Tocar la guitarra y jugar al fútbol son las cosas que Martín Gerbasi más disfruta en la vida. Pero durante muchos años pensó que quizás nunca podría volver a hacerlas debido al dolor que sentía en sus brazos y piernas. En varias ocasiones, el joven de 31 años pensó que quedaría postrado en la cama para siempre.
El diagnóstico que explicaba el origen de los dolores que le hacían usar un palo de escoba como bastón para caminar tardó en llegar. Primero, le dijeron que se trataba de un cuadro nervioso, una profesional de la salud incluso insinuó que era culpa de su uso de cannabis fumado. Pero hace dos años y medio Martín encontró una respuesta: se trataba de fibromialgia.
La fibromialgia es una enfermedad crónica en la cual las regiones del cerebro que asimilan el dolor lo hacen con una mayor intensidad. Lo que genera dolencias musculares y articulares que pueden alojarse en distintas partes del cuerpo. Además, los pacientes suelen tener otros síntomas como ansiedad, depresión, problemas para conciliar el sueño, fatiga y rigidez corporal.
Fibromialgia: La importancia del diagnóstico
“A los 23 y 24 años tuve épocas en las que casi no podía caminar”, cuenta Martín a Revista THC. Hasta que dio con el reumatólogo correcto, quien le hizo la prueba de la fibromialgia y finalmente supo qué le sucedía.
A partir de allí pudo adoptar un tratamiento específico y, de a poco, volver a hacer las actividades que le gustaban. Acudió a una psiquiatra que le recetó duloxetina y también le aconsejó que incorporara el aceite de cannabis. “Como yo ya fumaba desde los 18 años le dije que venía en busca de otra cosa”, explica.

Si bien hacía tiempo que estaba en contacto con la planta, y reconocía que siempre percibió efectos positivos, tenía cierta desconfianza con el aceite medicinal. Su miedo era que le vendieran “cualquier cosa” y que el tratamiento no fuese específico para su condición.
Aceite de cannabis: Hacer la propia medicina
En un viaje a España reconoció que había variedades que lo ayudaban a disminuir los dolores, como las Gorillaz o las White Widow. Allá le habían permitido trabajar en la construcción de barcos y volver a utilizar herramientas pesadas, algo que en Argentina se había vuelto inviable.
A la pregunta de cómo fue la primera vez que hizo su aceite, responde que “sacrificó” parte de la cosecha que obtuvo de los indoors alojados en el fondo de su casa.
El autocultivo le permitió no tener que comprar los cogollos que fumaba diariamente, pero nada le aseguraba que el aceite fuese a dar resultados, por eso utiliza esa palabra y al comienzo no lo veía como una inversión en su salud.
Además, pensaba que el aceite de cannabis era una opción más cara. Pero luego de ver los resultados y la duración de este extracto, entiende que al final es más económico.
“Hace dos meses que tomo el aceite. Ahora me noto de mejor humor, más ganas de comer, pude seguir avanzando en el deporte. Estoy tomando duloxetina, aceite y fumo también”, cuenta. Además, Martín participa de una olla popular en Avellaneda para la cual cocina una vez por semana y revolver con el cucharón ya no es un problema.
Cannabis en la familia
El primer aceite lo hizo con su papá. Fue él quien previamente lo había ayudado a construir los indoors, cuando Martín tenía poca movilidad en sus manos y no podía maniobrar las herramientas necesarias.
A su mamá le costó un poco más entender que la marihuana podía ser una medicina para su hijo, pero al ver los resultados ella y otros miembros de la familia no pusieron objeciones. Incluso, las plantas que cultiva hoy se encuentran en el fondo del hogar familiar, donde Martín tiene su propio espacio.
En este entorno que acompaña hay algunas condiciones: aunque tiene el trámite en curso y nunca se lo aprobaron, Martín cultiva bajo la reglamentación del Reprocann. Admite que la posibilidad de tener solo nueve plantas en flora limita su producción, pero entiende que es una manera de dejar tranquila a su familia.
“Toda la vida la pasé siendo fumador ilegal”, explica, pero a futuro le gustaría poder compartir esta pasión con otras personas que lo necesiten: “Tengo un remedio que a otra persona le puede servir y me encantaría poder dárselo legalmente”.