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@Katja Kobda

Marihuana y cáñamo: ¿Cuál es el “valor mágico” de THC que los separa?

En general, se habla de cáñamo y marihuana como si fueran dos plantas diferentes, cuando la realidad es que solo varían aspectos como la estructura y el contenido de cannabinoides. ¿Cómo se diferencian una de otra?

En 1964, Gaoni y Mechoulam identificaron el principal compuesto psicoactivo de las plantas de cannabis, el tetrahidrocannabinol o THC. Un año antes, Mechoulam y Shvo habían determinado la estructura química del cannabidiol (CBD), descubierto en los años cuarenta pero en cuyo conocimiento no se había profundizado demasiado en esas dos décadas.

Muy poco después, las proporciones de esos dos cannabinoides comenzaron a ser utilizadas por botánicos y taxónomos para caracterizar subespecies, variedades y quimiotipos silvestres y cultivados de Cannabis sativa L.Y también se constituyeron en la base para determinar cuándo un material se considera «marihuana» y cuándo «cáñamo».

Tal vez el más caracterizado de aquellos científicos sea el canadiense Ernest Small. En 1973, Small, perteneciente al entonces Departamento de Agricultura, y H. D. Beckstead, del entonces Departamento de Salud y Bienestar Humano, desarrollaron una clasificación de la especie a partir del estudio de una importante cantidad de materiales que cultivaron en exterior en la zona de Ottawa partir de semillas recibidas de diversas partes del mundo, provenientes de decomisos, cultivos para fines industriales, colecciones de jardines botánicos, vegetación silvestre y otras fuentes. 

Como no todos esos materiales lograron cumplir su ciclo en las condiciones de Ottawa, para cuantificar el contenido de THC y de CBD analizaron mezclas de hojas y ramitas jóvenes, cogollos y semillas pequeñas o no completamente desarrolladas.

Luego de obtener los valores promedio de ambos cannabinoides para cada material, los investigadores observaron que podían diferenciar tres grupos o fenotipos. Los que agruparon en el fenotipo I contenían valores más altos de THC (más del 0,3 %) y más bajos de CBD (menos del 0,5 %). Los del fenotipo II, cantidades superiores al 0,3 % de THC y al 0,5 % de CBD). Los del III se caracterizaban por su bajo contenido de THC (menor del 0,3 %).Los materiales que resultaron incluidos en los fenotipos II y III procedían de latitudes más altas, donde, en muchos casos, se cultivaban para aplicaciones industriales. 

Queda claro, entonces, que esta caracterización fue meramente descriptiva del material genético usado en el experimento y, a lo sumo, de la generalidad del cultivado en aquella época. Sin embargo, se adoptó como referencia, como si ese 0,3 % representara, en cambio, una separación entre el que puede tener efectos psicoactivos y el que no.

Infinidad de trabajos científicos y no científicos discutieron aquellos valores, en particular para aplicaciones forenses. Sin embargo, se fueron integrando a las regulaciones de diferentes Estados y, así, el «techo» del 0,3 % de THC se convirtió en objetivo de mejoramiento genético del cáñamo industrial. 

Hoy todas las variedades de cáñamo mejoradas en Occidente tienen en los papeles menos de 0,3 % de THC, pero este resultado no es de estricto cumplimiento a campo. Los distintos metabolismos de los seres vivos se ven condicionados por el ambiente biótico y abiótico que los rodea. Así, el metabolismo secundario que genera los cannabinoides como defensa ante agentes bióticos y/o abióticos se favorece ante un estrés.

Por tal razón, es absolutamente improbable que ese número se repita siempre, y podría ocurrir que en un año con condiciones desfavorables al menos parte de los individuos de una plantación lo superen. Con las variedades de gran estabilidad disponibles hoy en día, es probable que las variaciones en cualquier sentido no sean grandes, pero existen, y esto, claramente, escapa del control que puede ejercer un productor.

Por eso, ya se ha comenzado a trabajar en edición génica (modificación del ADN) para directamente eliminar la síntesis de THC, pero podrían surgir dificultades comerciales, toda vez que las fibras del tallo y el aceite o la proteína del grano se comercializan mejor con el rótulo de orgánico o de agroecológico.

En Canadá, los EE. UU. y algunos países europeos despiertan gran interés los sistemas de producción «doble propósito», en los que se cosecha en floración para obtener tallos para fibra y flores para extraer CBD. Algunos semilleros publicitan sus variedades de cáñamo industrial subrayando que son altas en CBD, pero todo esfuerzo por elevar el porcentaje de CBD en peso seco de cogollos puede incrementar las variaciones de THC en distintos ambientes.

Si bien muchos países, entre ellos, los dos nombrados, han adoptado este «número mágico» —y no falta algún ejemplo de exigencia aún mayor, como Sudáfrica, con el 0,2 %—, en una cantidad de lugares cada vez mayor, los gobiernos optan por límites más elevados.

De hecho, la Unión Europea no prohíbe la producción de materiales que superen el 0,3 % de THC, siempre que se cumplan las reglamentaciones internas de los países: solo impide el acceso a subsidios, lo cual no es poco, pero tampoco equivale a la destrucción total de los cultivos si, ante un estrés ambiental, ese valor se supera. Así, por ejemplo, dentro de este bloque, Italia tiene como límite el 0,6 % de THC y la República Checa, el 1 %.

La Confederación Suiza, Tailandia, Colombia, Ecuador, México y Uruguay también adoptaron el 1 %.En países en los que rige el topede 0,3 %,existen movimientos o personas que promueven la adopción del 1 %, y es probable que las legislaciones vayan haciendo lugar a sus demandas. Sería importante lograr una uniformidad al respecto para que puedan ser impulsadas más transacciones internacionales sin obstáculos regulatorios. 

¿Qué estrategia se usará al respecto en la Argentina?

Proyectos previos, declaraciones de autoridades y charlas con protagonistas adelantan la alta probabilidad de que se adopte el 1 %. ¿Es una estrategia acertada para el cáñamo industrial? Para quienes suscriben sí lo es. Evita alcanzar, involuntariamente y por acción ambiental, valores algo superiores a 0,3%, y adicionalmente genera un plus de 0,7 % que da tiempo a los productores para el recambio de semilla ante posibles contaminaciones con polen proveniente de plantas con alto THC, grave problema cuando, al buscar una forma de reducir costos,se guarda semilla de un año para el otro.

El panorama de las contaminaciones por polen se complica algo más si se tienen en cuenta las recientes publicaciones que dan cuenta de aumentos en los valores absolutos de THC en las últimas décadas. Por ejemplo, en 2019, Chandra y colaboradores publicaron que, en cannabis de EE. UU. y Europa, el contenido de THC subió de 8,9 % a 17,1 % y la ratio THC:CBD, un 104 % entre 2008 y 2016. 

El futuro de una industria que puede generar muchos puestos de trabajo, impulsar economías regionales y favorecer las exportaciones de productos con valor agregado depende de decisiones que se tomarán próximamente. A pesar del gran atraso relativo para el desarrollo de esta actividad en el país, todo parece indicar que la temática abarcada por estas líneas no será un obstáculo. Una buena noticia.

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Los autores son miembros del Grupo de Estudio y Trabajo en Cannabis de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires.