La industria y la investigación en cannabis medicinal crece a pasos agigantados: cada vez más empresas, emprendedores y cooperativistas desarrollan productos y preparados destinados a tratar dolores, problemas en la piel, transtornos de ansiedad y otras tantas patologías. Por eso es fundamental el desarrollo de preparados confiables, que sirvan específicamente para cada uno de estos objetivos y le permitan a los pacientes continuar su tratamiento con confianza y eficacia médica.
Fresia Sofrás, investigadora del CONICET, acaba de doctorarse en Cannabis Medicinal tras investigar durante años al cannabis como medicina y es la primera persona en el país en obtener ese título en el marco de una investigación abocada al desarrollo y validación de métodos analíticos modernos que permitan asegurar la calidad, eficacia y seguridad de los productos farmacéuticos basados en Cannabis sativa L.
En una entrevista con THC, la joven investigadora contó su recorrido académico, los usos de sus desarrollos metodológicos y los objetivos que tiene de cara al futuro. “La gran mayoría de los resultados de mi tesis no hubiesen sido posibles de no ser por la colaboración de muchos pacientes que se acercaban a ofrecerme sus aceites” para análisis, destacó.
¿Cómo comenzaste con este recorrido de estudio y análisis del cannabis?
Estudié la carrera de Licenciatura en Cs. Biológicas en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Desde el inicio que estuve muy relacionada con las plantas, fui ayudante de Botánica muchos años y cuando tuve que hacer la tesis elegí trabajar con una planta nativa del sur y analizar los compuestos medicinales que estaban presentes en ella a lo largo de un gradiente longitudinal de toda la Patagonia.
En ese momento había elegido una planta que se llama Adesmia boronioides Paramela; y muestreamos y analizamos 11 puntos a lo largo de la Patagonia. En ese sentido siempre estuve familiarizada o interesada en las plantas medicinales. Me recibí en 2016 y había solicitado una beca del CONICET que no me salió.
La beca llegó en un momento donde el contexto sociopolítico de la planta me llamaba mucho la atención, pensaba “cómo puede ser que esta planta que fue usada por miles de años de forma medicinal durante tantos años esté prohibida, ¿qué es lo que hace que un ser vivo esté prohibido'”.
Entonces apliqué a una beca para irme a España y la gané. Me fui a estudiar un máster lo más relacionado que había con plantas medicinales, era un máster en Descubrimiento de Fármacos: estudiaban el desarrollo de fármacos a partir de plantas y la verdad es que fue bastante interesante, pero muy nuevo para mí. No es que no me costó, pero estuve bien formada en mi universidad; sentí las dificultades asociadas a elegir una carrera completamente distinta, pero no con respecto a mis capacidades o a mi base.
Entre 2017 y 2018, el instituto en el que estoy trabajando ahora -el Instituto de Química y Metabolismo del Fármaco en la Facultad de Farmacia y Bioquímica, UBA-CONICET- había solicitado un proyecto de unidad ejecutora, que creo que es el primero en cannabis, que se llamaba “Cannabis, evaluación y potencialidad como medicamento”. A esta a este proyecto se le adjudican internamente dos becas doctorales, y como ya estaban adjudicadas, el tema ya estaba establecido: era sobre metodologías analíticas para control de calidad y caracterización de plantas y productos de cannabis.
Cuando vi que estaba la oportunidad me presenté, entrevistaron a varios postulantes, el CONICET evaluó mis antecedentes y finalmente me dieron la beca.
Esta oportunidad llegó en un momento donde el contexto sociopolítico de la planta me llamaba mucho la atención, sobre todo porque conociendo las virtudes medicinales de otras plantas con las que trabajé -porque en España trabajé con una planta antitumoral, pensaba “cómo puede ser que esta planta que fue usada por miles de años de forma medicinal durante tantos años esté prohibida, o sea, qué es lo que hace que un ser vivo esté prohibido”.
Desde ese punto de vista me llamó la atención, no sólo porque es una planta medicinal -como puede llamarme la atención cualquier otra, ya que a eso me dedico- sino también porque estaba enmarcada en un contexto bastante problemático.
Incluso me costó bastante arrancar y desarrollar la tesis, al principio. Pero me parecía que era una un buen momento para estudiar la planta, en ese momento ya estaba la ley 27.350 que establecía un Programa Nacional para la investigación de cannabis y fue en ese contexto en el que se pidió el proyecto de unidad ejecutora.
¿Mientras estuviste en España te dedicaste a esto, también?
Antes de irme a España yo ya había ganado la beca. Y cuando estuve allá, uno podía elegir el tema de tesis, había uno que era con sistema endocannabinoide. Dije “bueno, me anoto a este porque total va a ser lo que voy a hacer después en el doctorado”. Pero al final, si bien podías elegir tres opciones, el jurado terminaba designando el tema. Y me asignaron uno de cromatografía y métodos analíticos, que la verdad me vino muchísimo mejor, porque sobre eso se trató mi tesis doctoral. O sea, no trabajé con cannabis, pero sí trabajé con las mismas técnicas que tuve que desarrollar después durante la tesis.
¿Qué contiene este aceite? Un problema complejo
¿Qué utilidades concretas tienen los resultados de tu tesis doctoral?
Mi tesis está desarrollada en base al diseño de métodos/metodologías que sirven para analizar el contenido o la concentración de cannabinoides u otros metabolitos secundarios dentro de la planta de cannabis. De esta manera en algún producto, como por ejemplo un aceite, una resina o cremas, podemos analizar el contenido, comprobar la calidad y determinar la concentración.
Lo particular de este desarrollo es que responde a una urgencia que está bastante candente en nuestra realidad: el incremento en productos dentro del mercado no regulado es enorme, y la necesidad de las personas por saber qué tiene su preparado, su aceite -ya sea porque lo adquirieron de alguna manera o lo hicieron ellos mismos en su casa- es muy relevante, es vital para la dosificación y la administración.
El aporte que hace mi tesis es una respuesta accesible para la determinación de contenido para el control de calidad y la caracterización de esta planta y sus derivados” explica Fresia.
Y con el cannabis sucede esto: hay técnicas que están diseñadas para analizar THC y CBD -que ya sabemos que no son los únicos cannabinoides que tiene la planta- y también técnicas que emplean equipos y equipamientos instrumentos que son muy sofisticados.
Lo que hice básicamente fue “usar lo que tengo en casa”, en el laboratorio, para hacer técnicas que sean accesibles y que pueda utilizar cualquier laboratorio o cualquier institución de nuestro país que no cuente con alguna infraestructura muy específica para analizar esto. Los métodos que desarrollé los comparé con bibliografía que sí contaba con este equipamiento y la verdad es que demostraron ser métodos confiables.
En ese sentido, el aporte que hace mi tesis -estoy hablando de una de las técnicas que desarrollé; voy a hablar de otra que también considero que es bastante interesante- es una respuesta accesible para la determinación de contenido para el control de calidad y la caracterización de esta planta y sus derivados.
También hice una revisión de técnicas colorimétricas y técnicas sencillas para el análisis de esta planta, y pude transformar una de las técnicas colorimétricas (que se caracterizan por cambiar de color por la presencia de algún componente en especial, como por ejemplo CBD) de meramente cualitativa -o sea que determina la presencia o la ausencia, no contenido ni cantidad- a una técnica cuantitativa, utilizando un equipo que es muchísimo más económico que lo que suele citarse en bibliografía, que es un método espectrofotométrico.
¿Cual sería la diferencia?
A nivel científico, usar un método espectrofotométrico en vez de uno cromatográfico, es muchísimo más económico. Y todos estos diseños de metodologías nuevas las apliqué a la caracterización de tres variedades de la ONG Mamá Cultiva. Analicé tres variedades y posteriormente, con con una de esas variedades que me daba buenos parámetros de antioxidantes y otras características interesantes a nivel medicinal, hice un desarrollo biotecnológico y logré la síntesis verde de nanopartículas de plata, que tienen actividad antimicrobiana y que pueden ser utilizadas para la incorporación en algún en algún parche dérmico para heridas.
Es tristemente común la falta de THC, CBD o incluso cannabis en muchos de los preparados que dicen tenerlos.
Yo me encontré con varias cosas muy tristes. Al día de hoy creo que puedo decir que analicé más de 200 aceites y hay bastantes que no tienen absolutamente nada de cannabis. Hay muchos que dicen tener una determinada concentración y después no la tienen.
Y eso es algo que pasa a nivel mundial en realidad, el tema de control de calidad de cannabis y de presencia o ausencia de metabolitos. Si me decís en la etiqueta que tiene CBD, tiene que tener CBD. Pero esa no es la realidad que nos atraviesa, lamentablemente. Y siempre va a ser más seguro o hacerlo uno mismo o conseguirlo en una farmacia estandarizada. Pero las realidades no siempre lo permiten.
A nivel farmacéutico, todos los productos que están disponibles en nuestro país están basados en un compuesto aislado que es el CBD, cuando ya hay suficiente evidencia acerca del efecto entourage y de que el extracto fullspectrum es muchísimo mejor terapéuticamente hablando que un compuesto aislado.
Un trabajo en conjunto
¿Cómo ves el desarrollo de la ciencia y la investigación en cannabis en el país?
Hace cinco años éramos muy pocos y ahora cada vez conozco más chicos que obtienen becas para investigar esa planta, y cada vez más proyectos de investigación. Creo que como país somos un ejemplo de lucha y perseverancia y de pelear por las cosas por las que creemos. En su momento las ONG que potenciaron la ley lo demostraron, así que ahora creo que nos toca a nosotros como profesionales acompañar esa lucha. Por suerte siento que ahora está pasando.
Hay algo curioso y es que el cannabis, en carreras como Farmacia y Bioquímica, se trata en dos materias: en Farmacología y también en la cátedra de Toxicología. Si bien se reconocen sus propiedades medicinales, se reconoce más psicoactiva o “dañina”, algo que sigue siendo un problema.
Cuando arranqué me encontré con dificultades para desarrollar esta investigación: no había muestras disponibles, de hecho la gran mayoría de los resultados de mi tesis no hubiesen sido posibles de no ser por la colaboración de de muchos pacientes que se acercaban a decirme “che Fresia, ¿me analizás este aceite?”. O mismo personas que me daban 20 gramos de flores y me decían “hacé lo que vos quieras”, o sea, mucha gente muy bondadosa y muy colaborativa con la causa.
Porque desde la Universidad teníamos planeado un cultivo que no se llevó a cabo. Y como institución pudimos acceder a cierta cantidad de CBD, comprar un par de testigos para poder hacer la validación de nuestros métodos, pero más que eso no puedo decirte que me brindó la academia.
¿Qué falta todavía?
Creo que todavía estamos en el camino de desmitificar la planta en nuestro país. Y creo que para lograr investigar todavía tenemos que superar esa barrera. Yo misma me encontré en la Universidad estando en desacuerdo con personas que tendrían que haber estado de acuerdo conmigo en investigar esta planta. Así que lo que puedo decir es eso, cosas se pueden hacer un montón y hay un montón de líneas de investigación abiertas -no solamente acá sino en todo el mundo-, pero lo que le debemos más urgentemente a la planta es no condenarla. Y eso también lo hacemos desde el conocimiento. Es medio difícil hacerlo dos cosas al mismo tiempo, pero una va a llevar a la otra y seguramente se van a ir retroalimentando.
¿Cuáles son tus objetivos a futuro?
Apliqué para una beca posdoctoral en el CONICET, y es sobre bioimpresión 3D, en donde planeo incorporar extractos de plantas nativas del Sur y también extractos de cannabis (con otro amigo que tiene una beca relacionada con esto) a diferentes plataformas con biopolímeros que nos ayuden a curar y tratar heridas dérmicas.
También soy docente de la cátedra de Química Analítica Instrumental de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, y mi futuro espero que esté lleno de investigación, de subsidios para poder investigar, y de alumnos.
Hay algo curioso, que es que el cannabis, en carreras como Farmacia y Bioquímica, se trata en dos materias: en la cátedra de Farmacología en el tema de plantas psicoactivas, y también en la cátedra de Toxicología. Si bien se reconocen sus propiedades medicinales, se reconoce más psicoactiva o “dañina”, algo que sigue siendo un problema.
El año pasado mi JTP y yo como ayudante incluimos en el segundo año de la carrera un trabajo final en el que los alumnos tenían que hacer una revisión de trabajos científicos que incluyeran métodos analíticos aplicados a algún problema puntual en la realidad del desarrollo farmacéutico. Les trajimos papers sobre cannabis, y fue muy interesante que tuvieran un contacto con la planta desde ese lado, y en segundo año.