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Valeria Salech, presidenta de Mamá Cultiva: “Ya estamos pensando en una nueva ley”

“Nosotras creemos que de acá a 5 o 10 años el cannabis va a ser la primera opción de tratamiento para nuestros hijos. Tenemos la misión de que ninguna madre tenga que pasar por lo que tuvimos que pasar nosotras”. Eso nos contaba Valeria Salech en octubre de 2016, cuando el derecho al autocultivo, incluso para uso medicinal, parecía demasiado lejano.

Para ese entonces, ya era presidenta de Mamá Cultiva Argentina (MCA), la organización que se volvió sinónimo de la lucha por el acceso al cannabis medicinal. Todavía faltaba la sanción de la Ley Nacional de Cannabis medicinal, que el Senado aprobó en 2017.

Sin embargo, recién días atrás, el Estado argentino reescribió la reglamentación de esa norma y no dejó lugar a dudas: en Argentina el cultivo de cannabis medicinal personal, solidario y en red es un derecho.

¿Cómo recibieron la nueva reglamentación?
La sorpresa nos la llevamos en julio, cuando nos mostraron el primer borrador de reglamentación me puse a llorar. Fue ahí cuando dije: “ah, van a tomar lo que les dijimos”. Fue gracioso, hicimos un zoom. Y fuimos a leer el artículo 8 directamente para ver qué pasaba con el autocultivo. Y lo leímos varias veces, porque no la podíamos creer. Fue una fiesta, fue el 15 de julio cuando vimos que esto iba a pasar. Y ahora que es una realidad, hay que tomarlo como un primer paso, porque todavía falta mucho, hay que ir por una nueva ley. Pero en julio, fue la primera emoción y de inmediato empezamos a pensar en nuestra gente.

Y ahora que la nueva reglamentación es una realidad, hay que tomarlo como un primer paso, porque todavía falta mucho, hay que ir por una nueva ley

¿Te referís a las personas que forman MCA?
Estamos en contacto permanente con familias que se acercan, aprenden a cultivar y luego viene otro grupo. Así venimos hace 4 años. No podría calcular de cuánta gente hablamos. Y cuando trascendió el borrador, empezamos a recibir mensajes de gente que hacía mucho que se había capacitado, empoderado y ya lleva adelante sus propios tratamientos.

“Hay que insistir también en la importancia del uso adulto. Pensemos en esas personas que quieren transitar su vejez de la manera más digna posible”.

 

¿Cómo funciona MCA?
Somos alrededor de 40 personas voluntarias, más las chicas de trabajo social que son unas cuantas, porque tenemos un convenio firmado con la carrera de Trabajo Social de la UBA. Nos organizamos por áreas y cada persona aporta su cabeza y su tiempo a ese área. Tenemos Mamá Cultiva Capacita que son 8 personas que se ocupan de desarrollar contenido, de articular con las universidades. Después tenemos los Espacios de Contención y Orientación (ECO) que están orientados para las familias, ahí somos más de 20.

¿Qué tipo de actividades realiza el área Capacita?
Es para profesionales de la salud, en un punto es lo mismo que trabajar con las familias que se forman en el cultivo: son los mismos prejuicios, miedos y dependencias.

¿Qué son los ECO?
Es algo que empezamos en 2017. Son dispositivos de acompañamiento donde la gente que se acerca trabaja en grupos de 15 a 20 familias que nos repartimos. Yo tengo por ejemplo el de los miércoles a la tarde y sábados a la mañana. Y les enseñamos a cultivar, hasta cómo preparar las extracciones. Y en ese tiempo nos hacemos amigos. Cuando eran presenciales hablabamos de todo, terminábamos llorando, puteando, matándonos de risa la mayoría de las veces. A veces terminaban con un asado en algún lado. Y luego se van, esto no es “Mamá Cautiva”. Te empoderás y seguís tu recorrido.

Cultivo familiar

Estamos hablando de muchas familias que ya cultivan
Es mucha gente, son hasta 10 ECO funcionando juntos. Cada grupo es responsabilidad de 2 o 3 personas, nos denominamos “coordinetas”. Y va más allá del cultivo. Las primeras rondas de presentación son muy fuertes. Todos creemos que nuestro problema es el más grave y ahí te das cuenta que no.

Es difícil imaginar que algo puede ser más duro que tener un hijo con problemas de salud
Sí, pero hay que salir de ahí. Eso tiene mucho que ver con el ego. Recuerdo una mujer que contaba que su marido tenía Parkinson. Ellos se habían conocido bailando tango y él no podía bailar. Cuando terminó su formación, un día mandó un video al grupo de ella bailando con el marido. ¡Lo que lloramos! Ver la felicidad de esa mujer de poder volver a bailar con el amor de su vida. Por eso a mi no me gusta que haya un imaginario de que nosotras somos un grupo de madres que hacemos esto por nuestros hijes, por eso hay que insistir también en la importancia del uso adulto. Pensemos en esas personas que quieren transitar su vejez de la manera más digna posible.

¿Cómo se modificó esa dinámica a partir de la pandemia?
Cuando llegó la pandemia y pasamos a modo virtual fue increíble, porque empezamos a tener gente del Chaco o de Jujuy o Río Gallegos y estamos aprendiendo más que nunca. Pensando en el cultivo nomás: es obvio que en Jujuy hay araña roja, esa gente va a tener muchos problemas en temporada de verano. Ahora ya sabemos que las familias de Jujuy tienen que arrancar con el cultivo en marzo

En 2017, 2018 teníamos 100 consultas diarias. En 2019 y lo que llevábamos de 2020 pasaron a ser 20 consultas por día. A partir del jueves pasado empezamos a recibir 20 consultas por hora

¿Y por el lado de la aplicación terapéutica? El Ministerio de Salud dijo que va a ocuparse de trabajar en la implementación en todas las provincias.
En principio lo que vemos es que las provincias del Sur tienen ventaja respecto a las del Norte porque los profesionales de la salud en el Sur son más abiertos a acompañar tratamientos con cannabis. Es complicado afirmar por qué, pero es algo que vemos.

Y más allá de los cambios impuestos por la pandemia, qué es lo primero que observaron una vez anunciada la nueva reglamentación
Crecieron muchísimo las consultas que empezamos a recibir. En 2017, 2018 teníamos 100 consultas diarias. En 2019 y lo que llevábamos de 2020 pasaron a ser 20 consultas por día. A partir del jueves pasado empezamos a recibir 20 consultas por hora. De 5 personas voluntarias en comunicación pasamos a ser 11. Lo mismo nos pasó con el taller de cultivo que damos desde hace 4 años, del promedio de 50 a 70 personas, pasamos a 150. Es decir, había gente que estaba esperando que se reglamentara. Y ahí es donde creo que valió más la pena lo que salió, porque le brindó tranquilidad a muchísima gente.

“La planta es tan compleja como los individuos que las usan, cuesta porque no tenemos una mirada integral de nosotros mismos.”

El afecto y el territorio

A partir de lo que contás, ¿crees que habría que redefinir qué es MCA hoy? Porque ya no es un grupo de familias que piden ser reconocidas
Hoy Mamá Cultiva es una organización con los pies en territorio haciendo un trabajo social, trabajando en acompañar ese proceso de desaprender y desarticular prejuicios en función de aprender y articular otro tipo de construcción. Una construcción que busca ser mucho más solidaria, más inclusiva.

¿En qué sentido?
Doy un ejemplo, a uno de los grupos les pedí que nos dijeran además de cannabis qué otras cosas cultivaron. Y lo que respondieron fue emocionante: “cultivé mi propia salud”, “soberanía”, “autonomía”, “cultivé autoestima”, “me siento útil”. Por ejemplo, una mujer que tiene hijos adolescentes y que pudo volver a vincularse con ellos a través de las plantas y lloraba contándolo porque le parecía maravilloso. Cultivar es una gran actividad con tus hijos no mediada por ningún dispositivo. La planta permite generar vínculos humanos desde la solidaridad y desde el amor.

Cultivar es una gran actividad con tus hijos no mediada por ningún dispositivo. La planta permite generar vínculos humanos desde la solidaridad y desde el amor

¿Y qué pasa con esos grupos?
cuando termina el proceso y pasamos a trabajar con nuevos grupos, esas personas quedan casi siempre en contacto, generando una red. Por ejemplo, el otro día a una mujer se le infectaron un montón de plantas con oídio y mandó al grupo las fotos y un audio llorando. Y no le pude contestar. Al rato cuando volví al grupo había más de 20 mensajes de personas que ya le ofrecían ayuda, incluso alguien de Córdoba que le iba a mandar semillas de la variedad que había perdido.

Se sigue manteniendo
Y multiplicando, porque esas personas enseñan a cultivar a otras: familiares, amigos, compañeros de trabajo. Nadie que guarda lo que se lleva, siguen transmitiéndolo.

Una nueva medicina

Cada vez que ustedes intervienen aparece un cuestionamiento directo a la forma en la que se practica la medicina
Creo que nosotras somo 50% cannabis y 50% feminismo. Dentro del feminismo entra el cuestionar el orden, y nosotras venimos a romper con la lógica de una medicina hegemónica, porque la planta nos obligó a mirarlo de otra manera. Nos obligó a cuestionar si este es el sistema de salud que queremos. Qué Obra Social puede hacer el tipo de acompañamiento que hacemos entre nosotras. No hacemos encuentros solo de cultivo sino también para pensar cuánto de tu salud está tercerizada y cuántas decisiones tomás vos. Si estamos en un sistema donde sos solo un número estadísticos, donde sos solo tu rodilla, tus convulsiones, tu temblor, es un problemón. Porque en el sistema médico como lo conocemos, el cuerpo no te pertenece. En el momento en el que entrás al hospital el cuerpo deja de ser tuyo.

Valeria Salech durante el debate en comisiones de la Ley de Cannabis Medicinal

¿Por qué la planta les hizo ver eso?
La terapia con cannabis es muy personalizada y cambiante, vas a necesitar variedades y combinarlas, si vos no tenés en cuenta el contexto, este sistema no nos sirve, me parece que tenemos que poner en juego más que la legalización del cannabis. La planta es tan compleja como los individuos que las usan, cuesta porque no tenemos una mirada integral de nosotros mismos.

¿Cómo complejizan esa mirada?
El problema de salud no es matemático, es mucho más social.¿Qué médico te pregunta a vos por tu contexto? A mi eso me enloquece, lo vivo con mi hijo. En determinadas situaciones de estrés requiere de otras herramientas. A mi ningún médico me preguntó si estaba pasando algo en casa. Hay algunas cuestiones que no son tenidas en cuenta.

La recreación es salud mental. Un pibe por ejemplo necesita un recreo. Nosotras no creemos en un sistema médico paternalista donde hago lo que el médico me dice.

Bueno, ustedes jamás alimentaron la falsa diferencia entre uso medicinal y “recreativo”
Porque la recreación es salud mental. Un pibe por ejemplo necesita un recreo. Nosotras no creemos en un sistema médico paternalista donde hago lo que el médico me dice. Entendemos que si la persona considera que el cannabis puede ayudar a su salud, no se le pregunta, no se le da permiso, se la acompaña. A Emiliano, mi hijo, no le doy el cannabis por la epilepsia, sino por otra cosa: le hace dormir bien, lo pone de buen humor, le saca el mal humor que a veces le trae el autismo.

También siempre consideraron mucho a quienes les toca cuidar a personas con problemas de salud
Nosotras trabajamos con cuidadoras, la mayor frustración se la lleva la persona que cuida al paciente y nosotras trabajamos con ellas. Acompañarlas en el proceso para aprender a observar, acompañar esos procesos de autoconocimiento. Acá nos tenemos que empoderar en nuestra salud y es un cambio de paradigma para nosotras y sobre todo para los profesionales de la salud, ¡lo que va a ser!

Años de lucha: Mamá Cultiva en la tapa de THC en octubre de 2016, meses antes de la sanción de la Ley Nacional de Cannabis Medicinal

El porvenir inmediato

Dijiste que no te sorprendió mucho la publicación de la nueva reglamentación
No, la sorpresa fue en julio. Nunca pensamos que el Estado iba a dar marcha atrás con lo que nos había mostrado. Y ahora ya nos preocupa una nueva ley de cannabis para la salud en la dirección que lo plantea el proyecto que presentó la diputada Carolina Gaillard.

¿Qué es lo que no puede faltar?
Lo más urgente es la soberanía, siempre. Primero que nada impida que puedas cultivar, desde la semilla en adelane. Y la soberanía nacional, por supuesto: no permitir que nadie se apropie de esta planta, que sea de todos. Esto no quiere decir que no tengamos empresas privadas haciendo lo suyo, pero tiene que ser un reparto equitativo y justo.

Lo más urgente es la soberanía. Primero que nada impida que puedas cultivar, desde la semilla en adelane. Y la soberanía nacional: no permitir que nadie venga y se apropie de esta planta

¿Cómo crees que se lograría esa equidad?
Hay que regular todas las formas de acceso, no solo el autocultivo y los laboratorios. Es eso y los clubes de cultivo y las asociaciones. Quiero que todo el conocimiento que tenemos como pequeñas productoras tenga valor. Es más, todo el movimiento cannábico tiene que poner valor los conocimientos que adquirimos: nuestro conocimiento de cultivo, de producción, de tratamientos.

¿Y si te dicen que lo que pedían ya está?
A quien me lo diga le diría que cambió el escenario. Que necesitamos otra ley. En 2017 nos conformabamos con un registro para no ir presas, hoy eso no nos alcanza.

¿Una nueva ley implicaría seguir reconociendo todo lo hecho hasta acá?
Claro, hay que darle un marco regulatorio y reconocer a quienes sostuvieron la demanda estos tres años y medios y no permitir que la cadena de producción quede en una sola mano, monopolizado ni por las empresas ni por el sistema médico. Es más importante tener un escenario donde haya una distribución justa, soberana y social del acceso al cannabis. Eso no se nos puede escapar.