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cultivo de matías@litvak.matias

De plantar en su casa a ser responsable de un cultivo con 250 genéticas en una universidad

“Para mí lo más importante hoy en día es dignificar al cannabicultor. Yo usé cannabis toda la vida y estoy enseñando en la universidad. Y sigo usando cannabis”. La persona que habla es Matías Litvak, de 32 años de edad, encargado del cultivo y la investigación de cannabis en una universidad de Israel.

Matías comenzó a cultivar a los 16 años. La cuenta da 2005, casi en otro mundo. “Ahí empezó mi lucha contra el prejuicio: era el que le vendía droga a los nenes, el drogadicto y esas cosas que dice la gente, aunque nunca en mi vida vendí ni un solo gramo”, nos cuenta.

Hoy, luego de años de travesía y muchos cultivos, Litvak dirige la oficina de cultivo de la universidad pública Bar-Ilan, en la ciudad de Ramat Gan. Una de las mecas en ciencia y tecnología vinculada al cannabis.

Una historia de amor

En su vida como cultivador el salto de calidad tuvo que ver con un acto amoroso: cultivar para que el padre de su mejor amigo transitara de forma digna un cáncer terminal.

“El papá de El Mono, mi hermano de la vida, era como un segundo padre para mí. Cuando le diagnosticaron cáncer dijimos: vamos a mejorarle la calidad de vida”.

El “Lagarto”, como cariñosamente lo llamaban, era reacio al cannabis. Pero aceptó probar cannabis por primera vez junto a su hijo. Matías aún lleva guardado en su celular el audio que le mandó el padre de su amigo: “Mati, no duermo 12 horas seguidas desde que tenía 20 años”.

“Tuvimos una cena para festejar que la enfermedad había dejado de avanzar, ¡los médicos decían que era un milagro! No digo que haya sido el cannabis solamente, porque él hacía quimioterapia, su calidad de vida mejoró y demás. Pero vivió seis meses más de lo que le habían diagnosticado”, dice Matías, para quien esa experiencia fue un antes y un después.

“En honor a él, yo tenía que hacer algo”, pensó. Entonces se convirtió en cultivador solidario para ayudar a otras personas. Empezó a dar charlas, donde enseñaba cómo cultivar y producir aceite. Luego también sumó parte de su experiencia a la organización Mamá Cultiva.

El activismo le permitió darse cuenta de algo clave: quería dedicar su vida al cultivo. Para eso era necesario profesionalizarse como cannabicultor, algo imposible en un país sin regulación como Argentina.

Ahí comenzó otro viaje.

Un aventura profesional

Matías se presentó ante una empresa que hace intercambios y pasantías laborales en Israel, donde se postuló para ir a trabajar con cannabis en ese país, pionero en la investigación de la planta.

Él mismo consiguió el contacto de una persona que lo llevó a trabajar en los cultivos de cannabis en el país donde reside y trabaja Raphael Mechoulam, el científico que aisló por primera vez el THC.

Luego de una pasantía de tres meses y volvió a la Argentina. Dos años más tardé regresó a Israel para continuar su trabajo en la misma compañía de cannabis.

Lo primero que tuvo que hacer fue entender que tenía trabajo duro por delante: se incorporó como  empleado asistente, a pesar de que tenía más conocimientos que la mayoría del staff. Fue una experiencia que duró poco

Rápidamente volvió a subirse a un avión rumbo a continente americano con una propuesta tentadora: ir a hacerse cargo de un cultivo en California, Estados Unidos, en medio de las montañas.

“Nunca sufrí tanto. Era un trabajo físico de 18 horas en las que estaba absolutamente solo. Esa experiencia me hizo entender mis límites”, recuerda Matías. Fue su gran entrenamiento en cultivo exterior a gran escala.

Con toda esa experiencia, volvió a Israel por tercera vez. Allí recibió distintas propuestas. Matías eligió la que consideró mejor para su formación como cultivador: dedicarse a la investigación y el desarrollo de genéticas en universidad pública Bar-Ilan.

De empleado a maestro

Vos no tenés un título universitario y estás a cargo de un cultivo en una universidad. ¿Por qué te eligieron a vos y no a un agrónomo de carrera?

Un agrónomo no es lo mismo que un cannabicultor, que es quien entiende bien la planta. El agrónomo que no es cannabicultor no tiene práctica en cuestiones esenciales. No tiene la cintura para adaptar y estabilizar cuando hay excesos o deficiencias de cualquier tipo, que es muy importante. Tampoco conoce los diferentes sustratos y las formas de llevarlos.

Por ejemplo, en la primera empresa que trabajé cultivaban con tierra, yo al toque cambié a fibra de coco, pero para trabajar en coco tenés que ser realmente muy bueno, porque en coco vos arruinás un cultivo de un día para el otro, ¡y lo arruinás con toda! Entonces es muy importante tener esa cintura, para poder ir adaptándolo.

Y el segundo error, que le puede pasar inclusive a un cannabicultor, es no tener la experiencia de trabajar en cantidades grandes. No es lo mismo trabajar con 10, 20, 30, 40 plantas que cuando tenés realmente un montón. Y ni hablar cuando tenés 250 madres en una habitación, que son 250 genéticas diferentes.

Actualmente Matías se dedica a la investigación y desarrollo de genéticas en la Universidad Bar-Ilan en Israel. / Foto:@litvak.matias

¿Cuál es la principal dificultad en ese caso?

Ahí vos realmente tenés que poner día a día el ojo para ver cuál es el nivel más balanceado de nutrición para 250 genéticas distintas. Entonces hay niveles de dificultad que en el día a día yo estoy aprendiendo ya con un montón de experiencia encima, pero imaginate un tipo que toda su vida cultivó albahaca.

¿Hay una técnica establecida para lograr llevar eso adelante?

No sé cómo explicarlo, entro al indoor y yo siento las plantas. Y ahí siento si estoy mal, estoy bien, si tengo que ir más abajo con el fertilizante, si tengo que ir más arriba, si tengo que lavar raíces, si tengo que oxigenerar raíces. Es un tema de vocación, es lo que a mí me apasiona y las sé leer, es un tema de observación.

Cultivo cosmopolita

Tuviste la posibilidad de trabajar en dos mecas del cultivo como California e Israel. ¿Cuáles son las principales diferencias que pudiste observar entre los dos lugares?

Lo que veo acá en Israel es que se busca el porcentaje de cannabinoides, que para mí es un error de la industria. Yo creo que eso es algo muy del pasado, uno tiene que encontrar la genética que le gusta, la cantidad de THC o CBD me parece ridícula. Pero las industrias buscan un gran contenido de THC.

Para mí es un tema de educación cannábica, porque a mí me han dado mejor resultado cosas con 17% que con 24%, pero tiene que ver con la composición y el espectro que tienen. En Israel tenés una licencia médica que podés comprar THC hasta el 24,9% y entonces están buscando todo el tiempo eso, quieren alto contenido de THC.

En Estados Unidos están buscando flores lindas, olorosas, que les guste fumar, siempre con alto contenido de THC, porque todo ahí es alto contenido de THC, pero no es que buscan el 24%, el 25%, el 30%… Se busca una linda flor y también lo que pasa es que cuando un rapero habla de las Runtz, todos quieren las Runtz. Se buscan cosas coloridas, atractivas.

Entonces una de las principales cosas que yo vi es lo que se está buscando a la hora de cultivar. Acá, en Israel, se cultiva todo en invernadero. Además no se puede hacer nada al aire libre, recién está empezando ahora el indoor en Israel, porque obviamente es un cambio que se está generando a nivel mundial.

¿Y en cuanto a la tecnología aplicada al cultivo?

Y a la hora de cultivar lo que veo mucho es que en Israel como tienen un gran desarrollo de cultivo en el desierto, las tecnologías son de primer nivel, o sea  tenés invernaderos automatizados de punta a punta, porque es la única manera de hacerlo.

Además de en Israel, Matías trabajó en California, donde se ocupó de un enorme cultivo en las montañas. / Foto: @litvak.matias

En California siempre fueron old school, pero ahora la industria está cambiando mucho, se está volviendo muchísimo más gourmet. Tenemos calidad outdoor, calidad invernadero y calidad indoor; yo creo que el mercado mundial va a terminar en calidad indoor, va a llegar un momento que para lo que es flor va a ser solo indoor. Es mi opinión personal.

Se que ahora está habiendo en California cultivos verticales muy pros en lugares donde da el suelo para tirar una semilla y que crezca una planta increíble, así que si están yendo a eso con las inversiones y luces que requiere, es porque están buscando algo súper de calidad.

Por otro lado, la diferencia creo que está en que Estados Unidos es un país productor e Israel, si bien produce, entiende que su valor en cuanto a la industria es en investigación de tecnología, de genéticas y de protocolos. Por eso yo en Israel en vez de estar en una empresa de producción, estoy en la universidad con una empresa de investigación.

Les doy un ejemplo, la primera empresa en la que yo estuve acá estaba hace 12 años y todavía no habían encontrado la cantidad de semanas de vegetación que le tenían que dar a sus plantas. O tenían una genética que a la gente le gustaba mucho y tenían 30-40% de merma por Botrytis. Y ahora que se dieron cuenta que no tienen que producir, si no investigar, lo que están haciendo es mejorar esa genética para que tenga menos merma.

En busca de la planta perfecta

¿Qué tipo de investigación hacés?

Estoy haciendo breeding, abro poblaciones de plantas de diferentes partes del mundo, las evaluó, veo que caracteres tienen. Si hay un caracter interesante las guardo, si veo que son malas, las tiro, pero si no me dieron lo que quiero y tiene un caracter bueno, las guardo para tratar de utilizar en el futuro ese caracter.

¿Qué es lo que más buscás a la hora de hacer ese trabajo de crianza de genéticas?

En lo que más estoy enfocado hoy en día es en inmunidades. Trabajo con un profesor de 90 años muy groso en fitopatologías y estamos viento y testeando inmunidad contra el Oidio y la Botrytis. Porque es un caracter que si lo encuentro y hago un breeding con una planta comercial que es inmune a la Botrytis, estamos hablando de posibilidades infinitas. Entonces para mí eso es muy interesante.

Matías Litvak llega a trabajar con 250 madres al mismo tiempo.

Pero también después busco otras cosas, por ejemplo, encontré una planta que parecía que tenía los cogollitos re chiquitos, un montón de espacio entre los nudos, todos decían que era mala, pero yo vi que tenía la estructura de lo que se busca hoy en día en California, de esas plantas que se ponen todas blancas, que están formadas por cálices, que en vez de formar la famosa flor, son todas flores chiquititas formadas por cálices; yo ya sabía que iba a ser increíble.

¿Qué pasó con esta genética?

Cuando la saqué, desde abajo hasta arriba todos los cogollos eran iguales y me terminó dando un 15% más que las demás, con cogollos todos caramelos, todos blancos con colores hermosos, que es a donde va el futuro. Pero la mayoría busca la cola gigante, que es problemática, porque podés tener hongos y un montón de cosas.

En cambio esto es lo que se busca hoy en día en Estados Unidos. Yo encontré ese caracter e hice una reunión con dos profesores y los dueños de la empresa porque era algo re importante.

Porque cuando encontrás algo que es realmente diferente quizás no tenés que tocarlo mucho, aunque después tenés que encontrar la estabilidad, porque si después tenés un problema en un green house con 7 mil plantas, no podés tener estambres por más linda que sea la genética.

Por eso, cuando les di la noticia les dije: “Muchachos, felicitaciones, acabamos de encontrar oro”.