A medida que la humanidad avanza en la explotación de los recursos naturales del planeta, también se destruye el hogar de los animales que viven en bosques, ríos y debajo de la tierra.
El informe Planeta Vivo, realizado por el Fondo Mundial para la Naturaleza, detalló en 2020 que durante los últimos cincuenta años, se perdió el 68% de la biodiversidad total del planeta de una forma irreparable.
Para tomar dimensión, se perdieron para siempre un total de 21 mil poblaciones salvajes, entre mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios.
Según el estudio, las principales causas de la pérdida de biodiversidad se encuentran en la forma de producir alimentos y la deforestación. Por eso, los animales luego de abandonar su hábitat natural porque el sistema ecológico es destruído por completo.
Sin embargo, aún existen refugios para animales que se vuelven claves para su supervivencia donde la propia naturaleza, de la mano del cannabis, se vuelve la principal aliada.
En Colombia, donde hace años se construye una industria del cannabis, muchos de sus cultivos son enteramente orgánicos. Por eso uno de ellos, ubicado sobre la Cordillera de Los Andes, se volvió un santuario cannábico de animales salvajes. Al tener una plantación libre de contamiación química, la naturaleza reencontró su ciclo y las especies vuelven a encontrar un lugar para habitar.
Dónde queda la finca cannábica de Bucaramanga
Miguel Reuda es uno de los tantos cultivadores que trabaja en la primera finca cannábica de Bucaramanga, Colombia. “Qué belleza”, piensa mientras observa las decenas de hectáreas donde la planta crece al aire libre.
Como el municipio está en medio de la Cordillera Oriental de los Andes y la granja se ubica en una meseta, también puede ver el resto de las maravillas naturales que lo rodean. Bosques, cascadas y reservorios de agua forman parte de lo que pocos dudarían en calificar como un paraíso.
¡Crack! El ruido hace sobresaltar a Reuda y lo saca del trance en el cual se encontraba. Gira rápidamente sobre sí para descubrir qué causó el sonido y, a los pocos metros, en un árbol cercano a los cultivos, ve una sombra que se desplaza lentamente entre las ramas. Al principio le cuesta saber qué es, pero luego distingue al oso perezoso que suele pasar por allí.
“Trabajamos con certificaciones de ‘buenas prácticas agrícolas’ y bajo estándares estadounidenses y europeos. Solemos recibir auditorías de ambos y, además, en Colombia nos controlan los ministerios de Agricultura, Justicia y Salud”, le explica a THC Javier Franco, vicepresidente de Agricultura de Flora Growth.
El cultivador respira aliviado y observa al animal un rato. Se alegra al saber que está viviendo tranquilo y alejado de los problemas que el propio ser humano le puede generar.
“Es increíble que el cannabis haya traído empleo y salud a Bucaramanga, y que al mismo tiempo se haya convertido en un santuario para los animales de la zona”, reflexiona Reuda, en diálogo con THC, mientras continúa con su labor para que las plantas sigan creciendo.
Qué tipo de cannabis se cultiva en Bucaramanga
Hace dos años, la empresa Flora Growth estableció una finca en Bucaramanga para producir cannabis. “La propiedad cuenta con 360 hectáreas de las cuales en 100 tenemos licencia para cultivar variedades psicoactivas y no psicoactivas”, explica a THC Javier Franco, vicepresidente de agricultura de la compañía.
Franco remarca que la empresa tiene dos premisas claves: cultivar al aire libre y de forma orgánica.
“Trabajamos con certificaciones de ‘buenas prácticas agrícolas’ y bajo estándares estadounidenses y europeos. Solemos recibir auditorías de ambos y, además, en Colombia nos controlan los ministerios de Agricultura, Justicia y Salud”, cuenta sobre los requisitos que debe tener un cannabis destinado a la industria medicinal para certificar que no haya presencia de plagas ni de metales pesados.
“Antes, cuando bajábamos al pueblo nos llamaban ‘marihuaneros’. Ahora nos vienen a dejar su currículum”, cuenta Franco.
En cuanto al abono, Franco detalla que “la parte nutricional se trabaja con humus de lombriz y compost. Todo de origen vegetal, nada que provenga de animales va a los suelos”, asegura.
“Y como estamos en una zona con viento constante, casi como si fuera un ventilador, tenemos pocas plagas. El principal problema es la Botrytis, a la cual combatimos con microorganismos que son sus enemigos naturales”, dice.
La mínima presencia de agroquímicos, los cuales son ampliamente utilizados en los campos colombianos, hace que el terreno signifique un “santuario natural” para los animales nativos.
Cuenta que “hay osos perezosos, puercoespines, venados y zorros. También hemos documentado siete especies de serpientes y decenas de aves: estamos en pleno proceso con Flora y Fauna para ayudarlos a relevar las especies que empezaron a habitar aquí”.
El llamado del bosque
“Los espacios naturales con poca intervención humana, o una que no es amenazante para la fauna, terminan siendo recuperados por las especies que tradicionalmente los ocuparon”, nos explica Emiliano Ezcurra, ex Vicepresidente de Parques Nacionales en Argentina y actual Director de la ONG Banco de Bosques.
Si bien las certificaciones farmacéuticas exigen que las plantaciones de cannabis para uso medicinal deben ser orgánicas, un cultivo así como el de Bucaramanga no solo es un beneficio para el medio ambiente. También tiene un impacto positivo en la economía local.
“Es increíble que el cannabis haya traído empleo y salud a Bucaramanga, y que al mismo tiempo se haya convertido en un santuario para los animales de la zona”, reflexiona dice Miguel Reuda, cultivador de cannabis en la finca.
“Antes, cuando bajábamos al pueblo nos llamaban ‘marihuaneros’. Ahora nos vienen a dejar su currículum”, recuerda Franco. Esas personas ven con sus propios ojos el boom de la industria del cannabis y ahora quieren ser parte.
Es lógico: el sistema colombiano ya tiene estructuras concentradas que han dejado fuera de escena a miles de campesinos.
Según datos de ProColombia, la agencia gubernamental encargada del turismo y las exportaciones, para 2030 el comercio exterior del cannabis podría pasar de los 5 millones de dólares a los 2.500 millones anuales.
Esto significaría el desplazamiento del café como el principal bien que vende el país.