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El verano del amor: cómo fue el corazón de la rebeldía y la psicodelia

Uno de los grandes hitos de la cultura fue “El verano del amor”. Fue una verdera movilización juvenil que hizo sentir que un cambio a partir de la revolución de la consciencia era posible.

El ojo de la tormenta fue un pequeño barrio Hubo una vez un barrio que fue el centro de la revolución psicodélica. Un barrio que en los años 60 se convirtió en una de las grandes trincheras de la contracultura.

Haight-Ashbury, el barrio hippie de San Francisco

Haight-Ashbury fue un típico barrio de clase media norteamericana en la ciudad de San Francisco, hasta que a mediados de los 50 muchas familias decidieron abandonarlo.

Una década después, los tradicionales vecinos comenzaron a observar el arribo de seres extraños: casi todos mostraban un aspecto desaliñado. Los hombres llevaban el pelo demasiado largo para ser hombres y las mujeres, las vestidos demasiado cortos.

Para 1964, el barrio de Haight-Ashbury en San Francisco se había transformado en el corazón de lo que luego se conocería como la cultura hippie 

Llegaban seducidos por los bajos precios de los alquileres y también para librarse del hostigamiento policial que sufrían en sus barrios. La mayoría aseguraba tener algo que ver con el arte.

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Los Diggers (Cavadores) hacían colectas de ropa y comida, si no alcanzaba, asaltaban las grandes tiendas.

Para el año 1964, las casas ya se habían poblado de músicos, poetas, actores, bailarinas, escritores y un sinfín de buscavidas y vagabundos que enarbolaban la bohemia casi como un nuevo paradigma. Poco después serían llamados hippies.

Post generación beat

Esta camada de jóvenes era el legado directo de sus antecesores, los beatniks: un primer puñado de jóvenes que le habían dado la espalda al sueño americano.

Pero esta nueva generación, además de marchar contra la Guerra de Vietnam, eran los primeros en proclamar la importancia del amor libre como la base de sus críticas al consumo y a las convenciones sociales.

El jazz dejó paso al rock. La marihuana ya no estaría sola, y empezaría a cobrar protagonismo un nuevo psicoactivo que pasaría a ser el distintivo soberano de la llamada “generación de las flores”: El LSD. Sus usuarios más fervientes se congregarán, claro, en Haight-Ashbury.

En la “generación de las flores”, a la marihuana se sumaría unn sustancia que tomó un protagonismo indiscutido: El LSD

En esto mucho tendrá que ver el ya por entonces afamado escritor Ken Kesey. El autor de Alguien voló sobre el nido del cuco (1962) organizó en enero de 1966 un mega encuentro de tres días que llevó por nombre “El Festival de los Viajes” (The Trips Festival).

Sus proveedores químicos fueron Owsley Stanley y Tim Scully, los dos mayores productores de LSD en la historia de la psicodelia.

Owsley, que pasaría a convertirse en el ingeniero de sonido de los Grateful Dead, llegó a hacer 5 millones de dosis de LSD entre los años 1965 y 1967. Con un promedio de 6 mil personas cada día y todas de ácido, el festival fue apoteótico.

Los Grateful Dead y Big Brother & The Holding Company les imprimieron el sonido hipnótico a aquellos encuentros de frenesí y ensueños.

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Cavadores de la psiquis

A principios de 1966 abrió la primera tienda psicodélica del barrio: Psychedelic Shop. Ofrecían libros, discos y tuqueras, entre otros elementos relacionados con la cultura psicodélica.

El verano alentó la llegada de más residentes y en muy poco tiempo la apertura de bares y tiendas comenzó a reproducirse por todo el distrito. Se organizaban zapadas musicales en las esquinas, charlas filosóficas cobre yoga, meditación y budismo zen.

El LSD era consumido libremente. El Haight-Ashbury no sabía de desabastecimiento, ya que sus fabricantes lo producían sin mayores complicaciones.

A mediados de 1966, un puñado de artistas se caracterizó por tener la vía pública como su único escenario; sus obras apuntaban a la sátira social y tenían como máximos referentes a Antonin Artaud y Bertolt Brecht. Al poco tiempo de instalados en el barrio, se empezaron a llamar The Diggers (Los Cavadores).

En 1966 un puñado de artistas tomó la vía pública como su único escenario. Ofrecían comida gratuita a todos los que quisieran acercarse. Las provisiones a veces salían de pequeños asaltos

La llegada de los Diggers le imprimió al Haight-Ashbury un tinte político con grandes ribetes libertarios. A la par de sus obras callejeras, comenzaron a desplegar una series de acciones que trascendían el hecho artístico.

La primera de ellas fue ofrecer comida gratuita a todos los que quisieran acercarse. Las provisiones salieron de un camión de comidas que Los Cavadores habían asaltado la noche anterior. El suceso se prolongó durante 1966 y 1967.

Los Cavadores iban casa por casa recolectando ropa que ya nadie usaba y lograron activar un “mercado de intercambio libre” sin la necesidad de dinero.

Consiguieron que varios médicos de otros distritos llegasen hasta el Haight-Ashbury y brindaran atención gratuita a los más desvalidos.

Para movilizarse contaban con un destartalado Volkswagen amarillo en el que podía leerse la leyenda: “El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría”.

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Leary, gurú del ácido, en el festival Human Be In

Cruzada contra el LSD

Mientras el ácido lisérgico corría a raudales por un barrio que parecía haberse convertido en el bosque de Hänsel y Gretel, afuera del distrito empezó a tomar cuerpo una cruzada que tenía por principal enemigo al LSD y, por consiguiente, a sus usuarios.

La fama de Haight-Ashbury se había extendido a lo largo de todo San Francisco y puso en alerta a las autoridades, que posaron sus ojos sobre ese pequeño distrito.

Finalmente, se anunció que el 6 de octubre de 1966 entraría en vigencia en San Francisco la ley federal que prohibía la posesión y el consumo de LSD, impulsada por el fiscal general de los Estados Unidos.

La fama de Haight-Ashbury se había extendido a lo largo de todo San Francisco. Las autoridades tomaron nota y nacería la primera ley para castigar la tenencia de LSD que se sumaría a la prohibición de la marihuana

La respuesta de la comunidad del Haight no se hizo esperar. Allen Cohen, director del primer periódico under local, El Oráculo, convocó para ese mismo día una gran reunión en el Panhandle Park.

“En lugar de protestar contra la ley que entraba en vigencia, nuestra idea era hacer una demostración que evidenciara la falsedad de la ley. Sin confrontación, queríamos crear una celebración de la inocencia”, dijo Cohen sobre aquella convocatoria.

Lo llamaron el Desfile del Amor y los carteles que anunciaban la realización del evento pedían a los participantes: “Traigan niños, flores, flautas, tambores, plumas, incienso, campanas, gongs, platillos, símbolos, disfraces… alegría”.

El mismo día que la ley entró en vigencia, 3 mil personas se congregaron en el parque y desafiando la prohibición, consumieron LSD. Obviamente el cannabis, ya prohibido, fue parte de la celebración.

La pequeña multitud vibró con la música que, desde arriba de la plataforma de un camión, ofrecieron Grateful Dead y Big Brother & The Holding Company, con quienes por primera vez cantó sus canciones una jovencísima Janis Joplin. Días después se repitió un encuentro similar.

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El sueño final

La mañana del 14 de enero de 1967, el Golden Gate Park, el parque más grande de San Francisco, comenzó a adquirir una fisonomía extraña.

Centenares de personas comenzaron a llegar desde todas las calles que daban al espacio verde. En total asistieron al evento 30 mil almas. Fue el mítico festival Human Be-In.

El escenario congregó a bandas musicales y leyendas como Gary Snyder y Allen Ginsberg, que entonaron un mantra para bendecir el evento; a la poeta beatnik Lenore Kandel, que leyó fragmentos de su obra profana El libro del amor; al fundador de los Yippies y portavoz de la nueva izquierda, Jerry Rubin; y al “gurú del ácido” Timothy Leary, que lanzó desde allí su más famosa diatriba: “Enciéndete, sintonízate y abandona”.

Contra toda prohibición se reunieron 30mil almas en el parque más grande de San Francisco para celebrar la psicodelia: fue la última gran celebración del movimiento hippie

Los Diggers armaron puestos de comida para distribuirla de manera gratuita entre la gente. El alimento consistió en sándwiches de pavo rociados con dosis de LSD que Owsley Stanley había fabricado especialmente para ese día y que él mismo bautizó como “Relámpago Blanco”.

Al cierre de la jornada, se alentó a la gente a que cuando llegara el verano, hiciera de Haight-Ashbury su nuevo hogar psicodélico. Aquel verano de 1967 fue conocido como El Verano del Amor.

Sin embargo, fue el summum de una instancia de libertad extrema que a partir de entonces inició su declive en caída libre.

Adios al sueño

El barrio fue literalmente desbordado. Las calles se convirtieron en hoteles, comenzaron a registrarse los primeros asaltos, la heroína se impuso por sobre el LSD y los que regalaban ácido fueron reemplazados por dealers menos empáticos.

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Mujeres, hombres y niños se reunían sin prejuicios alrededor del fuego psicodélico.

La tienda Psychedelic Shop bajó de manera definitiva su persiana. Se desató una persecución policial cada vez más feroz y muchos empezaron a emigrar hacia otras latitudes. El sueño se había terminado.

“Si se volvió una pesadilla no fue por el humo de la marihuana ni por el bajón del LSD”, afirmó Peter Berg, uno de los fundadores de los Diggers.

“En todo caso fue por la atención excesiva de los medios y por la represión de la policía, no fue por nosotros. Nuestro acto final fue: ‘Ciudad libre y gratuita’ y el sistema no estaba dispuesto a consentir semejante afrenta”, aseguró.

Hacia finales de los 70 comenzaron las razzias policiales en el barrio psicodélico. Incluso se sospecha que la propia CIA introdujo heroína en la zona para alterar los vínculos sociales creados por los hippies

Algunas versiones que también entretejen la historia del Haight-Ashbury sostienen que fue la propia CIA la que introdujo heroína barata en el distrito para descomponer y desactivar desde adentro un fenómeno que, claramente, se les había ido de las manos.

El 6 de octubre de 1967, los Diggers organizaron un acto en el que representaron “La muerte del hippie”. Cientos de personas acompañaron un cortejo fúnebre que transportaba un féretro con un muñeco pelilargo y cubierto de collares.

Cuando cesó la caminata, fue depositado en el suelo y prendido fuego.

“¡Quédate donde estás!”, decía un cartel que ondeaba entre dos postes de luz, “Lleva la revolución al lugar donde vives. Ya no vengas para acá, todo terminó”.


Este artículo fue publicado en Revista THC 116.