El Estado de California, en Estados Unidos, es la meca de la cultura cannábica moderna. Allí, comenzó a gestarse hace 90 años la primera regulación de la planta en el mundo. Tim Blake es uno de los protagonistas de este hecho y uno de los activistas más importantes. El creador de la Emerald Cup, la fiesta más importante del cannabis, charla en exclusiva con THC.
El regreso a la tierra
Cuando en la década de 1960, en California comenzó el movimiento del “regreso a la tierra”, miles de personas buscaron formar una nueva sociedad más cerca de la naturaleza y bien lejana al consumismo de las grandes ciudades.
La Guerra de Vietnam, la cultura hippie y la inminente destrucción del planeta por la amenaza constante de un enfrentamiento nuclear entre las principales potenciales mundiales fueron fenómenos simultáneos que tuvieron la respuesta de toda una generación de jóvenes dispuestos a dar la batalla contracultural. San Francisco fue su capital y las montañas del norte del Estado su refugio, donde comenzaron las grandes plantaciones extensivas de cannabis: el Triángulo de Esmeraldas.
“He sido arrestado más de tres veces y tuve que enfrentar entre quince y veinte años de prisión en uno de los cargos. Pero nunca pudieron ponerme en la cárcel”, cuenta Tim Blake, el creador de la Emerald Cup.
Entre todos los jóvenes que por aquellos años daban sus primeras pitadas de marihuana, había uno que se convertiría en uno de los activistas indispensables de la planta. Se trata de Tim Blake (65), creador de la Emerald Cup, la fiesta de la cultura cannábica orgánica más importante del planeta.
https://www.youtube.com/watch?v=N2hyOZ2LP_U&ab_channel=TheEmeraldCup
El nacimiento de la Emerald Cup
¿Cómo comenzó la Emerald Cup?
En todos los condados de Estados Unidos hay festivales de la cosecha al final del año donde la gente se reúne para celebrar la cosecha y se hacen competencias amistosas. Yo quería lo mismo para el cannabis, así que arrancamos hace 18 años en Laytonville, donde le decíamos el “Área 101”. No era un edificio muy grande. En ese momento, no había eventos cannábicos en el país y lo disfrazamos como una _esta de cumpleaños. Fue un concurso de una sola cepa, no había marcas ni patrocinadores. La gente iba con máscaras porque todos pensaban que nos iban a arrestar.
“Los pequeños agricultores son realmente los más importantes: dan trabajo a la gente, aportan dinero, ayudan a las comunidades y cultivan buenos productos. Creo que no debería haber tanta agricultura corporativa de gran escala”, asegura Tim Blake.
¿En qué momento empezó a crecer hasta convertirse en el evento más importante?
A la segunda edición la fiesta comenzó a crecer con nuevos vendedores y la comercialización tanto de semillas, como de hashís. Antes, esto era un delito federal y se podía ir a la cárcel por diez años. Pero nos salimos con la nuestra. La Copa ya convocaba a mil personas y tuvimos que encontrar un nuevo hogar: el Centro Comunitario Mateel, de Humboldt, donde organizamos el evento más grande que hayan tenido. Luego, nos mudamos al condado de Sonoma, en Santa Rosa, porque era un puente con los agricultores del Triángulo de Esmeralda y los usuarios. El tercer año allí hubo una convocatoria de 30 mil personas y explotó tanto que agregamos concursos como el de CBD, bebidas, comestibles, tinturas y fotografía. Actualmente tenemos 40 concursos y 200 premios que estamos otorgando. Tardamos meses en la organización.
La Emerald Cup en la regulación del cannabis en California
¿La Emerald Cup también sirvió para avanzar hacia la regulación en California?
A través de la copa apoyamos la legalización de la Proposición 64 –la normativa que habilitó en 2016 el uso adulto del cannabis– porque era hora de que la gente dejara de ir a la cárcel con largas condenas y que se pudieran sentir cómodos con el uso del cannabis.
A pesar del fenómeno cultural que empujó por sí solo, ¿pudieron trabajar en conjunto con la fuerzas de seguridad?
Antes de la Proposición 64, empecé a ayudar con el debate del permiso de cannabis medicinal con el comisario de Mendocino. En 2007, fue la primera vez en el mundo que sucedió una reunión entre cultivadores de cannabis y Law Enforcement, un grupo de policías, fiscales y jueces en contra de la prohibición. Nosotros patrocinamos un debate en el cual, a los cuatro meses y con más de 500 participantes, creamos el primer programa en el país donde se introdujo un cultivo de hasta 100 plantas de manera legal. Antes de la legalización de Colorado, California o Washington, el Triángulo de Esmeralda tenía cannabis legalmente.
¿Alguna vez te detuvieron por activismo?
He sido arrestado más de tres veces y tuve que enfrentar entre quince y veinte años de prisión en uno de los cargos. Pero nunca pudieron ponerme en la cárcel. Toda mi vida he sido un forajido (outlaw), perseguido por la policía federal durante los últimos 50 años. Con la legalización pasé a ser un activista.
La importancia de los pequeños productores de cannabis
¿Cómo se apoya a los pequeños productores desde Emerald Cup?
Tenemos una iniciativa de regalar 40 stands para que generen el 100% de ganancias. Este programa costó 100 mil dólares, pero estoy orgulloso. En su actividad, la mitad de sus ingresos los destinan al pago de impuestos, distribuidores y expensas, etc. Además, queremos abrir más eventos para que se proporcione el acceso directo del cannabis de los agricultores hacia los usuarios.
¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto?
Con una empresa de Los Ángeles vamos a hacer una serie de mi vida y los últimos 65 años de la industria del cannabis.
¿Qué le dirías a los activistas de cannabis del mundo que luchan por una regulación?
Lo primero que tengo para decirles es que el activismo es siempre una cuestión de compromiso. Algo que puede aprenderse de California es que los pequeños agricultores son realmente los más importantes: dan trabajo a la gente, aportan dinero, ayudan a las comunidades y cultivan buenos productos. Creo que no debería haber tanta agricultura corporativa de gran escala. Tenemos que apoyar a los pequeños productores porque producen mejores flores y le devuelven más recursos a las comunidades locales.