Pocas personas pasaron por este mundo dejando una herencia viva tan fuerte como Franco Loja. En este momento, en indoors y jardines, en terrazas y guerrillas, variedades elegidas y desarrolladas por su dedo verde crecen lozanas como el mejor monumento a su carrera de descubridor de genéticas.
Nacido en Turín, Italia, en 1974, Franco fue un cercano colaborador de Arjan Roskam, fundador del banco GreenHouse Seeds. Hoy estaría cumpliendo 50 años.
Comenzó a ser conocido en 2007, cuando comenzó a participar de los documentales de la serie Strain Hunters (Cazadores de variedades). En cada capítulo Franco recorría junto a sus compañeros lejanos rincones del mundo no solo para encontrar la mejor variedad de cannabis sino también rescatarlas del olvido y evitar que se extingan.
En los videos, al llegar a las plantaciones Franco es un niño en una juguetería, buscando fenotipos, oliendo cogollos y maravillandose por lo que la naturaleza le hace al cannabis cuando el ser humano no está todo el tiempo presente.
En 2017, mientras estaba en Congo, África, Franco sufrió un ataque de malaria cerebral y falleció a los 42 años. Paradójicamente, se encontraba en aquel país africano como parte del trabajo de la fundación Green House Seeds, intentando ayudar a erradicar la malaria, mejorando las condiciones de vida de los habitantes de muchos de los lugares que conoció buscando semillas de cannabis.
¿Cuáles fueron los cultivos más impresionantes que viste?
Cuando yo empecé a trabajar para Green House, la colección ya tenía muy buen material de Vietnam, Camboya, Laos, también de África, de Colombia y de Centroamérica. Es difícil decir cuál fue el más impresionante, pero el material de India, el charas, es muy particular porque crece muy alto en las montañas. Tiene influencia de Hindu Kush, se nota que está mezclada con plantas más del tipo nepalí, sativas: es el camino entre las nepalesas y el kush. Y después la Malawi Gold, una sativa africana muy especial, muy única en sus efectos también, fue muy increíble encontrar la original.
“Trato de localizar a ese grupo de personas, a esa pequeña familia, comunidad o pueblo que mantuvo una variedad aislada desde hace 20 o 30 años como mínimo. Ahí sabés que tenés algo muy especial”.
¿Y cuáles son las cosas que te hacen decir: “Esta es la planta que estaba buscando”?
Lo más importante es la información que tienen los cultivadores locales, para recorrer los lugares donde ellos saben que no se estuvieron mezclando genéticas. La situación ideal sería haber estado mirando el lugar por 15 años, promedio, tener la certeza de que ahí se cosechó y se volvieron a plantar las mismas semillas, de a millones, una y otra vez. Esto crea un entorno natural invaluable, porque hacer algo así, de ese tamaño, en un indoor, sería imposible; por el espacio, por el tiempo, por la gente, es impensable. Entonces con el equipo de Strain Hunters tratamos de localizar a ese grupo de personas, a esa pequeña familia, comunidad, pueblo, tribu o cultivadores que mantuvieron el aislamiento de la variedad, que entonces viene creciendo allí por lo menos desde hace 20 o 30 años. Ahí sabés que tenés algo muy especial.
¿Qué método o técnica de cultivo te llamó más la atención?
Podría mencionar muchas, pero para darte un ejemplo curioso, de cuán ingeniosa puede ser la gente, en Swazilandia, que es donde fue nuestro último viaje, los cultivadores son muy organizados, tienen campos muy grandes, hectáreas y hectáreas. No obstante, el 10 o 20% de sus cultivos no están en tierra sino en contenedores. Y son plantas enormes y uno se pregunta por qué las tienen en macetas. Ellos explican que si viene la policía, no es que simplemente aparecen de la nada, están tiempo mirando, planean cuánta gente tienen que llevar para cortar los campos, entonces como al menos tienen algunas horas de ventaja, porque saben que la policía está yendo, pueden agarrar las plantas, subirlas a un camión y llevárselas. Por lo menos salvan el 20% del cultivo para garantizar el próximo, es una estrategia muy inteligente. Son sobrevivientes, ahí te das cuenta de que es gente que realmente necesita del cannabis como subsistencia. No es joda. En India también, el mejor Charas crece en zonas muy altas, como a 3 mil metros sobre el nivel del mar, es realmente muy alto,imagínense… el Himalaya. Hay gente que planta en lugares que realmente no podés creer que un hombre pueda llegar hasta ahí, que pueda trabajar ahí. En medio de las montañas, una parcela de marihuana y al lado un precipicio. Solo ellos llegan ahí, allá la policía no usa helicópteros, no tienen, pero incluso si pudieran ver esas plantaciones, no irían hasta allá. No vale la pena arriesgarse a que un policía se caiga de ahí.
“En India el mejor Charas crece en zonas muy altas, como a 3 mil metros. Hay gente que planta en lugares increíbles. En medio de las montañas, una parcela de marihuana y al lado un precipicio”.
Sabemos que existe una fundación Green House Seeds, ¿nació de la experiencia Strain Hunters?
En las expediciones contamos con la ayuda de mucha gente y queremos dar algo a cambio. Así es que cuando la gente pone mucha energía en ayudarnos y se aseguran de que hagamos un buen documental y de que lleguemos a las semillas originales, a las genéticas reales que estamos buscando, nosotros queremos agradecerles tratando de que mejoren su calidad de vida. En Sudáfrica, por ejemplo, trabajamos con las comunidades locales para que puedan construir redes de agua o mejorar las escuelas. Todo lo que se hace mayormente son proyectos con las comunidades locales, para poder saber quién lo está haciendo, a dónde va nuestro dinero y quiénes se benefician realmente. Es como un regalo que le devolvemos a la gente que ya nos hizo un regalo.
Lee la entrevista completa en la Revista THC 58
Texto: Lúcia de Souza Madeira y Celeste Orozco / Foto: Jackson Fager