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Amalia Calderón, la curandera peruana que conoce a los muertos

“Nací media loca, cruzada, si me dicen que soy curandera, digo: ‘¿En serio, a quién curé?’. Y me río. Si me dicen que estoy loca, hago lo mismo”, dice Amalia Josefina Calderón antes de perderse en una carcajada. 

También ríe cuando recuerda su vínculo de amor y aprendizaje ancestral con su padre, el mítico chamán peruano Eduardo Calderón Palomino.

Cuando se narra la historia de Don Tuno, apodo con el que su padre fue reconocido como uno de los grandes conocedores del poder visionario y medicinal del cactus San Pedro, Amalia siempre se ilumina.

No es solamente su hija, sino que se trata de la principal heredera de aquel hombre-medicina, portadora de los saberes del pueblo originario de los mochica.

Amalia es heredera de una tradición. Su padre fue Don Tuno, reconocido como uno de los grandes conocedores del poder visionario y medicinal del cactus San Pedro.

Amalia, sin embargo, habla de sus dones con el mismo cuidado que, dice, usa en sus artes rituales. Amalia evita la soberbia, incluso cuando explica que de los 14 hijos de Don Tuno, solamente ella y uno más de sus hermanos nacieron con el poder de contactarse con fuerzas invisibles y de curar.

Su personalidad es pura potencia. Así es la mujer que ama representar su legado cultural: el de las artes chamánicas del Perú precolombino.

¿Te definís como curandera o chamana?
Acá el término lo toman mal, pero es curandera. Claro que no somos Dios para curar. Más bien nosotros ayudamos, que es algo muy diferente. Somos un instrumento para ayudar a las personas. El término chamán viene de los antiguos. Los mochicas eran chamanes, brujos o curanderos.

Un cactus San Pedro florecido. También es conocido por los pueblos andinos como wachuma, contiene el alcaloide mescalina. Su poder visionario lo volvió una herramienta central en los cultos nativos.


¿En qué se diferencian?
El brujo es aquella persona que hace daño y el curandero o chamán es aquella persona que te ayuda a salir de eso. El brujo trabaja con la magia negra. En cambio, nosotros trabajamos con la magia blanca. En nuestros trabajos llamamos a nuestros ancestros, a los antiguos curanderos, a muchas entidades, que son grandes maestros. Como curandera, suelo llamar a mi padre, para que me respalde en mis acciones.

“El brujo trabaja con la magia negra. Las curanderas trabajamos con la magia blanca. En nuestros trabajos llamamos a nuestros ancestros, a los antiguos curanderos, a muchas entidades, que son grandes maestros”.

 

¿Cuándo te diste cuenta de que tenías este tipo de conocimientos?
Eso comenzó a los 8 años. Nosotros vivíamos en un pueblo llamado Las Delicias. Mi papá nos decía que íbamos a pasear. Salíamos hacia Las Huacas, un lugar donde están los recintos antiguos. Íbamos hasta la campiña de Moche, llevábamos ollas, cocinábamos lo que pescábamos al borde del río.

¿No tenías miedo?
Yo le decía a mi papá que no quería ir, no quería pasar por ahí, porque veía que arriba de la huaca había un hombre que me estaba mirando. Mi papá me preguntaba cómo era el hombre. Y le decía que era un hombre con plumas. Yo lloraba porque veía gente que caminaba allí. Para quitarme los miedos mi papá me hizo subir a la Huaca del Sol, me decía que no tuviera miedo, porque usualmente yo iba a ver cosas.

¿Y veías cosas?
Cuando iba a las sesiones de mi padre y me preguntaba: “¿Qué miras, hija?”. Le decía que detrás de una señora que él estaba curando había una mujer. Y al describirla, me decía: “Exacto, es ella”. O sea, todo lo que yo miraba, mi papá lo veía también.

“Cuando iba a las sesiones de mi padre y me preguntaba: “¿Qué miras, hija?”. Le decía que detrás de una señora que él estaba curando había una mujer. Y al describirla, me decía: “Exacto, es ella”.

¿Cuándo sentís que empezás a hacer tus propios trabajos de curación?
Eso va pasando al asimilar cómo vas a hacer las cosas, al ser consciente de cómo las estás haciendo. Él te observaba. Y si estaba mal hecho, te lo decía: “Eso no se hace así”, “Eso se hace así” o “Vuelve a hacerlo”.

¿Vos lo observabas a él?
Claro, desde chica yo me inclinaba a esto. Cuando papá armaba sus mesas, el espacio del curandero donde se colocan elementos rituales que equilibran las fuerzas del bien y del mal o hacía juego de cartas siempre le espiaba. Le preguntaba para qué era tal vara o tal elemento. Él me explicaba cinco o seis cosas y me sacaba. Pero yo volvía por otra puerta. Y le seguía preguntando.

Su padre. Don Tuno, preparando la wachuma para servir en una ceremonia. Tuno fue el curandero peruano a través del cual el mundo occidental accedió a parte de la medicina tradicional andina.


¿Y cuándo creés que finalizó su enseñanza, cuándo te pasó la información indispensable?
Es que no hay información que me haya pasado. O es una forma especial de hacerlo. Se va incorporando. De tantas veces que lo vi, de tantas veces que lo acompañé. En un momento sabés lo que tenés que hacer. El aprendizaje no es tener un cuaderno y una lapicera, el aprendizaje es en la cabeza, que es como un libro abierto. Y no es que aprendes eso, sos eso.

Esta nota se publicó en la Revista THC 120, si querés más info sobre el contenido de esa edición hace click.