La regulación del cannabis en muchos lugares del mundo no sólo revirtió 100 años de prohibición, sino también un fenómeno inesperado: después de siglos las áreas rurales volvieron a poblarse.
En los países donde el cáñamo se reguló los agricultores jóvenes lo consideran una verdadera oportunidad. En Estados Unidos, por ejemplo, se registró un aumento de granjeros menores a 35 años a la par del crecimiento de los cultivos del cannabis industrial: de casi 32.000 hectáreas sembradas con hemp en 2018 a 115.000 este año.
A pesar de que el cáñamo contiene cantidades significativas de CBD, el cannabinoide que hoy se encuentra en la punta de la ola. De hecho, se pronostica un mercado de CBD y sus productos derivados de 23 mil millones de dólares para 2023.
Sin embargo no todo es color verde: según la compañía de asesoría financiera Bloomberg, se podrían perder hasta 7,5 mil millones de dólares de la cosecha de cáñamo por falta no solo de compradores sino también de empresas o plantas procesadoras.
Otras dificultades que acechan a los nuevos agricultores son las dificultades para la bancarización de sus operaciones, la falta de subsidios y, en algunos casos, regulaciones muy estrictas. En varios lugares un aumento en el porcentaje de THC puede generar la clausura de toda la operación.