pasaje a la adultez, donde sus mayores le legaron una verdadera llave simbólica: al nombrarlo “Filosa Piedra” buscaron dar cuenta de su carácter. Ese carácter se manifiesta cuando se propone hablar del respeto con que la cultura andina convive con “ese espacio intangible que se conoce como el mundo de los espíritus, de las estrellas, de los sueños”.
El viaje del aprendizaje
En la cultura andina el cuidado para actuar en los diferentes aspectos de la vida es parte central de su cosmovisión. Es por eso que el uso de plantas maestras, lejos de tratarse de una experencia individual o recreativa, está inserto en procesos de aprendizaje en comunidad, que llevan muchos años y requieren impecabilidad de propósitos y procederes.
“La gente de conocimiento tomaba esta medicina para visionar, entrar en el mundo de los espíritus para que los abuelos digan lo que hacer para beneficio de su pueblo y también la usaban para sanar”, apunta Rumi Kuchuna que se remite a eras iniciáticas, mencionando culturas como los Nazcas, los Paracas o los Tihuanacota.
“Hoy, desde el vientre de la Madre Tierra, nos dan la posibilidad de acceder a esta medicina, pero es muy importante que llegue en un ámbito ceremonial, dentro de las pautas que tenemos para hacer las ceremonias, con la forma de prepararla, los salmos y sobre todo la intención”, aclara.
Para la ritualidad y la cosmovisión andina la wachuma es una medicina que “aclara los pensamientos y ablanda el corazón”.
“Por temor a los cristianos, que te quemaban vivo, las ceremonias por muchos años se hacían clandestinamente y hubo que pasar una larga noche de oscuridad. Pero los abuelos, hace más de 500 años, pronosticaron un nuevo amanecer. Y es este tiempo”, asegura Rumi Kuchuna.
Otra de las cuestiones que es importante aclarar es que no estamos hablando de “chamanismo andino”, algo que según los miembros de estas culturas no se trata de otra cosa que una especie de apropiación occidental que borra aspectos claves “Han usado la palabra chamán para cerrar en todo eso nuestra espiritualidad. Nosotros hablamos de sabiduría o de transmisión oral, de saberes que se van pasando de generación en generación”, explica Rumi Kuchuna.
“Claro que nosotros también teníamos nuestras escuelas y universidades, pero es cuando hacemos nuestras ceremonias cuando compartimos todo el conocimiento. Es una cultura muy sabia, que nos puede reeducar, para saber que somos una gran familia, que la tierra, el agua y las montañas no son solo un recurso natural. Porque todo tiene espíritu, todo tiene vida. Y tenemos que saber reconocerlo. Nuestra cosmovisión es una alternativa a este
sistema capitalista, tan antihumano en que vivimos”, sostiene.
A sus 46 años, a apenas tres de llegar a la edad de poder transformarse en un “mayor con conocimiento”, este autodenominado “militante por los derechos de la Madre Tierra” insiste en no olvidar los aspectos troncales de una forma de ver el mundo común a distintos pueblos que habitaron y habitan la región andina: “Para esta cultura el cultivar la humildad, la sabiduría, el conocimiento, lleva ciclos. Este proceso te lo van enseñando los mayores, cotidianamente, cumpliendo etapas”, cuenta Rumi Kuchuna sobre el camino de aprendizaje. “Todo lo nuestro se basa en acompañar al tiempo y no intentar ganarle. Lleva toda una vida de preparación y aprendizaje”.
Recuperando la identidad
En su caso, mayor de tres hijos, con familia materna en Salta y paterna en Bolivia, sin tías ni abuelos en Buenos Aires, el shock de transformación le llegó cuando tuvo contacto con las comunidades de las cuales venía. “Recién ahí me cae la ficha de quiénes éramos, porque era muy fuerte ver otro sistema de vida”, cuenta y menciona detalles como no tener luz eléctrica, una lengua frecuente como el quechua, tías que no hablaban ni una gota de castellano, trabajar la tierra y sentir que todo allí era artesanal, además de habitarse un ritmo más calmo.
En el año 97, un sueño terminó de certificar su identidad suprema: “Estábamos con uno de mis hermanos en un valle soleado, jugando en un río enorme saltando de piedra en piedra. Le digo que mire el cielo. Y se aparece un gran cóndor, renegrido, en cuyas alas se traslucían los colores del arcoíris. Me levanté muy exaltado y le conté a mi viejo, que me dijo que había tomado contacto con los abuelos, que me estaban dando una misión”.
Cuando al año fue parte de un encuentro regional de comunidades originarias sudamericanas en Tihuanacu, llamado “Los hijos de la Tierra”, sintió total sentido, sobre todo al ver una piedra grabada donde aparecían representados tanto el sol como el cóndor: “Ahí fue que mi vida cambió, fue muy fuerte el poder vernos en esa diversidad de hermanos. Sentí lo que pasa con la serpiente, que va dejando su piel. Ese fue el inicio de lo que hoy somos”. Rumi Kuchuna habla en plural. Y tal vez sea allí otra llave para entrar en la cultura andina.
Poderosa transformación
Las prácticas andinas son simples. Y hasta pueden ser muy breves. Pero implican fenómenos de gran transformación. “Hay un montón de implicancias energéticas que pueden cambiarte toda la visión de la realidad. El inicio es estar consciente de la sacralidad absoluta que te rodea todo el tiempo. Tus ancestros están al lado tuyo, guiándote. La Pachamama, ese absoluto femenino universal, está más que incondicional al lado tuyo. También el agua, el viento, el sol, el río, el árbol. Son maestros increíbles. Lo que pasa es que uno se desconecta. Y la falta de
conciencia de la sacralidad de la vida es lo que te lleva a esa desconexión”, describe Alejandro Raymundo, codirector del Centro de Sabiduria Ancestral Qorikancha, quien brinda talleres vivenciales y de formación basados en técnicas chamánicas ancestrales y Tradición Andina.
Nacido en Jujuy, en sus ancestros hay abuelos libaneses y abuelas bolivianas, regiones que signarían su camino espiritual, ya que previamente a enamorarse de la cosmovisión andina y llegar a formarse en la escuela “Los cuatro caminos”, incluyendo maestrías con Don Juan e Iván Nuñez del Prado y formación en Cosmovisión Andina con Carmelo Sardinas Ullpu (“Tayta” Carmelo), en su vida transitó un camino devocional dentro del Islamismo.
Desde estos andares es que habla de la cultura andina: “El corazón de este conocimiento es entender que cada cosa que existe es una gota de Kawsaypacha, el cosmos de energía viviente. Al tener todo ese origen común hace que la interconexión sea total. Y la práctica andina con la que yo conecté se basa en entender y tomar conciencia de ese intercambio de energía”.
“La Pachamama, ese absoluto femenino universal, está más que incondicional al lado tuyo. También el agua, el viento, el sol, el río, el árbol. Son maestros increíbles. Lo que pasa es que uno se desconecta” describe Alejandro Raymundo, codirector del Centro de Sabiduria Ancestral Qorikancha
En ese proceso, la wachuma forma parte de una serie de plantas ancestrales maestras. “Es una medicina muy amorosa, con la que uno queda íntegro, con una paciencia y paz que pocas veces se sienten. Creo que aclara los pensamientos, ablanda el corazón, nos pone en eje con el latir y sentir de la Madre Tierra. Ahí sí que somos uno con la Pachamama y el universo”, define Rumi Kuchuna, hombre de sabiduría en movimiento, practicante de todas las ceremonias que hacemos en nuestra Chacana”.
Por su parte, haciendo una analogía con la psicología arquetípica junguiana, Raymundo asegura que este camino lleva a “aprender a trabajar con nuestra energía, con todas nuestras luces y sombras, activando ese proceso de individuación del que hablaba el maestro Carl Jung. El factor fundamental está en dialogar con nuestro inconsciente, hablar con nuestro inframundo. Y hay que comprender que no podemos hacer un proceso de transformación espiritual orgánico si no logramos una conexión profunda con la energía femenina suprema, encarnada para esta tradición en la Pachamama”.
En las codificaciones occidentales del saber integral andino, cuya conformación compleja podría pensarse en esa unión de diversas poblaciones distribuidas en los cuatro suyos o regiones en que se dividió el imperio incaico, unidos como Tahuantinsuyo, se describe al ser humano conformado por una burbuja energética que filtra qué energías ingresan o quedan fuera de nuestro sistema.
Esta barrera es protección y también limitante del acceso de energía. A través de todo tipo de trabajos, donde no siempre se hace uso de plantas maestras, se apunta a una vinculación holística entre lo emocional y lo espiritual.
En ese sentido, el camino de conocimiento elegido por personas como Raymundo hace una lectura del universo andino que procura revincularnos con potencia a nuestra naturaleza más profunda, donde el libre fluir de las energías que nos constituyen, bien puede verse como formas de sanación.
“Estas medicinas están para la cura a todos los problemas que esta sociedad atrae. Pero armoniosamente, sin saquearla ni perderle el respeto. Esto no es con cualquiera. Hay que ir a las comunidades, a recorrer los Andes”, agrega como reflexión urgente Rumi Kuchuna.
“La persona que lo va a buscar tiene que estar muy preparada, bien de pensamientos y sentimientos. Tenés que estar contento, alegre, porque él cactus va a tomar mucho de vos. Eso es algo a tener muy en cuenta, del respeto hacia semejante abuelo o abuela en este caso”