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argentinos plaguicidaGuido Stramana

Científicos argentinos crearon un bioplaguicida de cannabis para eliminar a las vinchucas

Uno de los daños que provocó la prohibición del cannabis durante el último siglo es que se frenaron casi por completo las investigaciones científicas de la planta. Pero en los últimos años, se avanzó en una infinidad de estudios que demostraron su potencial industrial en productos para la salud, materiales de construcción y hasta biocombustibles.

Ahora, la última novedad es que un grupo de profesionales argentinos elaboraron un bioplaguicida a partir de un extracto de cannabinoides que puede utilizarse contra las vinchucas, el insecto que contagia el mal de Chagas-Mazza, y que también podría usarse para el mosquito del dengue.

Se trata de un bioplaguicida desarrollado en conjunto entre las Universidades Nacionales de La Plata, Río Negro y la Asociación Civil Plantar Ciencia, que obtuvo el primer puesto en el Congreso Argentino de Cannabis realizado este año en la ciudad de Chilecito, en la provincia de La Rioja, por la importancia que tendrá este producto en la salud pública.

“Se dice que el mal de Chagas-Mazza es una de las enfermedades ocultas porque está asociada a la pobreza. En nuestro continente, hay 65 millones de personas que están en riesgo de contagiarse porque habitan en zonas rurales donde está la vinchuca, el insecto vector de la afección y que vive en grietas o techos de paja”, le dice a THC Martín Dadé, Doctor en Ciencias Médicas, bioingeniero e investigador de la Universidad Nacional de La Plata que fue parte del desarrollo de este bioplaguicida.

“No es para nada utópico que el día de mañana tengamos cultivos destinados a la elaboración de bioplaguicidas”, le aseguran a THC los investigadores del veneno para las vinchucas.

De todos modos, Dadé dice que las estadísticas serían mucho más altas porque los números suelen ser tergiversados por los Estados y que no se hacen estudios al respecto. “Hay provincias que aseguran que erradicaron a la vinchuca y es falso. Además, está subdiagnosticado: cuando una persona muere por problemas del corazón -el principal problema de la enfermedad- no se investiga si la causa se debe al Mal de Chagas-Mazza”, agrega.

Dadé explica que si bien existen diferentes formas de contagiarse de la enfermedad, como transfusiones de sangre que portan el parásito o una madre embarazada que se los transmite en el vientre a su hijo, “la más importante en Argentina es cuando el insecto chupa la sangre de un humano. Luego de picar, la vinchuca defeca y cuando la persona se rasca se contagia el mal de Chagas-Mazza”, dice el docente.

El investigador de La Plata cuenta que el principal lugar donde habita la vinchuca es la región que se conoce como el Gran Chaco Sudamericano, que comprende el norte argentino y los países vecinos de Bolivia y Paraguay. Si bien allí se suelen hacer fumigaciones, “siempre se utilizó un insecticidas químicos piretroides. Pero hace años hay vinchucas que se volvieron resistentes a este producto, al igual que sucede con las bacterias y los antibióticos”, explica Dadé que hace años trabaja en la investigación de estos insectos.

De hecho, Dadé cuenta una ironía al respecto: “Salvador Mazza es el lugar donde están las vinchucas más resistentes del país”, dice el investigador sobre el pueblo salteño que lleva el nombre del médico argentino que dedicó toda su vida al estudio y combate de la enfermedad del tripanosomosis americana, comúnmente conocida como Mal de Chagas-Mazza.

Bioplaguicida 100% nacional

“Hicimos la búsqueda de un bioinsecticida para reemplazar o combinarlo con otros de formulación sintética (peritroides). Este desarrollo no solamente tiene una alta actividad letal sobre el insecto. Sus moléculas, que son naturales, afectan muchísimo menos al medio ambiente y tiene un alto poder de residualidad”, cuenta Dadé sobre el bioplaguicida al cual no tienen resistencia las vinchucas, las asesina y se aplica de la misma forma que los plaguicidas químicos: se rocía las superficies donde habita el insecto.

En cuánto a su elaboración, Dadé cuenta que primero se comenzó con un cultivo en condiciones de interior de la variedad “Deep Mandarine” que llevó adelante la Asociación Civil Plantar Ciencia, en La Plata. Luego, las flores viajaron la Universidad Nacional de Río Negro donde se realizó la extracción. Por último, el concentrado de cannabinoides volvió a la capital bonaerense donde en su casa de estudios se realizó la investigación sobre las vinchucas.

Para la fabricación se combinaron 700 miligramos de flores secas molidas y diez miligramos de acetona, un tipo de solvente químico. Se mezcló durante diez minutos a temperaturas bajo cero y con vibraciones de ultrasonido.

“Se dice que el mal de Chagas-Mazza es una de las enfermedades ocultas porque está asociada a la pobreza. En nuestro continente, hay 65 millones de personas que están en riesgo de contagiarse porque habitan en zonas rurales donde está la vinchuca, el insecto vector de la afección y que vive en grietas o techos de paja”, le dice a THC Martín Dadé, Doctor en Ciencias Médicas que forma parte de la investigación del bioplaguicida.

“Previamente, habíamos probado una extracción realizada a 90° C de calor. Pero a las vinchucas no les hizo nada”, recuerda Dadé. Entonces, en la nueva composición trataron con un concentrado elaborado con frío para que se mantengan los terpenos porque los investigadores sospechan que “los principales insecticidas son los terpenos y que los cannabinoides los potencian”. Al igual que sucede con el efecto séquito con los usos medicinales en los que algunos terpenos favorecen el efecto de los cannabinoides, pero a la inversa.

Por último, Dadé cuenta que esta investigación nació por la lectura de estudios en Italia y Estados Unidos en los que utilizaban bioplaguicidas elaborados a partir de la planta de cannabis para eliminar insectos que transmiten enfermedades. Pero aunque esta investigación sea la primera del mundo para tratar las vinchucas, el grupo de científicos platenses y rionegrinos tiene otras líneas de desarrollo para el aedes aegypti -el mosquito que contagia el dengue- y garrapatas.

“Los siguientes pasos tienen que ver con determina la composición de cannabinoides y terpenos con eficacia letal, además de los mecanismos de acción”, dice Dadé que trabaja en conjunto con investigadores de la Universidad Nacional de Río Negro como el veterinario Martín Daniele y Daniel Barrio; los integrantes de Plantar Ciencia: el biólogo de Sergio Rodríguez y el geólogo Gastón Trentini; Guillermo Schinella, de la Universidad Nacional de La Plata; Gisela Solá y Guido Stramana.

Si bien en la actualidad Argentina solamente permite plantaciones de cannabis para investigación y desarrollo, al menos hasta que se sancione la ley de producción nacional que le falta media sanción en Diputados, el grupo entero coincide en que “no es para nada utópico que el día de mañana tengamos cultivos destinados a la elaboración de bioplaguicidas”.