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Por qué la Guerra a las Drogas está destruyendo el medio ambiente

Cada vez es más claro que eso que se conoce como Guerra a las Drogas es en realidad una guerra contra las personas. Pero existe otro aspecto, poco investigado e igual de devastador: los daños al medio ambiente que ocasionan las estrategias de la prohibición. 

En América Latina, uno de los países más afectados es Colombia. Hace años que allí el Ejército elimina los cultivos ilícitos con prácticas que perjudican gravemente a los ecosistemas.

El daño se produce por dos factores centrales: el mal manejo de las sustancias químicas incautadas y la aspersión aérea de glifosato, un químico industrial para erradicar malezas y que produce mutaciones genéticas, según diversas investigaciones científicas. 

En Colombia, el uso de glifosato sobre cultivos de cannabis y coca está produciendo un desastre ecológico. A eso se suma el mal manejo de los químicos en la destrucción de los laboratorios donde se produce cocaína ilegalmente

Si bien en 2015 se había suspendido el rocío de glifosato por sus daños a la salud, la actual gestión del presidente colombiano Iván Duque Márquez pretende retomarlo. 

Con la política de erradicación compulsiva, el ejército destruye las plantaciones de coca que no solo son utilizadas para la elaboración de cocaína en laboratorios clandestinos, sino que también son parte de una cultura que empieza a lograr que el mundo vea sus enormes potenciales medicinales y alimenticios.  

La enfermedad del remedio

“Yo estaba ahí y miraba cómo los soldados vaciaban bultos de químicos ahí mismo en el suelo y explotaban todos esos barriles”, indicó en una entrevista con Vist Projects la periodista y fotógrafa Gena Steffens.

Steffens recientemente pudo acompañar a la Policía Judicial durante la destrucción de un laboratorio de cocaína y fue testigo de este proceso. 

Entre las sustancias que se pueden encontrar en los laboratorios están el ácido sulfúrico, el hidróxido de amonio, el óxido de calcio y el permanganato de potasio. Todos ellos perjudiciales para el suelo si se desechan en grandes cantidades.

Ácido sulfúrico, hidróxido de amonio, óxido de calcio y permanganato de potasio. Esos son algunos de los químicos que el ejército colombiano incauta y luego tira en los campos

“Hay una variable dentro de lo que son los suelos que es el PH. Es el indicador que mide la acidez del suelo. El valor óptimo para permitir un buen crecimiento de las plantas suele ser de 5,5 a 7”, le explica a THC Jorge Stripeikis, director de la carrera de ingeniería química del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA).

“Sustancias de características ácidas pueden alterarlo y dañarlo como el ácido sulfúrico, el óxido de calcio y el hidróxido de amonio. Y el permanganato de potasio, que es muy oxidante, destruye microorganismos importantes y materia orgánica que es lo que conforma la parte superficial del suelo, que es la más fértil”, detalla Stripeikis. 

El uso de pesticidas que dañan el suelo es una constante en la políticas antidrogas del Estado colombiano.

Para tomar dimensión del daño al medioambiente, el Amazonas -donde se encuentra gran parte de los cultivos de coca- absorbe millones de litros de químicos dañinos.

Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, en 2019 se destruyeron 5.461 laboratorios clandestinos en Colombia.

Las propias Fuerzas Militares del país cafetero indicaron que podrían encontrarse hasta once mil litros de los insumos químicos que, luego del allanamiento y según el relato de Steffens, son tirados a la tierra o prendidos fuego. 

Una dinámica destructiva

El ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de Colombia indicó que en el 2017 la deforestación asociada a cultivos de coca representó el 24 por ciento del total deforestado en el país. 

“Un campesino cocalero simplemente quiere cultivar su coca al lado de la casa. Cuando vienen a erradicar sus cultivos, a él le toca ir a buscar donde más sembrar y muchas veces eso significa que se va a meter al monte y va a sembrar ahí”, explicó Gena Steffens. 

Se trata de una ecuación donde todo huele mal. Contaminación indiscriminada, violencia contra los campesinos, desplazamientos y, como consecuencias de estos, más desmontes asociados a nuevos cultivos para recuperar los perdidos.

El ejemplo de Colombia es brutal: contaminación indiscriminada, violencia contra los campesinos, desplazamientos y, como consecuencias de estos, más desmontes asociados a nuevos cultivos para recuperar los perdidos

Alejandro Dezzotti, Profesor de Ecología Forestal y parte del Grupo de Ecología y Manejo de Sistemas Forestales de la Universidad Nacional del Comahue, explica que “la modificación y pérdida de hábitats boscosos constituye una de las amenazas más críticas e inmediatas para la biota, el suelo y el aire, y finalmente, para el bienestar, la seguridad alimentaria y la subsistencia de nuestra propia especie”.

Lluvia de glifosato

Colombia fue el único país de la región en adoptar la fumigación aérea para combatir los cultivos ilegales de cannabis y, fundamentalmente, los de coca. Así lo explica Carlos Eduardo Vargas Manrique, magíster en economía de la Universidad de los Andes.

Durante tres décadas, la imagen de aviones esparciendo glifosato para destruir cultivos de coca fue común en Colombia.

Pero en 2015, el gobierno de Juan Manuel Santos frenó dicha política porque el herbicida ingresó en la lista de la Organización Mundial de la Salud como potencialmente cancerígeno para seres humanos. 

Colombia suspendió el uso de glifosato contra los cultivos ilegales en 2015, cuando la OMS declaró el glifosato como potencialmente cancerígeno. Sin embargo, el 12 de abril pasado se firmó un decreto que vuelve a impulsar su uso

Sin embargo, el pasado 12 de abril, el presidente Iván Duque Márquez, firmó un decreto para volver a implementar las aspersiones con glifosato. Incluso, se realizaron pruebas con drones que esparcen el pesticida.

“El glifosato es un producto que la Organización Mundial de la Salud liga directamente con la proliferación del cáncer”, le explica a THC Patricio Eleisegui, autor del libro Envenenados y Agrotóxicos.

“De todas las maneras que se aplica, la peor es la área porque hay un fenómeno que es la deriva, una nube que se genera en la aplicación y que se puede trasladar por kilómetros”, apunta Eleisegui.

Por último, un estudio realizado en la Universidad de la Plata demostró que esa deriva termina quemando campos aledaños y en el caso de la fumigación aérea es imposible de controlar.

“No solo afecta los cultivos de coca sino que depreda toda la actividad agrícola”, señala Eleisegui. “Todo lo que toca lo afecta: los cultivos, la flora, la fauna y la vida de las personas”.