“Moksha”, subtitulado “Escritos sobre psicodelia y experiencias visionarias (1931-1963)”, es un valioso libro de Aldous Huxley (1894-1963) editado postumamente en 1977, que condensa, clarifica y redimensiona la obra integral del escritor inglés vinculada a la investigación de los efectos de las sustancias psicoactivas como la mescalina, el LSD y la psilocibina en la conciencia humana.
Con el goce que puede dar un album de hits que incluya canciones inéditas, lados B de simples y sesiones de grabación, el volumen incluye fragmentos de textos psicodélicos míticos como “Las puertas de la percepción” o “Cielo e infierno”, tanto como conferencias, artículos de prensa, ensayos y cartas.
Sumergirse en las páginas de este gran mapa conceptual, organizado por Michael Horowitz y Cynthia Palmer, permite comprender cómo la exploración de Huxley concentró y expandió, al mismo tiempo, muchas de sus preocupaciones sobre las maneras de llegar a un estado de bienestar generalizado de la humanidad, donde misticismo, ciencia y política actúen de manera integrada.
Sentido máximo
Si la gracia máxima a vivir como artista de la palabra puede ser encontrar las metáforas justas para transmitir saberes trascendentes de la manera más directa posible, eso le pasó a mitad de los ´50 a Aldous Huxley.
Creador de la mítica novela distópica “Un mundo feliz” (1932), donde las personas son controladas y reguladas a través de tecnología de diseño genético y drogas de consumo obligatorio, entre 1954 y 1956 el escritor puso en juego su afilada maquinaria analítico expresiva, tanto como su prestigio social, para narrar en primerísima persona los efectos sensoriales, cognoscitivos y espirituales de sustancias psicoactivas.
“Las puertas de la percepción” y “Cielo e infierno”, terminaron siendo libros esenciales para la cultura psicodélica occidental. Incluso la propia palabra “psicodélico” nació del intercambio temprano de ideas entre Huxley y Humphry Osmond, el psiquiatra inglés que lo puso en contacto con la mescalina.
Si la gracia máxima a vivir como artista de la palabra puede ser encontrar las metáforas justas para transmitir saberes trascendentes de la manera más directa posible, eso le pasó a mitad de los ´50 a Huxley.
En ambos libros, Huxley hace que su experiencia de uso de mescalina, antes que sólo una descripción de efectos y explicaciones, sea mejor un camino de comprensión sobre cuestiones arquetípicas de la religiosidad y el arte místico, que se han ido presentando a lo largo de la historia de la humanidad. Y que pueden analizarse de manera distinta a través del prisma de las sustancias psicoactivas, cuyo uso puede generar viajes placenteros o recorridos aterradores de los confines lejanos de la conciencia.
También pueden darse a través de prácticas espirituales específicas, meditaciones o incluso la emergencia de estados místicos espontáneos, todas formas en que podemos experimentar configuraciones, personales y colectivas, de múltiples paraísos o infiernos.
Esos dos libros fueron la punta de lanza de toda una investigación del escritor, que lo hizo crear la novela futurista “La isla” (1963), donde imaginaba una organización social virtuosa donde el pasaje hacia una sociedad realmente pacífica tenía como herramienta el uso legal y regulado estatalmente de una sustancia psicoactiva llamada “moksha”, un significante sánscrito que fuentes diversas del hinduismo ven como sinónimo de la liberación misma del ciclo de reencarnaciones. Este fue el pico creativo del período psicodélico de Aldous Huxley.
Bitácora detallada
“Aldous Huxley se esforzó por demostrar cómo se podía emplear, en beneficio de quienes vivían en una sociedad tecnológica hostil a las revelaciones místicas, el poder intrínseco de estas drogas sacramentales”, dice Albert Hofmann, el químico suizo que había sintetizado el LSD en 1938, en un prólogo de “Moksha” donde deja en claro lo injustificado de que “algunas personas que habían estudiado sus obras superficialmente, o que no las habían estudiado en absoluto” llegaran a acusarlo “de ser hasta cierto punto culpable del auge de la drogadicción o incluso de ser él mismo drogadicto”.
“Por supuesto, dicha acusación carece de base justificable”, escribe el científico, aclara que Huxley veía estas sustancias como parte de un «misticismo aplicado» que ayudara “a los individuos a sacar el mayor provecho de su experiencia trascendental”. Y valora la existencia del libro como una herramienta para comprender cabalmente las ideas visionarias del escritor.
“Su hipótesis mínima de trabajo presume la existencia de una Deidad o un Fundamento, un desprendimiento trascendente e inmanente, con el cual uno debe identificarse mediante el amor y el conocimiento”, escribió Alexander Shulgin.
El farmaceutico y químico sueco da cuenta de la procura espiritual que habitaba al escritor en el período previo a conocer a Osmond y la mescalina en 1953, en el inicio de los experimentos que, justamente, sirvieron para verificar personalmente poderosas intuiciones.
Desde los inicios de los 40, su curiosidad filosófico espiritual había llevado a Aldous Huxley a consolidar un vínculo fuerte con la Sociedad Vedanta de Los Ángeles, en cuya revista bimensual colaboró por casi dos décadas. También tuvo contacto muy cercano con personalidades orientales como Swami Prabhavananda y Krishnamurti, que resultó en ambos casos muy estimulante para hacer que la idea del poder transformador interno que hay con la aceptación y vivencia profunda del vacío se llegase a materializar al elegir vivir en Llano.
En esa región estadounidense, con grandes porciones desérticas que estimulaban la imaginación del escritor, escribe “El Tiempo debe detenerse” (1944), inspirada en “El Libro Tibetano de los Muertos” y “La filosofía perenne” (1945), un ensayo que busca las verdades esenciales universales.
Hasta la llegada de la mescalina, estos intereses ligados al misticismo se mantuvieron muy presentes en quien portaba en su sangre la presencia genética de biólogos prestigiosos como su abuelo paterno Thomas Henry Huxley y su padre Leonard Huxley.
Y también había en su árbol genealógico, desde el lado materno, figuras del arte de la palabra, como su bisabuelo poeta Matthew Arnold y su tía novelista Mrs. Humphrey Ward, quien pasó a ser una presencia femenina muy influyente para Aldous, que haría del lenguaje y el pensamiento herramientas para buscar soluciones a los más graves problemas de la humanidad.
Hasta la llegada de la mescalina, estos intereses ligados al misticismo se mantuvieron muy presentes en quien portaba en su sangre la presencia genética de biólogos prestigiosos como su abuelo paterno Thomas Henry Huxley y su padre Leonard Huxley.
A través de la escritura, Huxley logró crear lazos de unión con la ciencia. pero no apenas para difundir conceptualizaciones científicas, sino para hacer de la sensibilidad literaria una lupa fundamental para generar descubrimientos únicos.
Esfera trascendente
“Si no entendemos la necesidad de trascendencia personal profundamente arraigada en el hombre, su renuencia muy natural a encauzarse por el camino difícil, ascendente, y su búsqueda de alguna liberación ficticia ya sea por debajo o paralelamente a su personalidad, no podremos alimentar la esperanza de comprender nuestro propio período particular de la historia ni, en verdad, la historia en general, la vida tal como fue vivida antaño y es vivida actualmente”, escribía Huxley en “Los demonios de Loudun”.
El texto de 1952, compilado en el capítulo 6 de “Moksha”, es clave para explicitar una mirada que ve al acceso a lo trascendente como un alimento de necesidad absoluta. Lo hacía poco antes del inicio de su contacto, epistolar inicialmente, con el psiquiatra Humpry Osmond, cuyo trabajo había conocido por un artículo periodístico y a quien conocería pronto en un congreso de Psiquiatría.
“La substancia química amarga no actuó tan rápidamente como Aldous había esperado con bastante impaciencia. Disolvió gradualmente la pátina del pensamiento conceptual y Aldous percibió las cosas con menos interferencias de su inmenso cerebro racionalizador.” escribió Humphry Osmond
Con Osmond intercambia ideas acerca de la hipnosis y de la presencia posible de sustancias psicoactivas dentro de procesos educativos como herramientas sociales transformadoras. Y se anima a pedirle que lo ayude a acceder a la mescalina: “¿Tiene esa substancia a mano? Si la tiene, espero que pueda traer un poco, porque estoy ansioso por realizar el experimento y me haría muy feliz realizarlo bajo la supervisión de un investigador tan veterano como usted”.
Finalmente, el encuentro se concreta. Luego de participar juntos del congreso, durante el cual el psiquiatra se aloja directamente en la casa del escritor, es que se realiza finalmente la experiencia psicodélica.
“La substancia química amarga no actuó tan rápidamente como Aldous había esperado con bastante impaciencia. Disolvió gradualmente la pátina del pensamiento conceptual; las puertas de la percepción se limpiaron, y Aldous percibió las cosas con menos interferencias de su inmenso cerebro racionalizador. Al cabo de dos horas y media noté que surtía efecto, y al cabo de tres comprendí que todo marcharía bien”, escribió Osmond años más tarde, en una especie de informe cargado de información y afecto sobre su vínculo con Huxley, que forma parte importante de “Moksha”.
Dentro de las cartas que envió en su momento a Osmond, esto expresaba el escritor sobre la mescalina: “No produce resultados físicos desagradables, si se exceptúa una ligera sensación de mareo al principio; no reduce la capacidad intelectual; y no produce la menor resaca… sólo una transformación de la conciencia para que uno sepa exactamente a qué se refería (William) Blake”. “Si se limpiaran las puertas de la percepción todo aparecería tal como es: infinito y santo”, es la frase que el poeta místico inglés escribió en el libro de 1873 “El matrimonio del cielo y el infierno” que Huxley cita para poder explicar el corazón de la experiencia psicoactiva que había experimentado.
La metáfora daría nombre al libro que pronto publicaría: “Las puertas de la percepción”. Y tendría una presencia tan fuerte en la cultura psicodélica de los sesenta, que fue tomada como parte del nombre del grupo The Doors, por decisión misma del gran explorador psicodélico y poeta místico Jim Morrison, en homaneja directo a la creación literario científica de Aldous Huxley.
En la misma carta a Osmond, el escritor compara la experiencia de su viaje mescalínico con con categorías psiquiátricas: “El esquizofrénico alcanza ocasionalmente este tipo de conciencia, pero como empieza con miedo y como el hecho de ignorar cuándo y de qué manera emergerá de esta condición de conciencia modificada tiende a intensificar dicho miedo, sus experiencias más comunes son de Otro Mundo, que no está situado en el cielo sino en el infierno y el purgatorio”.
De esta manera, Huxley compartía con el psiquiatra conceptos que serían publicados en “Cielo e infierno”. Y sugería a Osmond que podía haber una chance de curar los males mentales a través de experimentos con sustancias psicoactivas, sobre todo porque la posibilidad de que los propios terapeutas pudiesen percibir de primera mano la naturaleza de algunos padeceres de sus pacientes sería una llave para la creación de una nueva mirada terapéutica.
Conocimiento luminoso
En una carta de 1956 a la escritora argentina Victoria Ocampo, Aldous Huxley le agradece sus buenas impresiones sobre su libro “Las puertas de la percepción”.
En la carta, resume para ella los descubrimientos que había estado realizando hasta entonces: “Ya he ingerido mescalina aproximadamente seis veces y he sido transportado al mundo de lo que los místicos denominan «oscuro conocimiento»: la percepción de la naturaleza de las cosas acompañada por la comprensión de que, a pesar del dolor y la tragedia, el universo está en perfectas condiciones. En otras palabras, que Dios es Amor. Estas palabras son embarazosamente tontas y, en el plano de la conciencia media, falsas. Pero cuando nos hallamos en el plano superior, vemos que representan el Hecho primordial, del cual ahora la conciencia forma parte. El arte supremo de la vida sería el arte de pasar a voluntad del conocimiento oscuro al conocimiento conceptualizado”.
Todo lo que le quedó de vida al escritor inglés, quien llegó a dar conferencias hasta pocos meses antes de morir de cáncer en 1963, estuvo destinado en avanzar hacia muchas formas de síntesis de los saberes humanos que sentía como fundamentales. Y “Moksha” se ocupa de dejar registro minucioso de todo el proceso, sin temer a repeticiones conceptuales, para que cada forma en que Huxley menciona ideas centrales en su pensamiento político místico estético, sean lugares a los que volver una y otra vez, para verlos de maneras renovadas y encontrar una claridad progresiva.
Aldous Huxley, quien llegó a la experiencia psicodélica a poco de cumplir 60 años, tuvo en esa fase final de su vida una especie de renacer entusiasta en las posibilidades de regenerar positivamente las sociedades humanas, confiando en que las sustancias psicoactivas, administradas a conciencia y con un plan responsible, podían generar una revolución.
“Todos estos procedimientos modifican la química normal del cuerpo y así ayudan a eludir la válvula reductora del cerebro y a evadirse temporalmente de la prisión del yo aislado. Algún día, cuando la psicología se convierta en una ciencia genuina, se examinarán sistemáticamente todos estos métodos tradicionales para producir la trascendencia-de-sí, y se valorarán con exactitud sus respectivos méritos y defectos”, aseguró en una de las tantas conferencias en las que era invitado por su poder de generar nuevos espacios percepctivos.
En otra conferencia habló de un cercano renacimiento renovado del sentir religioso colectivo: “Será el corolario de descubrimientos bioquímicos que permitirán que grandes contingentes de hombres y mujeres alcancen una radical trascendencia-de-sí y una comprensión más profunda de la naturaleza de las cosas. Y este renacimiento religioso será al mismo tiempo una revolución”.
Si esa transformación tuvo más o menos que ver con el movimiento contracultural hippie o la new age, son conjeturas que vale pensar. Tal vez el auge presente de propuestas terapéuticas a través de microdosis de hongos también pueda ser analizado bajo la luz del pensamiento vivo de Aldous Huxley.
Sea como sea, más allá de sus chances oraculares, la claridad con que expone sus ideas y el orden de su estructura de pensamientos vuelve a “Moksha” un precioso objeto de disfrute y aprendizaje para toda persona interesada tanto en los viajes psicodélicos como en la historia misma de los grandes momentos del pensamiento humano.