Un reciente hallazgo en Estados Unidos podría abrir nuevas vías para la investigación farmacéutica y el tratamiento de enfermedades mentales y neurológicas. Se trata de la identificación de un hongo que produce compuestos similares al LSD, descubierto por una estudiante de microbiología en la Universidad de West Virginia (WVU). La especie, bautizada como Periglandula clandestina, fue hallada en plantas de Ipomoea, comúnmente conocidas como campanitas o morning glory, y representa una pieza clave en una hipótesis científica que se remontaba a casi un siglo atrás.
Un descubrimiento que resuelve un viejo enigma
La investigación estuvo liderada por Corinne Hazel, estudiante de microbiología ambiental, quien participaba en un proyecto sobre alcaloides producidos por las Ipomoea. Durante una observación de rutina en el laboratorio, notó una leve presencia de micelio en la cubierta de las semillas. Este detalle, apenas perceptible, fue el punto de partida para la identificación de una nueva especie fúngica, hasta entonces desconocida para la ciencia.
Hazel trabajó junto al profesor Daniel Panaccione, del Davis College of Agriculture and Natural Resources de la WVU, en la preparación de muestras de ADN y su posterior secuenciación genética. El análisis confirmó que se trataba de una nueva especie del género Periglandula, un grupo de hongos endofíticos que viven en simbiosis con algunas plantas, especialmente las del género Ipomoea.
La especie fue nombrada Periglandula clandestina en alusión a su carácter oculto y a las décadas que la comunidad científica pasó sin poder identificarla, a pesar de múltiples sospechas y estudios previos.
Alcaloides del cornezuelo y relación con el LSD
El interés científico por las Ipomoea no es nuevo. Desde hace décadas, se sabe que algunas especies contienen altos niveles de derivados del ácido lisérgico, compuestos que les confieren efectos psicoactivos. Estos alcaloides, conocidos como alcaloides del cornezuelo, tienen una estructura química similar a la del LSD, compuesto que fue sintetizada por primera vez en 1938 por el químico suizo Albert Hofmann a partir de compuestos extraídos del hongo Claviceps purpurea, que crece en el centeno.
Hofmann, en su momento, propuso que la presencia de estos compuestos en las Ipomoea debía estar relacionada con un hongo simbiótico, aunque nunca pudo demostrar su existencia concreta. La identificación de Periglandula clandestina no solo valida aquella hipótesis, sino que también aporta datos genéticos y estructurales que permiten comprender cómo se sintetizan estos alcaloides en la naturaleza.
Implicancias farmacológicas del hallazgo
Los alcaloides del cornezuelo han sido históricamente utilizados en medicina por sus potentes efectos sobre el sistema nervioso y vascular. Se los emplea en el tratamiento de migrañas, hemorragias uterinas, demencia senil y síntomas del Parkinson. Sin embargo, también pueden generar efectos adversos significativos, por lo que su uso requiere precaución y supervisión médica.
El hecho de que Periglandula clandestina produzca estos compuestos en grandes cantidades resulta particularmente relevante. A diferencia de otras fuentes naturales, este hongo muestra una eficiencia notable en la síntesis de alcaloides, lo que podría facilitar su aislamiento, estudio y modificación en laboratorios con fines terapéuticos. Además, al tratarse de un organismo cuya genética ya ha sido secuenciada, se abren posibilidades concretas para su manipulación en contextos controlados, como la biotecnología farmacéutica.
Desde hace algunos años, la medicina psiquiátrica viene experimentando un renovado interés por el uso de psicodélicos en contextos clínicos, especialmente en el tratamiento de trastornos como la depresión resistente, el estrés postraumático y las adicciones. En este marco, contar con nuevas fuentes naturales de compuestos análogos al LSD o bien para producir LSD, podría acelerar la investigación y el desarrollo de tratamientos más seguros, efectivos y con menores efectos secundarios.
Un paso importante para la micología y la biotecnología
Más allá de su potencial médico, el descubrimiento de Periglandula clandestina representa un avance importante en el campo de la micología, la ciencia que estudia los hongos. El género Periglandula incluye hongos que habitan en estructuras especializadas dentro de las plantas, sin causarles daño, y que a su vez les ofrecen protección contra herbívoros y patógenos a través de la producción de compuestos bioactivos.
Esta relación simbiótica entre hongos y plantas es un ejemplo de coevolución, donde ambas especies se benefician mutuamente. En este caso, la planta brinda al hongo un entorno protegido y acceso a nutrientes, mientras que el hongo le proporciona una defensa química. Comprender estos mecanismos puede aportar información valiosa no solo para la farmacología, sino también para la agricultura y la ecología.
El hecho de que el descubrimiento haya sido realizado por una estudiante en el marco de una beca universitaria también subraya la importancia de fomentar la investigación desde etapas tempranas de la formación académica. La contribución de Hazel fue reconocida con la publicación del hallazgo en la revista científica Mycologia, especializada en estudios micológicos a nivel internacional.
Futuras líneas de investigación
Actualmente las investigaciones se centran en encontrar métodos efectivos para cultivar Periglandula clandestina en laboratorio, un desafío debido a su lento crecimiento. Esto es fundamental para poder estudiar el hongo en profundidad y producir de forma controlada los compuestos que genera.
Además, se están explorando otras especies de Ipomoea en busca de hongos simbióticos similares, lo que podría ampliar el catálogo de alcaloides disponibles para la investigación médica. Cada especie podría albergar cepas con propiedades únicas, lo que abriría nuevas posibilidades tanto en medicina como en biotecnología agrícola.
Otro aspecto clave es el desarrollo de técnicas para modificar químicamente estos compuestos con el objetivo de conservar sus beneficios terapéuticos y reducir sus efectos no deseados. Esto requerirá trabajo interdisciplinario entre micólogos, bioquímicos, farmacólogos y médicos clínicos.
Si bien los alcaloides del cornezuelo tienen potencial terapéutico, es importante destacar que en su forma natural pueden ser tóxicos para humanos y animales. Históricamente, se han documentado casos de intoxicaciones graves por el consumo accidental de cereales contaminados con Claviceps purpurea. Por eso, cualquier aplicación farmacológica de Periglandula clandestina debe pasar por rigurosos controles y ensayos clínicos.
El conocimiento profundo de su genética y de las condiciones necesarias para su cultivo seguro permitirá minimizar estos riesgos. Además, al tratarse de una simbiosis específica con ciertas plantas, es poco probable que este hongo se disperse de forma invasiva en ambientes no controlados.
El descubrimiento de Periglandula clandestina marca un hito en la investigación micológica y farmacéutica. La confirmación de una especie fúngica que produce alcaloides similares al LSD dentro de plantas Ipomoea no solo resuelve una incógnita científica histórica, sino que también proyecta un futuro prometedor para el desarrollo de tratamientos basados en psicodélicos.
En un contexto global donde la ciencia busca nuevas herramientas para abordar enfermedades mentales y neurológicas, este hallazgo reafirma la importancia de explorar la biodiversidad con mirada interdisciplinaria. El mundo de los hongos, aún poco explorado en comparación con otros reinos biológicos, demuestra una vez más su enorme potencial para transformar la salud y el conocimiento humano.