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Casi el 50% de las mujeres presas fueron detenidas por infracciones a la ley de drogas

Argentina tiene una larga tradición de mujeres que luchan por sus derechos: las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo o la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito son algunas de las organizaciones más emblemáticas. Pero en el cannabis, las mujeres también son protagonistas.

Junto a una red de cultivadores y médicos, las madres cultivadoras argentinas impulsaron un movimiento tan grande que se logró la sanción de la primera Ley de Cannabis Medicinal en el país.

Ellas mostraron que el dolor de sus hijos e hijas no podía esperar y decidieron plantarse ante la prohibición, por lo que hoy más de 33 mil personas pudieron inscribirse en el Registro del Programa de Cannabis (Reprocann) para tener su cultivo en la legalidad.

Pese a la existencia de la ley de cannabis medicinal que abre puertas y allana el camino para acceder a la medicina, todavía está vigente la ley 23.737 que criminaliza la tenencia de una serie de estupefacientes prohibidos, entre ellos el cannabis.

La contraposición de las normas de seguridad y salud hace que el sistema judicial se vuelva, en muchísimos casos, injusto y tenga como principales damnificadas a las mujeres y disidencias de género.

“Esta ley es principalmente persecución a la planta de marihuana, y en particular persigue a las mujeres y empeora en el caso de las personas trans y travestis -sube por arriba del 50%-”, dice la defensora oficial Victoria Baca Paunero, integrante de Centro de Estudios de la Cultura Cannábica (CECCa).

Para ella, la diferencia entre una mujer y un hombre detenido es abismal. “Los hombres van a tener un sistema de cuidado hecho por mujeres que la van a ver a la cárcel. Todos los domingos le llevan ropa, productos de higiene, tarjetas de teléfono, celulares y comida. Hay colas de mujeres desde las 5hs en las prisiones. En cambio, en las cárceles de mujeres va a haber un tercio de la fila, se quedan solas porque son ellas las que cuidan”, sostiene sobre la terrible desigualdad entre presas y presos.

Desigualdad de género en las cárceles

El Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena arrojó que la cantidad de mujeres presas por infracción a la ley de drogas se incrementó en un 147% desde 2002, y un 93% en la última década.

Mientras que la cantidad de personas trans presas por este delito, se incrementó en un 445% en el período 2015-2019.

La antropóloga Florencia Corbelle explica en su trabajo “La ley de drogas en números”, que “cerca de la mitad de las mujeres presas lo está por la infracción a la ley de drogas y en el caso de las personas trans los porcentajes superan el 50%”.

Por su parte, el penalista Andrés Bacigalupo aclara que, en términos porcentuales, “la población de mujeres criminalizadas por drogas es mayor a la de los varones”. Y destaca que “es un fenómeno similar en casi toda Latinoamérica”.

El 15% de las personas que están presas en Argentina llegaron ahí por algún tipo de infracción a la ley de drogas. En el caso del universo femenino el número asciende al 47%

De acuerdo con informes oficiales de la Defensoría General de la Nación, “la población de mujeres encarceladas creció un 244% entre 1990 y 2015, y hablamos sólo en base a datos del servicio penitenciario federal”, destaca.

Las mujeres son mayormente imputadas por “tenencia para comercio” (43%), según el Informe de Conflictividad del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad de 2019. Ese mismo año, las personas encarceladas por delitos de drogas representaron el 15% del total de personas presas en Argentina y, en el caso de las mujeres, el 47%.

Cómo llegaron a prisión

No hay que perder de vista que el 55% de las mujeres que terminaron presas entre el 2011 y el 2019 estaban desocupadas. Es decir, que no contaban con un trabajo formal y seguramente hacían tareas de cuidado no pagas.

“Estas cifras se condicen con los resultados de investigaciones previas en donde se advierte que la mayor parte de las presas por delitos relacionados con drogas son personas de escasos recursos”, sostiene Corbelle.

Hace hincapié en que esas mujeres “optan por arriesgar su libertad y su integridad física ante la posibilidad de obtener ingresos extraordinarios que les permitan superar su situación”.

Sumado a que “ocupan los eslabones más bajos de la cadena delictiva desempeñándose como vendedoras al menudeo, mulas e introductoras de drogas en cárceles”.